lunes, 2 de diciembre de 2013

AL MARQUÉS DE TORRE TAGLE EN ULTRATUMBA / Antenor ORREGO

Marqués:

Después de una centuria de tu gesta gloriosa, en tu misma heráldica ciudad de antaño que aún conserva la patina soberbia de su estirpe, y que aún está perfumada por las leyendas de sus blasones heroicos: bajo este mismo cielo gozoso y profundo, bajo el palio sangriento y miliunanochesco de estos trágicos  crepúsculos, bañados de púrpura y de eternidad; frente de este bronco espaldar de los Andes de audaces y ásperos lomos, cuyas crestas buidas otean la extensión azul del mar y atalayan tu grandeza, como centinelas del infinito, mi moceril y azulado ensueño, se inclina y medita.

Mi corazón nuevo se abre a todas las dianas de la gloria y mi pensamiento, rampante como como tus leones heráldicos, en urgencia de concreción y de unidad, de eternidad y de milagro, impetran tu sombra gloriosa y emulan tus pasos creadores, que vencieron al tiempo, que hicieron capitular a la muerte y que prendieron y encadenaron a su calcaño el porvenir…

Marqués:

Dame tú la receta de Dios y de infinito, dámela, divino farmacéutico de la inmortalidad, que quiero defenderme contra la muerte, tú que no probaste nunca, tú que no conociste y que no conocerás, por jamás de los jamases, el sigiloso y silencioso beleño del olvido…

Marqués:                                                                                                    
¡A cien años de distancia, mi amor se adelanta a encontrar el tuyo y peregrina anhelante hasta tu tumba, donde se ha quedado dormida para siempre la muerte…

Trujillo, 29 de diciembre de 1920.

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