José Hierro: su última obra, Cuaderno de Nueva
York, se ha convertido uno de los libros de poesía más leídos y alabados de los
últimos años.
“El mundo se transforma en la poesía de José Hierro,
y así se nos revelan verdades tan sólo sospechadas”
VAMOS a acercarnos a
las palabras que hablan de la música y a la música que se convierte en poema.
Intentaremos saber algo más de las múltiples relaciones, de
los intercambios entre textos y partituras, entre escritores y compositores.
Conoceremos, por ejemplo, cómo hablan los poetas de la música, leeremos las
novelas que se convierten en óperas o los relatos en los que los músicos son
los protagonistas, sabremos por qué la música está en la base de muchas obras
literarias, averiguaremos cómo algunos poemas se transforman en canciones…
Trataremos de profundizar en todo aquello que une (y separa) la música y la
palabra. Aparecerá Chopin convertido en personaje de ficción en las novelas de
George Sand, Mozart nos hablará a través de sus cartas, acompañaremos a los
músicos imaginados que protagonizan tantos relatos de escritores románticos,
nos preguntaremos, con Calderón, si es
más bello el silencio que la música… Este viaje a la palabra tiene un fin :
volver, luego, a la música, que aparecerá transformada tras ese encuentro con
las palabras.
UN POETA : JOSÉ HIERRO
¿Y con quién empezar? Siempre son complicados los comienzos…
Pero en este caso no fue difícil, pues tenemos en España a uno de los poetas que más –y mejor- ha amado y se
ha acercado a la música en nuestras letras : José Hierro. Nacido en el año de
1922, el reconocimiento a su obra crece según pasan los años, como señalan
premios como el Cervantes o el Príncipe de Asturias de las Letras. Pero no es
en los premios donde vive un poeta, sino en los libros y en sus lectores. Su
última obra, Cuaderno de Nueva York,
se ha convertido uno de los libros de poesía más leídos de los últimos años.
Nos gustaría encontrar unas pocas palabras para definir la poesía de Hierro.
Quizá se encuentre su belleza en la unión de la claridad y el misterio,
imágenes sorprendentes y un lenguaje cercano, siempre en la búsqueda de la
expresión, la comunicación de un sentimiento. El dolor, el tiempo, el combate
contra ese tiempo, el amor… Su poesía se hace cercana al lector por la emoción
que encontramos en los poemas y por la sensación de cotidianeidad y extrañeza
que producen su lenguaje. El mundo se
transforma en su poesía, y así se nos revelan verdades tan sólo sospechadas.
Pero Hierro no viene a estas páginas sólo por ser un excelente poeta que tiene
en la música una referencia fundamental. Por una parte es, para él, algo
inherente al hecho poético, ya que ha hablado a veces de que el inicio de un
poema s lo da el ritmo, unas palabras, una frase : Sin ese sentido rítmico no
nacería el poema. Por otra parte, muchos de sus poemas tienen protagonistas y
temas musicales. Acerquémonos a ellos.
Las músicas de la
poesía
Para acercarnos a la poesía de José Hierro no vamos a
acumular teorías literarias. Aquí buscamos a la música que se esconde entre las
letras, a los sonidos que el poeta atrapa entre los versos. Y para esto hay que
ir a los poemas. En primer lugar podemos visitar la antología que lleva por
título Música. Esta antología recoge
los poemas relacionados más directamente con el arte sonoro. Hagamos una lista
de los protagonistas de estos poemas : Palestrina, Tomás Luis de Victoria,
Beethoven, Haendel, Bach, Chopin, Verdi, Brahms, Schumann, Schubert… Aunque la
música está presente en muchos otros poemas, sin ser el punto central, esta
selección es una aproximación perfecta a la escritura de Hierro.
Como decíamos, la mejor manera de acercarnos a esta poesía
es, por supuesto, conceder al escritor la palabra, dejar que los versos lleguen
a estas páginas.
Del libro Agenda,
publicado en 1991 se recogen en Música
varios poemas. Doble Concierto es
uno de ellos. La primera parte del poema nos relata la experiencia de alguien
que, lentamente consigue reproducir unos pocos compases, alguien que hace
surgir –de la partitura o la memoria- una música ya escrita:
Imaginaos al analfabeto a cuyas manos llega
una carta de amor,
y va identificando las letras, casándolas en sílabas,
hasta entender que aquellos signos
reunidos dicen A-MOR-MI-O.
O también al ciego que palpa,
silabea, solfea con sus dedos la
tibieza de un cuerpo amado,
lo reconstruye, lo adivina sin
poderlo ver.
Así fui yo descifrando sonidos
desunidos
hasta lograr encarcelarlos en ocho
mágicos compases
que al fin me revelaron parte de su
secreto.
Más tarde esa música es escuchada en
una interpretación
completa y profesional :
Por primera vez el ciego contemplaba
el cuerpo amado.
El analfabeto escuchaba, en la voz
de quien lo escribiera,
el mensaje de amor.
El adagio tenía, al fin, voz, carne,
sangre,
gracias a los violines, trombas,
oboes, flautas, celestas.
Esta descripción bellísima del acercamiento a la
interpretación musical, al descubrimiento de un mundo sonoro –ya sea como intérprete,
ya sea como oyente- nos indica el amor de José Hierro hacia lo musical. En otro
poema Brahms, Clara y Schumann se evoca ese triángulo amoroso,
partiendo de la anécdota (da igual si verdadera o no) que nos relata que Brahms
no llegó al funeral de Clara porque se quedó dormido en el tren. Estos hechos
de un pasado cultural no se convierten en descripciones pedantes o lejanas,
distantes y ajenas, sino que se implican y tienen relación con las emociones
del poeta (y las nuestras), ya que los tiempos se confunden, el escritor puede
ser también el anciano Brahms, Clara puede llamarse a veces Paula, como también
nosotros, en la lectura, somos José Hierro o Clara Schumann. La estancia de
Chopin y George Sand en Mallorca se convierte en un precioso y rítmico retrato
: Pareja en sombra sobre fondo de oro.
Como el título resume, se contraponen la isla –un barco que navega por el
Mediterráneo, feliz, luminoso- y la tristeza interior de la pareja de artistas.
En el final de poema se recuerda al preludio nº 15 en re bemol de Chopin,
conocido como la gota de agua, por el
relato que hizo George Sand de su composición:
La isla arriba a puertos
sin tiempo y sin memoria;
allí canta la vida
su canto de victoria.
(Por dentro de vosotros
cava el tiempo su fosa;
la memoria libera
sombras, sombras, sombras.
La muerte acecha. Cuenta
las horas, gota a gota)
Una sugerencia. Lean el poema –en voz alta- y mientras aun
están en el aire las últimas palabras, escuche el preludio de Chopin. Ahora
“suena” diferente, porque la música se ha enriquecido con el poema. Este es el
objetivo : la lectura nos hace volver a la música de otra manera. Del mismo modo
que tras un viaje ya no somos los mismos, la poesía transforma nuestra escucha.
Hay “algo más” que la música, porque la poesía ha dotado a lo que escuchamos dé
otros significados, otras imágenes, otras sensaciones. Más tarde, cuando el
poema quede escondido en el libro y la música no suene en nuestra memoria, se
confundirán música y poesía, en una extraña y definitiva unión. Por otra parte,
el poema no adquiere su plenitud si no se conoce la música, ya que faltaría la
base, la referencia sobre la que ha sido construido. Sin la música nuestra
experiencia como lectores quedaría incompleta. Citemos un último poema de este
libro titulado Verdi 1874. Ese es al año de la creación de Réquiem. El poema
encierra una definición de estilo operístico y reflexión sobre la muerte.
Y
va a la Ópera. La muerte va a la Ópera
encadenada a la armonía.
Muchas veces, como aquí, la poesía encuentra, en una imagen,
esa verdad que tanto cuesta explicar. El último libro de Hierro, Cuaderno de Nueva York, es el más
musical de entre todos los suyos : Beethoven ante el televisor (el compositor
escucha la novena, acompañado del poeta, ante un televisor sin volumen),
Cantando en yiddish, Baile a
bordo (donde se unen en un extraño y sorprendente dúo Mahalia Jackson y
Bach), El laúd… Pero, sobre todo,
leeríamos una y otra vez un extenso poema dedicado al Quinteto con dos
violonchelos de Schubert: Adagio para
Franz Schubert (Quinteto en do mayor). No podemos resumir o describir el
poema, pues el contenido de un poema son sus palabras:
Esta música lleva mucha muerte dentro.
El amor lleva dentro mucha música,
mucho mar, mucha muerte.
Queden aquí unos versos, tan sólo, como invitación a su
lectura.
-Ignacio Sanjuán.
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