Jeremy Nicholas explica
la historia de la música nupcial, intercalando algunos consejos.
YA HE
perdido la cuenta de cuántas veces he guiado a propios y extraños a
través del libro de himnos para elegir el que quieren que se toque en su boda,
o la cantidad de bodas en las que he tocado en el órgano de la capilla de mi
pueblo natal. La cantidad de música que se puede elegir para una ceremonia de
estas características es ingente. Los años me han enseñado que se pueden
clasificar a las parejas felices en dos grupos : los que tienen ideas precisas
y definidas sobre la música que quieren, y los que piden los “Coros nupciales”
de Wagner o la “Marcha Nupcial” de Mendelssohn. Es curioso que sean
precisamente dos piezas de teatro musical las que se hayan convertido en los
acompañamientos más populares en las bodas religiosas. Una es de una ópera de
1850, Lohengrin, y la segunda de la
versión musical de El sueño de una noche
de verano. También es extraño que esta ceremonia religiosa haya atraído a
tan poca música “de entrada y salida” no secular: de las piezas más populares
para estas ocasiones, pocas son de producto de las creencias cristianas: “La
llegada de la Reina de Saba” (¿oratorio?), solos de trompeta del tipo de los de
Purcell, Clarke y Stanley o la ubicua tocata de la Quinta sinfonía de órgano de
Widor.
Entonces, ¿cómo llegaron las piezas de Wagner y Mendelssohn a
convertirse en parte inseparable de las ceremonias nupciales? Antes de su
composición, ¿qué música acompañaba a los novios en su marcha hacia el altar?
La música forma parte de las ceremonias
nupciales inglesas desde hace al menos cuatro siglos, pero sólo desde mediados
del pasado cobran su forma actual. En los siglos XVI y XVII la pareja nupcial
era acompañada hasta el atrio de la
iglesia por una procesión festiva. Es de suponer que durante la ceremonia
cesarían todos los ruidos y músicas; la música fue admitida durante la
ceremonia en algún momento del siglo pasado. Los himnos creados especialmente
para las ceremonias nupciales empezaron a proliferar; por ejemplo, O Perfect
Love” de Gourney, compuesto para la boda de su hermana en 1883 y cantado por
Joseph Barnby en una boda real en 1889 (John Dykes compuso una versión
alternativa para otra boda real en Windsor en 1894).
Fue precisamente la familia real inglesa la
que popularizó las obras de Wagner y Mendelssohn como piezas casi obligatorias
a finales de la época victoriana. Se había compuesto poca música específica
para bodas, aparte de la cantata (secular)
Boda nº 202 de Bach y los himnos compuestos para ocasiones reales. Las
descripciones en novelas y periódicos del contenido musical de las bodas
previctorianas eran mus escasas.
Haendel parece haber sido el rey
indiscutible de la música nupcial inglesa hasta la llegada de los otros dos
alemanes. La mayor parte de la gente elige arreglos para órgano u otros
instrumentos de sus oberturas, marchas y movimientos de oratorios, así como
selecciones de Música Acuática, Música
para los fuegos artificiales y El Mesías; la realeza le encargó nueva
obras, como Sing unto God, compuesta
en 1736 para la boda de Federico, príncipe de Gales, con la princesa Augusta de
Sajonia-Coburgo. Dado que Mendelssohn era amigo y compositor favorito de la
reina Victoria, cabe pensar que ella fue la que puso de moda su Marcha nupcial.
Pero no fue así: Victoria se casó en 1840 y la música para El sueño de una noche de verano fue completada en 1842. Para los
amantes de las curiosidades musicales, diremos que la primera vez que esta
marcha nupcial fue tocada en órgano, fue en 1844, pocos días después del
estreno de la obra de Mendelssohn dirigido por el propio compositor. La ocasión
fue un recital ofrecido por el longevo E. J. Hopkins (1818-1901), organista de
la Temple Church en Londres entre 1843 y 1898. Pero el primer organista que
realmente tocó la marcha durante una ceremonia nupcial fue un tal Samuel Reay
(1822-1905) en una ceremonia en St. Peter, iglesia parroquial de Tiverton en
Devon en 1847. Algunas fuentes indican que la primera vez que se interpretaron
juntas las piezas de Mendelssohn y Wagner fue en 1858, con motivo de la boda de
la princesa Victoria (la entonces Princesa Real) con el príncipe Federico
Guillermo de Prusia. Eso no es estrictamente cierto: durante la ceremonia se
tocaron piezas de Haendel y salieron a los compases de Mendelssohn; la
procesión nupcial, la marcha nupcial y “Epithalamium” de Lohengrin no fueron oídos hasta la tarde, durante le concierto. Sin
embargo, el acontecimiento estableció el patrón para una tradición que ya tiene
siglo y medio de vida.
El único rival de Mendelssohn es la tocata
de Widor, movimiento final de su Quinta sinfonía para órgano. Los duques de
Kent rompieron con la tradición real en 1961, no sólo al casarse en York
Minster, sino también al elegir a Widor como acompañamiento en su marcha hacia
el altar, presentándoselo a todo una generación que nunca había oído nada de
este compositor. Desde entonces los organistas aficionados tuvieron que luchar
con una obra sensiblemente más difícil que la de Mendelssohn: es imposible
tocar esta obra en un órgano rural.
¿Qué música elegí para mi boda? Mi novia
avanzó por la nave al compás de Rose of
England de Ivor Novello; dos amigos cantaron cada uno una pieza mientras
firmábamos en el registro, y para la salida compuse una tocata de órgano como
arreglo para mi mujer. Romántico, ¿no?
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