lunes, 9 de diciembre de 2013

MANUEL GONZÁLEZ PRADA /Antenor ORREGO

El pensamiento más vigoroso, más amplio y más comprensivo de nuestra patria; la voluntad más firme, más recta y más enérgica; la conciencia más pura y más noble; el espíritu más combativo, más fecundo y universal; el gran forjador de la nacionalidad peruana, acaba de morir (1918).

   Con Manuel González Prada, desaparece la figura más excelsa, la vida más genial y  más venerable de nuestra raza. Nacido en un país esclavo de todos los convencionalismos tradicionales, tuvo, por fuerza, que ser un rebelde. Ninguna pluma antes que él, hizo vibrar con más intensidad los sentimientos populares; ningún pensamiento agitó más hondamente la conciencia peruana; ninguna palabra se levantó con más elocuencia, con más autoridad, con más amplitud, con más poder sugestivo que la de este recio sembrador de ideas y de entusiasmos. Las generaciones intelectuales posteriores son hijas espirituales del gran pensador.

   Cuando la historia depure nuestros grandes valores vitales, cuando se hayan extinguido las mezquinas pasiones del momento, cuando la perspectiva de la pupila peruana haya rectificado las proporciones reales y verdaderas de nuestros hombres, sólo entonces se podrá fijar con justicia la influencia de González Prada en el espíritu de la nación.

   Estas cuartillas escritas con la precipitación de la labor periodística sólo aspiran a traducir nuestra íntima congoja espiritual ante la desaparición del maestro, para unirla al coro de voces que se levanta hoy de toda la República.
   En los más tristes días de ignominia nacional, la pluma y el corazón de este hombre extraordinario supieron librarse de las bajas y ruines compadrerías que afrentaron a la mayor parte de sus contemporáneos. Excepcional temperamento de luchador, provisto de todas las armas para alcanzar el éxito: voluntad enérgica, corazón indomeñable, espíritu fuerte y bueno, sensibilidad para percibir todas las vergonzosas claudicaciones colectivas; potente cerebro para almacenar una copiosa cultura universal, forjó su vida noble, día a día, modelándola y enriqueciéndola con cálido fervor de artista.

   La más profunda visión histórica; la más aquilina mirada de pensador; la más grande probidad mental; la más austera y abnegada dirección de una vida rica y múltiple en sugestiones espirituales, de su generación, constituyen prócer figura del maestro, que ha realizado una de las labores más fecundas, más bellas, más armoniosas y más puras.

   En Horas de lucha y en Págjnas Libres se encuentra condensada la vida de medio siglo de nuestra historia. Nadie atacó con tanta decisión, con tanta libertad y con tanta nobleza y amplitud de miras, las carcomidas y viejas instituciones nacionales, que pretendían inmovilizare el alma peruana. Su pluma tuvo indignaciones que nos han redimido de más de un estigma hereditario.


   Queremos dejar de lado el gran artista que hubo en este espíritu vigoroso, para contemplar sólo al hombre, al tribuno de las reivindicaciones, al caudillo de las generaciones jóvenes, al apóstol mental de nuestra raza, que dejará una huella perdurable y única.
- A. ORREGO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario