miércoles, 17 de julio de 2013

CULTURA UNIVERSITARIA Y CULTURA POPULAR / Antenor ORREGO

Ante la pregunta flotante, de Calderón de la Cruz, ¿es posible afirmar que somos libres, culturalmente? y la consecuencia, urge... trabajar por una Segunda Independencia, (publicación anterior) insertamos párrafos de la Conferencia de Orrego, en el Ateneo Universitario de Trujillo, como una de las respuestas muy aproximativas con premiosa y evidenciada claridad.

      "Hacer labor de cultura es hacer obra constructiva y perdurable.
Esta acción perdurable y eterna, este sustrato palingenésico de la obra humana, esta decantación positiva del espíritu es la acción permanente de la cultura. No hay pensamiento vivo, es decir, engendrado con la sangre del alma, que sea estéril. Pensamiento que se siembra es pensamiento que tarde o temprano, y pese a las contingencias efímeras de momento, se trueca en próvida cosecha.
      No se explica de otra manera esa supervivencia de ciertos hombres y de ciertas instituciones que derrochando las maquinaciones del ambiente en que viven, prodiguen la conspiración clandestina y sorda de las suficiencias consagradas por la ignorancia, se alzan erguidas e invulnerables, con una fuerza moral superior, porque son los verdaderos vehículos, los auténticos de cultura.
      Y es que la cultura es historia y la historia es cultura. el que vive de espaldas a su época, de hecho, se suicida. Es un suicidio lento, invisible acaso para las víctimas, pero suicidio efectivo. El Perú está lleno de suicidas que no se dan cuenta de su fallecimiento ni de la potencia que los fulmina. Es una inconsciencia que nos enternecería, si sus gesticulaciones de moribundo no fueran una rémora para la tarea salvadora de mañana.
      Para los alumnos universitarios de este momento y para su institución representativa no puedo desear sino que vivan siempre y que piensen y obren con el espíritu de su generación. Felizmente estoy constatando con íntima efusión que no quieren incorporarse a la gavilla de suicidas inconscientes.             Vosotros queréis salvaros para la cultura y para la historia. Vosotros queréis salvaros para la justicia del porvenir. Veo en vuestras pupilas este anhelo y esta resolución enérgica de vivir. Veo vuestras manos, vuestros pensamientos y vuestros actos cuajados de beligerancia. Tened en cuentas que ya no sois los primeros. cada día vuestra responsabilidad se acrecienta.         Los primeros de vosotros son ya hombres célebres y respetados en América y en el mundo. Ya tenéis nombres que pueden confortar vuestra esperanza. Vuestros hermanos un poco mayores que vosotros ya os han abierto el camino. Agrupaos y henchid el pecho para la victoria que se acerca.
      Para que la cultura sea cultura histórica y no muerta, para que la cultura no se convierta en simple escarceo erudito de academia, en simple paganismo de palabreo técnico, para que la cultura vivas en nosotros como médula de nuestros huesos y no solo en los libros y en las clases, son precisos dos elementos primordiales: por un lado, la universidad y, por el otro el pueblo; por un lado, el trabajador manual y, por otro, el trabajador intelectual. Son dos elementos que no pueden caminar separados porque se complementan entre sí. Cuando se divorcian, la cultura se convierte en el instrumento de una clase dominante que explota y oprime al pueblo, es decir, a la sustancia permanente de la historia y de la libertad del hombre.
      En el Perú la divergencia ha sido aún mayor que en el resto del mundo. La universidad ha tenido una semicultura de gabinete y de pupitre, pero no ha tenido ni tiene una verdadera cultura vital.La cultura hay que vivirlas en principio y vivirla en acción. No se puede, pongamos por caso, explicar y defender en el aula las llamadas garantías individuales y atropellarlas y negarlas en la calle y en la vida cotidiana. Para el universitario -maestro o alumno- no hay término medio.
      En puridad de verdad no hemos tenido una cultura porque no hemos sabido vivirla, porque no hemos sabido incorporarla dentro de las fibras de nuestra vida. Hemos confundido cultura con ilustración académica. No es lo mismo recitar un libro que crear y vivificar el ambiente espiritual de una cátedras. La ilustración es la memoria fría y yerta de la cultura, pero no es la cultura misma. No vale la pena que en los exámenes se declame de corrido el amor a la libertad, al derecho y a la justicia y en la vida se les befe y se les decapite o, por lo menos, se muestre uno diferente de sus imperativos categóricos.
      Hay un dicho popular que resume este estado harpagónico del espíritu. "Meterse el diablo a predicador", dice la gente cuando la vida no está en consonancia con los principios que se sustentan, y hay otra sentencia evangélica en boca de Jesucristo que llamaba a los fariseos que acaban de lapidarlo, sepulcros blanqueados. Por desgracia, la universidad ha hecho con frecuencia el papel de diablo predicador y en muchos casos se le puede aplicar la frase evangélica.
      Hablo de la universidad peruana porque he sido y soy un universitario. Los males de de la propia casa no se curan sino denunciándolos. ocultar las enfermedades es invitarlas a que medren y nos devoren. Quien ama corrige y aplica el cauterio.
      Nuestra gran empresa de universitarios -tal vez nuestra única empresa- es vivir la cultura. Basta ya de bagazo erudito que no sirve ni para mejorarnos ni para mejorar nuestra patria. Necesitamos estudiar la calidad de nuestra América y crear nuestro propio pensamiento, nuestra propia política, nuestra propia economía, nuestra propia estética, nuestra propia historia. Los textos europeos mal aplicados y mal comprendidos no sirven sino para desorientarnos -ya lo hemos estado cuatrocientos años- y para fatigar con gárrulas palabras nuestros cerebros y nuestra vida. Necesitamos maestros americanos que nos enseñen a conocer y amar nuestra América, maestros que vivan con nosotros la infinita y heroica voluptuosidad de crear un nuevo continente intelectual, maestros de una raza "por cuya boca hablará el espíritu".
      Y para esta empresa debemos juntarnos todos, maestros y discípulos en un solidario y fervoroso anhelo común que cada cual aporte lo que pueda y lo que tenga. No hay otro camino.
      Creando una cultura viva, matando el texto, la letra muerta y salvando el espíritu, es la única manera de crear una verdadera nacionalidad.
      !Jóvenes, vivamos la cultura y entonces amanecerá el gran día del Perú y América!
-Amauta, año III, nro. 16, Julio de 1928. Editorial Pachacútec.


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