El 24 de
septiembre de 2013 murió en la aldea de los indígenas Tapirapé, en el Araguaia,
la Hermanita de Jesús Genoveva, francesa de origen. Ella y sus compañeras han
vivido una experiencia que el antropólogo Darcy Ribeiro consideraba una de las
más ejemplares de toda la historia de la antropología: el encuentro y la
convivencia de alguien de la cultura blanca con la cultura indígena.
Este es el
testimonio de Canuto, que sabe bien de la vida y obra de la Hermanita Genoveva.
Así describe su muerte:
«En la mañana
del martes 24 Genoveva estaba bien. Había amasado barro para el arreglo de la
casa. Almorzó tranquilamente con la hermanita Odile. Estaban descansando cuando
se quejó de dolor en el pecho. Odile fue rápidamente a conseguir transporte para
llevarla al hospital de Confresa. En el camino la respiración se fue haciendo
más difícil. Murió antes de llegar al hospital.
De vuelta a la
aldea, consternación general. Genoveva había visto nacer casi al 100% de los
Apyãwa (así se llamaban a sí mismos los Tapirapé. Así vuelven a autodenominarse
hoy), en estos 61 años de vida compartida.
Los Apyãwa
quisieron sepultarla según sus costumbres, como si hubiese muerto otra Apyãwa.
Los cantos fúnebres, ritmados con los pasos, se prolongaron por mucho tiempo,
durante la noche y el día siguiente. Se oían muchos lloros y lamentaciones.
Según el ritual
Apyãwa, Genoveva fue enterrada dentro de la casa donde vivía. La tumba fue
abierta con todo cuidado por los Apyãwa, acompañada de cánticos rituales. A una
altura de unos 40 centímetro del suelo fueron colocados dos travesaños, uno en
cada extremo. A estos travesaños fue amarrada la hamaca que quedó como una
hamaca tendida como quien está durmiendo. Por encima de los travesaños se
colocaron tablas y sobre las tablas se colocó la tierra. Toda la tierra que
pusieron encima fue peñerada por las mujeres, como es la tradición. Al día
siguiente esta tierra se mojó y se moldeó de forma que quedara firme y espesa
como la tierra batida. Todo acompañado de cánticos rituales.
En su hamaca
donde dormía todos los días, Genoveva duerme el sueño eterno entre aquellos que
escogió para que fueran su pueblo.
La noticia de
su muerte voló por la región, por Brasil y por el mundo. Vinieron muchos Agentes
de Pastoral. Los coordinadores del CIMI (Consejo Indígena Misionero) de Cuiabá,
llegaron después de un viaje de más de 1.100 kms cuando el cuerpo estaba ya en
la tumba, todavía cubierto sólo con las tablas. Los Apyãwa las retiraron para
que los que acababan de llegar la viesen por última vez en su hamaca.
A los cánticos
rituales de los Tapirapé se fueron mezclando otros cánticos y testimonios de la
caminada cristiana de la hermanita Genoveva. Al final, el cacique dijo que los
Apyãwa estaban todos muy tristes con la muerte de la hermanita. Hablando en
portugués y en tapirapé resaltó el respeto con el que siempre fueron tratados
por las hermanitas durante estos sesenta años de convivencia. Recordó que los
Apyãwa deben su supervivencia a las hermanitas, pues cuando ellas llegaron,
ellos eran muy pocos y hoy llegan a casi mil personas.
Plantada en
territorio Tapirapé está Genoveva, un monumento de coherencia, silencio y
humildad, de respeto y reconocimiento de lo diferente, probando cómo es posible,
con acciones simples y pequeñas, salvar la vida de todo un pueblo. Saludos:
Antonio Canuto».
***
En septiembre
de 2002 después de un encuentro con la Hermanita Genoveva escribí un pequeño
artículo en el Jornal do Brasil que retomo aquí en parte.
Las Hermanitas
de Foucauld son testimonio de la nueva forma de evangelización, soñada por
tantos en América Latina: en vez de convertir a las personas, darles la doctrina y
construir iglesias, decidieron encarnarse en la cultura de los indígenas y vivir
y convivir con ellos. En nuestro tiempo este camino fue vivido por el Hermano
Carlos de Foucauld que al principio del siglo XX se fue al desierto de Argelia,
entre los musulmanes, no para anunciar, sino para convivir con ellos y acoger la
diferencia de su cultura y de su religión. Eso mismo han hecho las Hermanitas de
Jesús entre os indios Tapirapé en el noroeste del Mato Grosso, cerca del río
Araguaia.
El día 17 de
septiembre de 2002 asistí a la celebración de los cincuenta años de su presencia
junto a los Tapirapé. Allí estaba la pionera, la Hermanita Genoveva, que en
octubre de 1952 comenzó su convivencia con la tribu.
¿Cómo llegaron
allí? Las hermanitas supieron a través de los frailes dominicos franceses que
misionaban en tierras del Araguaia, que los Tapirapé se estaban extinguiendo. De
los 1500 que había antiguamente se habían reducido a 47, a causa de las
incursiones de los Kayapó, de las enfermedades de los blancos y de la falta de
mujeres. En el espíritu del Hermano Carlos, de ir para convivir y no para
convertir, decidieron unirse a la agonía de un pueblo.
A su llegada,
la Hermanita Genoveva oyó del cacique Marcos: “Los Tapirapé van a desaparecer.
Los blancos van a acabar con nosotros. Tierra vale, caza vale, pez, vale. Sólo
el indio no vale nada”. Ellos habían internalizado que no valían nada y que
estaban condenados a desaparecer inexorablemente.
Ellas fueron
donde ellos y les pidieron hospitalidad. Comenzaron a vivir con ellos el
evangelio de la fraternidad, en el campo, en la lucha por la yuca de cada día, a
aprender su lengua y a incentivar todo lo de ellos, religión incluida, en un
recorrido solidario y sin retorno. Con el tiempo fueron incorporadas como
miembros de la tribu.
La autoestima
de ellos creció. Gracias a la mediación de ellas consiguieron que mujeres Karajá
se casasen con hombres Tapirapé y se garantizase así la multiplicación del
pueblo. De 47 hoy llegan a casi mil. En 50 años ellas no convirtieron ni a un
sólo miembro de la tribu. Pero consiguieron mucho más: se hicieron parteras de
un pueblo, a la luz de aquel que entendió su misión de “traer vida y vida en
abundancia”, Jesús.
Cuando vi el
rostro de una india tapirapé y el rostro envejecido de la hermanita Genoveva,
pensé: si hubiese teñido su pelo blanco con tucum podría pasar por una perfecta
mujer tapirapé. Realizó de hecho la profecía de la fundadora: “Las hermanitas se
harán Tapirapé, para desde aquí ir a los otros y amarlos, pero serán siempre
Tapirapé”.
¿No
debería seguir por ahí el cristianismo si quisiera tener futuro en un mundo
globalizado? ¿el evangelio sin poder y la convivencia tierna y fraterna?
-Leonardo BOFF / 11-octubre-13
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