- No hay más diferencia entre los hombres que la trascendencia del mensaje que portan. Reverenciemos al mensaje y no al hombre.
- No te traces planes ni te impongas designios fuera de ti mismo, que eso es necio. Averigua el plan y el designio de tu ser, cúmplelo con tu energía y contra todas las barreras. Es dura la senda que conduce a la luz, porque es derecha y no conoce los atajos y los abrigos. La ventisca trizará tu carne y los cardos tajarán tus pies. Dejarás, a lo largo del camino, grumos palpitantes de tu corazón, como la nube que pasa deja cendales temblorosos prendidos a las espinas.
- Haz que tu deseo coincida con tu destino y serás libre y sabio. La felicidad no la hallarás eludiendo tu dolor, porque es la cuenta que tienes que pagar por tu dicha. Como no se llega a la cumbre de la montaña sin fatiga, tampoco se alcanza la alegría sin el quebranto. El escamoteo del dolor es la felicidad negativa del que nada siente, si es que eso se puede llamar felicidad, pero el éxtasis y la euforia del amor se encuentra sólo transmontando las afiladas cuchillas de la angustia. Dolor vencido es la felicidad lograda.
- No debes olvidar que el mensaje más fulgurante de tu alma tejió su nido en los flancos de las espinas. De allí tienes que arrancarle para ofrecerlo a los hombres, y alimentarlos y regarlo y nutrirle con tu sangre para que no muera. (Orrego)
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