Mi dolor te ha juntado a mí; te ha hecho mi amada y mi
hermana.
Mis lágrimas y
las tuyas, en caliente abrazo, han
regado el surco de nuestras vidas y han creado nuestra actualidad y nuestro
futuro.
Empezamos a tener
historia, y ella será la historia de nuestras desdichas.
Cuando estés sola a
la orilla del mar, rimando la vieja melancolía de sus ondas, rimarás mi dolor;
y cuando yo esté errante, en ciudades ignotas, tus lágrimas serán mis canciones.
Nuestras angustias
son los hilos que a cada instante hilvanan nuestra eternidad.
Dios las recibe en sus manos y las junta, porque juntas
nacieron, con la misma alma musical, con el mismo aleteo tremulante y
melodioso.
(Orrego)
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