LA
POESÍA TRUJILLANA
Iba alegre
camino del colegio,
y corría y
corría;
entonces no
topaba mis rodillas,
como hoy el
pantalón.
Muy alegre
llegaba a mi colegio,
y me reía, y
me reía;
graves
maestros sentados en sus sillas
me tomaban la
lección.
Sólo fue
dulce la fruta que comí de niño
yo mismo la cogía,
y sin usar esas cosas
sucias de metal,
con mis manos lo comía.
Sumergía mi cara entre
la fruta
y comía con boca, ojos
y nariz.
Riamos, cantemos;
se fue la neblina; por
fin saliٕó el Sol.
Riamos, cantemos;
la noche se viene,
el Sol se va pronto.
Riamos, cantemos
pues ya salió el Sol.
Encendamos las fogatas,
con la luz amedréntanse
las fieras
y se quedan en sus
negras madrigueras.
Echemos leña nueva,
no importa que el fuego
consuma muchos leños,
hay que tener vivos
siempre nuestros sueños.
Aticemos nuestro fuego,
que se hace crepitante
y ¡en todas la cumbres
se divise el esplendor
de nuestras lumbres!
Azorada y vencida la
noche se ha ido;
ensalcemos a la aurora
dorada,
cantemos la risa, el
amor, y el olvido.
Es de mañana, olvidemos
la tarde,
que sea nuestra vida
una llamarada,
y extingámonos cual
lámpara que arde.
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