EL COMIENZO
del año 1999 traía para todos los aficionados al jazz la terrible noticia del
fallecimiento del extraordinario pianista francés Michel Petrucciani. El 6 de
enero, a la trágicamente joven edad de 36 años, una infección pulmonar ponía
fin, en la ciudad de Nueva York, a una de las figuras más brillantes del jazz
de los últimos veinte años.
A la hora de hablar de Petrucciani resulta
inevitable asociar su carrera musical a los condicionantes físicos que marcaron
su vida y que hicieron su figura aún más legendaria.
Aquejado por una enfermedad genética llamada
osteogénesis imperfecta, sus huesos eran extremadamente frágiles, nunca
pudieron desarrollarse de manera normal, y su estatura apenas rozaba el metro
de altura. Su esperanza de vida no podía ser muy alta, pero a pesar de ello,
la noticia de su muerte nos ha cogido a todos por sorpresa.
A pesar de estos condicionantes físicos, o
tal vez precisamente por la misma causa, mientras sus compañeros de la misma
edad se divertían en la calle, él pasaba horas y horas sentado frente al piano,
hasta desarrollar una extraordinaria técnica. Ayudado por extensiones en los
pedales, y a menudo transportado por otra persona para poder sentarse frente al
piano, la fuerza de sus manos y el virtuosismo con el que tocaba no hacía
pensar, en absoluto, en la figura de una persona físicamente discapacitada.
Michel Petrucciani nació en Montpellier el
28 de diciembre de 1962. Hijo de madre francesa y padre siciliano, la música
siempre formó parte de su vida. De padre guitarrista, Antoine Petrucciani, y hermano del bajista, aprendió a tocar el
piano a una edad muy temprana, a los cuatro años, debutó profesionalmente a la
edad de… ¡13 años!, en un festival de jazz en Francia acompañando al gran
trompetista Clark Terry y posteriormente, grabó su primer disco, titulado
“Flash” a la edad de 17 años. En 1982, Petrucciani se fue a vivir a California,
y fue el “culpable” de que el saxofonista Charles Lloyd volviera a la escena
del jazz. Juntos colideraron un cuarteto que marcó el inicio de la carrera
americana de Petrucciani. Desde ahí marchó a Nueva York, siendo uno de los
raros europeos que consiguen triunfar en el mercado americano.
Entre 1981 y 1985 grabó para los sellos
“Owl” y “Concorde” una serie de discos que le introdujeron en el mercado
americano para, en 1985, fichar por el prestigioso sello “Blue Note”, donde
realizó alguna de sus mejores grabaciones, con formaciones muy distintas, y
entre las cuales tal vez destaque el disco “Power of three”, grabado en directo
en el Festival de Montreux en compañía de dos colosos del tamaño del
guitarrista Jim Hall y el saxofonista Wayne Shorter.
La versatilidad y el espíritu inquieto de
Petrucciani le llevaron a coquetear, con resultados más que dignos, con estilos
muy distintos : desde los standares más clásicos, como es el caso del
disco”Promenade with Duke” homenaje en piano solo a las composiciones de Duke
Ellington, hasta la fusión eléctrica en el caso de “Playground” o colaboraciones
en contextos más vanguardistas: su aportación al trabajo de Joe Lovano en “From
the soul” es memorable.
Su estilo lírico y emotivo ha sido con
frecuencia comparado al de Bill Evans, si bien Petrucciani siempre ha dado a su
forma de tocar un aire propio, preciosista y vital.
Desde 1994 Petrucciani graba para el sello
“Dreyfus” títulos como “Au Theatre des Champs Elysees” o “Conference de Press”.
A pesar de sus limitaciones físicas,
Petrucciani llevó una vida casi normal.
Casado dos veces y padre de tres hijos,
quienes le conocieron destacaban sus cualidades humanas y su capacidad para
llegar al público.
Su fallecimiento llega dos meses después de
haber protagonizado en Madrid un extraordinario concierto, presentando su
último trabajo “Solo live”, y sin poder llevar a cabo uno de sus proyectos más
ilusionantes: la creación en Francia, de una escuela de jazz.
-J. Miyar/ F.
Oballe/ J. C. Sendín
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