viernes, 12 de julio de 2013

EL HOMBRE Y LA MUJER / Víctor HUGO

EL hombre es la más elevada de las criaturas.
La mujer es el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono; para la mujer un altar.
                                  El trono exalta; el altar santifica.
El hombre es el cerebro, la mujer el corazón; el cerebro fabrica la luz; el corazón produce el amor. 
                                  La luz fecunda; el amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón; la mujer es invencible por las lágrimas. 
                                  La razón convence; las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos; la mujer de todos los martirios. 
                                  El heroísmo ennoblece; el martirio sublimiza.
El hombre tiene la supremacía; la mujer la preferencia. La supremacía significa la fuerza; la preferencia representa el derecho.
El hombre es un genio; la mujer un ángel. 
                                 El genio es inmensurable; el ángel indefinible.
La aspiración del hombre es la suprema gloria. La aspiración de la mujer es la virtud extrema; la gloria hace todo lo grande; la virtud hace todo lo divino.
El hombre es un código; la mujer un evangelio.
                                 El código corrige; el evangelio perfecciona.
El hombre piensa; la mujer sueña.
                                 Pensar es tener en el cráneo una larva; soñar es tener
en la frente una aureola.
El hombre es un océano; la mujer es un lago. 
                                 El océano tiene la perla que adorna; el lago la poesía 
que deslumbra.
El hombre es el águila que vuela; la mujer es el ruiseñor que canta.
                                 Volar es dominar el espacio. Cantar es conquistar el
alma.
El hombre es un templo; la mujer es el sagrario. 
                                Ante el templo nos descubrimos; ante el sagrario nos
arrodillamos.

En fin: el hombre está colocado donde termina la tierra; la mujer donde comienza el cielo.

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