martes, 1 de octubre de 2013

FRANCISCO JAVIER / FISONOMÍAS/ Alfonso JUNCO

Este apóstol de las Indias (1506-1552), varón de Dios maravilloso, fue uno de las primeras conquistas de Ignacio. Sigamos dando la palabra a Rivadeneira:
   “Nació en el reino de Navarra de noble familia, fue criado con mucho cuidado de sus padres y, pasados los años de la niñez, fue enviado a estudiar a París, donde aprovechó tanto en los estudios, que vino a leer públicamente la filosofía de Aristóteles; y tratando con nuestro Padre Ignacio, que estudiaba la misma facultad, aprendió de él otra más alta y divina filosofía, y determinó de juntarse y hermanarse con él y vivir en su compañía una misma manera de vida. Vino después con los otros padres sus compañeros a Italia, y habiendo pasado muchos trabajos peregrinando, mendigando, sirviendo en hospitales, predicando y ayudando en otras muchas maneras a los prójimos, fue del bienaventurado Padre Ignacio enviado de Roma a Portugal, para de allí pasar a la India, el año de 1540”, y se hizo a la vela en abril de 1541.


   En la travesía sirve a los enfermos, instruye y edifica a todos; llega a Goa en mayo de 1542, se va a vivir al hospital de los pobres y cura sus cuerpos y sus almas; visita a los presos, adoctrina a los niños, consuela a los leprosos. Sale a otros puntos de la India, convierte reyes y muchedumbres, va a las islas Malucas, “no por codicia de las especiarías que otros van a buscar, sino por las perlas y joyas de tantas almas que veía perecer”. Sigue en su actividad exorbitante, pasa a las islas Filipinas, intérnase luego en el Japón, métese entre tribus feroces, sufre tres naufragios, pone mil veces a peligro su vida, pasa una noche escondido en el hueco de un árbol para librarse de los salvajes que le quieren matar, redime para Cristo miles y miles de idólatras, y apretado de hambres, fatigas, persecuciones, desnudeces, soledades y vigilias, son tal colmadas sus consolaciones interiores y tan vehementes sus gozos de amor en la oración, que no pudiendo resistirlos la carne, tiene que clamar: “!Basta, Señor, basta!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario