1-Enero-2013 Hace
más de quince años publiqué en el Jornal do Brasil, que hoy
existe online, un artículo con el título “Rejuvenecer como águilas”. Releyendo
aquellas reflexiones me di cuenta de lo actuales y adecuadas que son todavía
para los malos tiempos que vivimos y sufrimos. Las retomo hoy para alimentar
nuestra esperanza debilitada por las amenazas que pesan sobre la Tierra y la
Humanidad. Si no nos agarramos a alguna esperanza, perdemos el horizonte de
futuro y corremos el riesgo de entregarnos al desamparo inmovilizador o a la
resignación estéril.
En
este contexto recordé un mito de la antigua cultura mediterránea sobre el
rejuvenecimiento de las águilas.
De
tiempo en tiempo, reza el mito, el águila, como el ave fénix egipcia, se renueva
totalmente. Vuela cada vez más alto hasta llegar cerca del sol. Entonces las
plumas se encienden y empieza arder. Cuando llega a este punto, se precipita
desde el cielo y se lanza a las frías aguas del lago. Y el fuego se apaga. A
través de esta experiencia de fuego y de agua, la vieja águila rejuvenece
totalmente : vuelve a tener plumas nuevas, garras afiladas, ojos penetrantes y el
vigor de la juventud. Este mito seguramente es el sustrato cultural del salmo
103 cuando dice : «El Señor hace que mi juventud se renueve como un águila».
Y
aquí tenemos que revisitar a C.G. Jung que entendía mucho de mitos y de su
sentido existencial. Según su interpretación, fuego y agua son opuestos que
cuando se unen se vuelven poderosos símbolos de transformación.
El
fuego simboliza el cielo, la conciencia y las dimensiones masculinas en el
hombre y en la mujer. El agua, por el contrario, simboliza la tierra, el
inconsciente y las dimensiones femeninas en el hombre y en la mujer.
Pasar
por el fuego y por el agua significa, por lo tanto, integrar en sí los opuestos
y crecer en identidad personal. Nadie que pasa por el fuego y por el agua
permanece igual. O sucumbe o se transfigura, porque el agua lava y el fuego
purifica.
El
agua también nos hace pensar en las grandes crecidas como las que sufrimos en el
año 2010 en las ciudades serranas del Estado de Río. Con su fuerza arrastraron
todo, especialmente lo que no tenía consistencia y solidez. Son los infortunios
de la vida.
Y el
fuego nos hace imaginar el crisol o los altos hornos que queman y acrisolan todo
lo que es ganga y no es esencial. Son las conocidas crisis existenciales. Al
hacer esta travesía por la «noche oscura y terrible», como dicen los maestros
espirituales, dejamos aflorar nuestro yo profundo sin las ilusiones del ego.
Entonces maduramos para lo auténticamente humano y verdadero que hay en
nosotros. Quien recibe el bautismo de fuego y de agua rejuvenece como el águila
del mito antiguo.
Pero
haciendo abstracción de las metáforas, ¿qué significa concretamente rejuvenecer
como un águila? Significa entregar a la muerte todo lo viejo que existe en
nosotros para que lo nuevo pueda irrumpir y hacer su camino. Lo viejo en
nosotros son los hábitos y las actitudes que no nos engrandecen: querer tener
siempre la razón y la ventaja en todo, el descuido con uno mismo, con la casa,
con nuestro lenguaje, la falta de respeto con la naturaleza, así como la falta
de solidaridad con los necesitados, próximos y distantes. Todo esto debe morir
para que podamos inaugurar una forma de convivencia con los otros que se muestre
generosa y cuidadosa con nuestra Casa Común y con el destino de las personas. En
una palabra, significa morir y resucitar.
Rejuvenecer
como un águila significa también desprenderse de cosas que fueron buenas y de
ideas que en su día fueron luminosas pero que lentamente, con el paso de los
años, han sido superadas y son incapaces de inspirar un camino hacia el futuro.
La crisis actual perdura y se profundiza porque los que controlan el poder
tienen conceptos envejecidos, incapaces de dar respuestas nuevas.
Rejuvenecer
como un águila significa tener coraje para volver a empezar y estar siempre
abierto a escuchar, a aprender y a revisar. ¿No es esto lo que nos proponemos
cada vez que empezamos un nuevo año?
Que
el año 2013 que estamos inaugurando sea la oportunidad de preguntarnos cuanto de
gallina que solo quiere andar escarbando en el suelo existe en nosotros y cuanto
de águila hay todavía en nosotros, dispuesta a rejuvenecer, al confrontarse
valientemente con los tropiezos y las crisis de la vida, y a buscar un nuevo
paradigma de convivencia.
Y no
podemos olvidar aquella Energía poderosa y amorosa que siempre nos acompaña y
que mueve todo el universo. Ella nos habita, nos anima y confiere un sentido
permanente al vivir y al luchar.
¡Que
el Spiritus Creator no nos falte nunca!
-Leonardo BOFF
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