martes, 1 de enero de 2013

POESÍA Y MÚSICA : José HIERRO. Por Ignacio SANJUAN*


José  Hierro: su última obra, Cuaderno de Nueva York, se ha convertido uno de los libros de poesía más leídos y alabados de los últimos años.
“El mundo se transforma en la poesía de José Hierro,
y así se nos revelan verdades tan sólo sospechadas
                                            VAMOS  a acercarnos a las palabras que hablan de la música y a la música que se convierte en poema.
Intentaremos saber algo más de las múltiples relaciones, de los intercambios entre textos y partituras, entre escritores y compositores. Conoceremos, por ejemplo, cómo hablan los poetas de la música, leeremos las novelas que se convierten en óperas o los relatos en los que los músicos son los protagonistas, sabremos por qué la música está en la base de muchas obras literarias, averiguaremos cómo algunos poemas se transforman en canciones… Trataremos de profundizar en todo aquello que une (y separa) la música y la palabra. Aparecerá Chopin convertido en personaje de ficción en las novelas de George Sand, Mozart nos hablará a través de sus cartas, acompañaremos a los músicos imaginados que protagonizan tantos relatos de escritores románticos, nos preguntaremos, con Calderón,  si es más bello el silencio que la música… Este viaje a la palabra tiene un fin : volver, luego, a la música, que aparecerá transformada tras ese encuentro con las palabras.
UN POETA : JOSÉ HIERRO
¿Y con quién empezar? Siempre son complicados los comienzos… Pero en este caso no fue difícil, pues tenemos en España a uno  de los poetas que más –y mejor- ha amado y se ha acercado a la música en nuestras letras : José Hierro. Nacido en el año de 1922, el reconocimiento a su obra crece según pasan los años, como señalan premios como el Cervantes o el Príncipe de Asturias de las Letras. Pero no es en los premios donde vive un poeta, sino en los libros y en sus lectores. Su última obra, Cuaderno de Nueva York, se ha convertido uno de los libros de poesía más leídos de los últimos años. Nos gustaría encontrar unas pocas palabras para definir la poesía de Hierro. Quizá se encuentre su belleza en la unión de la claridad y el misterio, imágenes sorprendentes y un lenguaje cercano, siempre en la búsqueda de la expresión, la comunicación de un sentimiento. El dolor, el tiempo, el combate contra ese tiempo, el amor… Su poesía se hace cercana al lector por la emoción que encontramos en los poemas y por la sensación de cotidianeidad y extrañeza que producen su lenguaje. El  mundo se transforma en su poesía, y así se nos revelan verdades tan sólo sospechadas. Pero Hierro no viene a estas páginas sólo por ser un excelente poeta que tiene en la música una referencia fundamental. Por una parte es, para él, algo inherente al hecho poético, ya que ha hablado a veces de que el inicio de un poema s lo da el ritmo, unas palabras, una frase : Sin ese sentido rítmico no nacería el poema. Por otra parte, muchos de sus poemas tienen protagonistas y temas musicales. Acerquémonos a ellos.
Las músicas de la poesía
Para acercarnos a la poesía de José Hierro no vamos a acumular teorías literarias. Aquí buscamos a la música que se esconde entre las letras, a los sonidos que el poeta atrapa entre los versos. Y para esto hay que ir a los poemas. En primer lugar podemos visitar la antología que lleva por título Música. Esta antología recoge los poemas relacionados más directamente con el arte sonoro. Hagamos una lista de los protagonistas de estos poemas : Palestrina, Tomás Luis de Victoria, Beethoven, Haendel, Bach, Chopin, Verdi, Brahms, Schumann, Schubert… Aunque la música está presente en muchos otros poemas, sin ser el punto central, esta selección es una aproximación perfecta a la escritura de Hierro.
Como decíamos, la mejor manera de acercarnos a esta poesía es, por supuesto, conceder al escritor la palabra, dejar que los versos lleguen a estas páginas.
Del libro Agenda, publicado en 1991 se recogen en Música varios poemas. Doble Concierto es uno de ellos. La primera parte del poema nos relata la experiencia de alguien que, lentamente consigue reproducir unos pocos compases, alguien que hace surgir –de la partitura o la memoria- una música ya escrita:
            Imaginaos al analfabeto a cuyas manos llega una carta de amor,
                  y va identificando las letras, casándolas en sílabas,
            hasta entender que aquellos signos reunidos dicen A-MOR-MI-O.
            O también al ciego que palpa,
            silabea, solfea con sus dedos la tibieza de un cuerpo amado,
                         lo reconstruye, lo adivina sin poderlo ver.
            Así fui yo descifrando sonidos desunidos
            hasta lograr encarcelarlos en ocho mágicos compases
                     que al fin me revelaron parte de su secreto.
            Más tarde esa música es escuchada en una interpretación
            completa y profesional :
            Por primera vez el ciego contemplaba el cuerpo amado.
            El analfabeto escuchaba, en la voz de quien lo escribiera,
                                  el mensaje de amor.
            El adagio tenía, al fin, voz, carne, sangre,
            gracias a los violines, trombas, oboes, flautas, celestas.
Esta descripción bellísima del acercamiento a la interpretación musical, al descubrimiento de un mundo sonoro –ya sea como intérprete, ya sea como oyente- nos indica el amor de José Hierro hacia lo musical. En otro poema Brahms, Clara y Schumann se evoca ese triángulo amoroso, partiendo de la anécdota (da igual si verdadera o no) que nos relata que Brahms no llegó al funeral de Clara porque se quedó dormido en el tren. Estos hechos de un pasado cultural no se convierten en descripciones pedantes o lejanas, distantes y ajenas, sino que se implican y tienen relación con las emociones del poeta (y las nuestras), ya que los tiempos se confunden, el escritor puede ser también el anciano Brahms, Clara puede llamarse a veces Paula, como también nosotros, en la lectura, somos José Hierro o Clara Schumann. La estancia de Chopin y George Sand en Mallorca se convierte en un precioso y rítmico retrato : Pareja en sombra sobre fondo de oro. Como el título resume, se contraponen la isla –un barco que navega por el Mediterráneo, feliz, luminoso- y la tristeza interior de la pareja de artistas. En el final de poema se recuerda al preludio nº 15 en re bemol de Chopin, conocido como la gota de agua, por el relato que hizo George Sand de su composición:
            La isla arriba a puertos
            sin tiempo y sin memoria;
            allí canta la vida
            su canto de victoria.
            (Por dentro de vosotros
            cava el tiempo su fosa;
            la memoria libera
            sombras, sombras, sombras.
            La muerte acecha. Cuenta
            las horas, gota a gota)
Una sugerencia. Lean el poema –en voz alta- y mientras aun están en el aire las últimas palabras, escuche el preludio de Chopin. Ahora “suena” diferente, porque la música se ha enriquecido con el poema. Este es el objetivo : la lectura nos hace volver a la música de otra manera. Del mismo modo que tras un viaje ya no somos los mismos, la poesía transforma nuestra escucha. Hay “algo más” que la música, porque la poesía ha dotado a lo que escuchamos dé otros significados, otras imágenes, otras sensaciones. Más tarde, cuando el poema quede escondido en el libro y la música no suene en nuestra memoria, se confundirán música y poesía, en una extraña y definitiva unión. Por otra parte, el poema no adquiere su plenitud si no se conoce la música, ya que faltaría la base, la referencia sobre la que ha sido construido. Sin la música nuestra experiencia como lectores quedaría incompleta. Citemos un último poema de este libro titulado Verdi 1874. Ese es al año de la creación de Réquiem. El poema encierra una definición de estilo operístico y reflexión sobre la muerte.
            Y va a la Ópera. La muerte va a la Ópera
                      encadenada a la armonía.
Muchas veces, como aquí, la poesía encuentra, en una imagen, esa verdad que tanto cuesta explicar. El último libro de Hierro, Cuaderno de Nueva York, es el más musical de entre todos los suyos : Beethoven ante el televisor (el compositor escucha la novena, acompañado del poeta, ante un televisor sin volumen),                                                                         Cantando en yiddish, Baile a bordo (donde se unen en un extraño y sorprendente dúo Mahalia Jackson y Bach), El laúd… Pero, sobre todo, leeríamos una y otra vez un extenso poema dedicado al Quinteto con dos violonchelos de Schubert: Adagio para Franz Schubert (Quinteto en do mayor). No podemos resumir o describir el poema, pues el contenido de un poema son sus palabras:
            Esta música lleva mucha muerte dentro.
              El amor lleva dentro mucha música,
                    mucho mar, mucha muerte.
Queden aquí unos versos, tan sólo, como invitación a su lectura.
-Ignacio Sanjuán.

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