martes, 15 de enero de 2013

EL SECRETO MUSICAL MEJOR GUARDADO DE RUSIA


   Hasta hace poco muchas grabaciones de música legendarias de la era soviética eran dadas por perdidas o destruidas; pero en 1989 se descubrió que el Archivo Ostankino de Moscú contenía un millón de cintas.
   El archivo Ostankino es un anodino edificio sito en un suburbio de Moscú, están allí archivadas alrededor de medio millón de cintas que abarcan setenta años de grabaciones de música rusa. Estas grabaciones, muchas de las cuales fueron censuradas por las autoridades soviéticas, han sido ahora valoradas en más de setecientos millones de dólares.
   Enormes habitaciones llenas de estanterías con cajas marrones contienen cintas de algunos de los mejores músicos del mundo. Muchas son absolutamente inéditas, pero gracias al diligente y valeroso trabajo de los empleados del Archivo, muchas van a ver la luz próximamente. La responsable del Archivo, Anna Makarova, no se hace ilusiones en cuanto a la magnitud del trabajo que deben afrontar : según ella, examinar y catalogar las cintas y transferirlas a cintas digitales “es trabajo suficiente para dos generaciones.   Ahora hay dieciséis personas trabajando con las cintas, pero necesitamos cuatro veces ese número de gente. Tenemos un problema grave para encontrar gente realmente cualificada para semejante trabajo, ya que muchas cintas son bastante viejas y muy frágiles, y al sacarlas de las cajas se pueden romper o deteriorar. No obstante, sólo encontramos unas dos cintas al año que estén en tan malas condiciones que no permitan su manejo”.
   El aspecto logístico del trabajo no es tan laborioso, pero puede llegar a ser exasperante : no todas las cintas son identificables, así que “puedes dar con una grabación excelente, pero resulta que el nombre no aparece o se ha perdido. También puedes oír una forma de dirigir excepcional, pero no saber el nombre del director”.
   Afortunadamente, no todas las que a primera vista no muestran los nombres de los artistas son inescrutables : “a veces hay una etiqueta en blanco que, al ser retirada, descubre el nombre del artista”.
   El proceso de “limpieza” que supone la transferencia a cintas digitales, en el que se emplea un sistema de reducción de ruidos desarrollado por el Ministerio de Defensa Soviético, exige unos oídos muy avezados : “tienes que saber cuando este sonido -dice dando tres golpes en la mesa con el dedo- no es un ruido extraño, sino el director golpeando con la batuta. Algunas veces puedes eliminar problemas de sonido, pero otras no puedes resolver absolutamente nada”.
   Pero en el trabajo de Makarova no entra el manejo de las cintas : “mis manos no son las de una profesional, yo no toco las cintas para nada. Tengo buen oído, pero no buenas manos. Lo más que puedo hacer es escucharlas un momento y decir si están bien o mal. Mi principal objetivo y preocupacion es hacer que mi equipo se sienta y trabaje bien”.
AUDIOCLÁSICA N° 3

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