domingo, 20 de abril de 2014

LA LINFA SOSTIENE LA VIDA / Henry MORTON ROBINSON

                                        (Condensado de “Hygeia)
POR TODOS los tejidos del cuerpo humano, inclusa la piel, se extiende una red maravillosa de vasos diminutos trasparentes, que se asemeja a un encaje de nudos. Es el sistema linfático, que a la generalidad de las gentes les es casi desconocido, a pesar de su gran importancia. Por sus conductos microscópicos circula un líquido misterioso de color pajizo –la linfa- que en su curso hace prodigios bioquímicos para la conservación de la salud y por ende de la vida.

   Es probable que todo el mundo haya visto uno de los pequeños milagros de la linfa sin saber quién es el taumaturgo ni cómo procede. Cuando uno se hace una cortadura en un dedo y la descuida durante un día, la herida empieza a enconarse. Entonces se ven aparecer en ella una gotitas de un fluido ligeramente amarillento. Son gotas de linfa que llevan células especiales cuya función es ayudar a los glóbulos blancos de la sangre a destruir los organismos infecciosos.

   Si estos organismos penetran más allá de la herida, el sistema linfático los entrampa y los lleva al ganglio o nudo linfático inmediato, donde hace otro esfuerzo por extirparlos. Los ganglios, cuyo tamaño varía desde el de un grano de mostaza hasta el de una haba grande, producen linfocitos, esto es, glóbulos blancos de que la sangre se sirve para combatir las enfermedades, y los cuales abundan en todo el cuerpo. Los ganglios más grandes están agrupados en la nuca, las ingles, las axilas y los intestinos. Son filtros mecánicos que detienen no solamente las bacterias, sino también los residuos de células y otras materias extrañas. Un fisiólogo las llama muy acertadamente “basureros del cuerpo”.

   Pero esta función protectora, aunque de sumo valor, no es más que una pequeña parte de la gran tarea del sistema linfático. La vida misma depende de la linfa, que, si bien se asemeja mucho a la sangre en su composición química, difiere de ella en varios respectos importantes. La linfa se deriva del sistema sanguíneo, al cual vuelve al fin; pero en el intervalo, sirviéndose de su propia red circulatoria, desempeña un papel fisiológico que parece milagroso: el de salvar proteínas –elementos fundamentales de la estructura del cuerpo- que se perderían si el sistema linfático no se encargara de recogerlas y llevarlas a su destino. He aquí sucintamente lo que pasa:
   Impulsados por el corazón, los fluidos pasan por los poros de los tubos capilares –los vasos sanguíneos más pequeños- llevando alimentos a los tejidos y arrastrando residuos de los procesos vitales. Estos fluidos se componen de moléculas de proteína, varias sales y agua. Las sales y el agua pueden volver y vuelven a las venas; pero las proteínas no pueden entrar otra vez directamente en el sistema venoso, y dan origen a un problema complicado. Si se dejan acumular, el exceso de ellas puede perjudicar los tejidos circunvecinos. Al mismo tiempo, hay otras partes del cuerpo que las necesitan y a las cuales es preciso llevarlas.

   Actuando como papel secante, los vasos linfáticos absorben el líquido de filtración, que contiene las proteínas. Por su propio sistema circulatorio, que es enteramente independiente del de la sangre, la linfa se dirige entonces al centro del cuerpo. En los intestinos, los vasos linfáticos reciben una emulsión de grasas procedentes de los alimentos que han sido transformados por los jugos digestivos.

   La linfa, que ahora lleva las proteínas y las grasas, está ya lista para volver al torrente sanguíneo. Unas valvulillas diminutas en forma de aletas, situadas en las paredes interiores de los conductos  linfáticos, impiden que el fluido retroceda: la linfa no puede moverse sino en un sentido: hacia el corazón.

   Pero, a diferencia del flujo de la sangre, que se debe al bombeo del corazón, el de la linfa se debe exclusivamente a los movimientos musculares y respiratorios. Así, por ejemplo, ciertos conductos linfáticos se enrollan en los músculos de los brazos y las piernas, y cuando estos músculos se dilatan o se contraen, ejercen presión sobre los conductos e impulsan la linfa hacia adelante. En los intestinos se necesita una fuerza poderosa que haga subir la pesada emulsión de grasas recogidas por la linfa. Aquí se verifica una de las maravillas fisiológicas más pasmosas. El conducto linfático se enrolla en la más potente de las arterias –la aorta- de cuyas fuertes pulsaciones se aprovecha para impulsar la linfa.

   Por lo común, la linfa se mueve lentamente. Sin embargo, su movimiento puede acelerarse, con ventaja para la salud y el vigor del cuerpo, por medio del ejercicio, el masaje y la respiración a pulmón lleno.

   Un poco arriba de la entrada al corazón, la corriente principal de linfa desemboca en una de las venas mayores. Así, la linfa, después de recoger los productos más nutritivos de la digestión, los lleva al torrente circulatorio por vías indirectas y operaciones biológicamente ingeniosas.

   En todo su curso, la linfa pasa por las miríadas de ganglios que forman las estaciones filtradoras del sistema linfático. Estos ganglios son pequeñas glándulas que tienen que resistir fuertes ataques. Por ejemplo, una infección en la mano puede causar hinchazón dolorosa de los ganglios de la axila; una infección del pie o de la pierna puede producir inflamación de los ganglios de la ingle. Estas son manifestaciones de la lucha del cuerpo con los organismos patógenos que tratan de invadirlo. A no ser que los ganglios triunfen exterminando por completo las bacterias, las que queden entrarán a las venas y arterias y causarán septicemia, o envenenamiento de la sangre.

   Algunas veces las bacterias entrampadas infectan los ganglios mismos, produciendo inflamación aguda y abscesos. En tales casos llega a ser necesario extraerlos. Las células cancerosa son detenidas por los ganglios, pero al mismo tiempo éstos pueden convertirse en centros de nuevos tumores malignos. Así, en el tratamiento del cáncer, hay que vigilar los ganglios que corresponden al área del tumor.

   El sistema linfático está expuesto a enfermedades que le son peculiares. En la elefantiasis, por ejemplo, invade los tejidos linfáticos un parásito filiforme que les impide desempeñar sus funciones de drenaje, de lo cual resultan piernas hinchadas hidrópicas y aspereza de la piel.
   En vista de la importancia vital de la linfa, ocurre la pregunta: ¿Qué sucedería si algo impidiera que la linfa volviese a la sangre? Los hombres de ciencia hallaron la respuesta clara en una mujer que había recibido una puñalada en la nuca. El arma cortó el conducto principal por donde la linfa vuelve al corazón. La mujer enflaquecía más y más y empeoraba tan rápidamente que la muerte parecía inevitable. Los cirujanos repararon entonces las vías linfáticas, por las cuales la linfa volvió a fluir hacia los vasos sanguíneos. Al cabo de unas pocas semanas la enferma había recobrado sus carnes y se había restablecido lo suficiente para salir del hospital.


   Silenciosa e invisiblemente, el torrente de la linfa corre por las células de los órganos y los riega con un fluido alcalino vital. Es uno de los más admirables mecanismos de que dispone el cuerpo humano para conservar su economía y su equilibrio internos. Es un instrumento de supervivencia tan adaptable y maravilloso como la sangre de que proviene y a la cual, por el más extraño de los procesos fisiológicos, alimenta y vigoriza. 

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