martes, 14 de agosto de 2012

"LA PRESENCIA DE DOÑA MARÍA JULIA": VIENTO.


            REFLEXIONES ÍNTIMAS
                                         VIENTO, aire en movimiento que indistintamente transportas calor, humedad, frío, y así compartes el producto extraído al sol, la tierra y el mar. Estás envuelto en ellos. Del sol recibes el calor, del mar la humedad, de la tierra el polvo que arrastras, conjuntamente con las hojas caídas de los árboles. La depredación que tú mismo haces, o los hombres que no saben de ecología, destruyen sin cesar el ambiente, muchas veces, la vida.

   Viento, arrastras contigo la humedad del mar, y generosamente contribuyes a que las nubes después la devuelvan convertida en agua. Esta corre por los ríos y humedece la tierra, que prodigará raíces, flores, frutos; y también semillas, las que muchas veces, ¡oh, viento!, trasladas a lugares ignotos, a donde sabes llegar sin aviso, de sorpresa, para que aquellas vuelvan a crecer.

   Viento, que sueles ser regular raras veces, pero que siempre vienes, ya sea del norte o del sur. La fuerza de rotación de la tierra te desvía y modifica tu propia dirección, insuflándote mucha velocidad o haciéndote leve, como suave caricia de seres que se aman y dan.

   Viento, la rosa de los vientos puede decir de dónde vienes, pero jamás a dónde vas con exactitud. La veleta nos comunica muchas direcciones, pero tampoco las puede precisar. El anemómetro nos indica tu velocidad, pero no tus efectos. Nos hablan de ellos los que recibieron tus estragos o tu candor, ¡oh, viento!

   Cuando se juntan los alisios del polo y los contra alisios del Ecuador, se establece una zona de calma extraordinaria, al igual que, cuando dos almas se comprenden e integran, nace el amor y por ello reina la armonía. Sin duda, tú, juguetón, la compartes.

   Hay vientos variables, irregulares, que, al presentarse asombran, anonadan; más aún, aterran, porque no vienen solos. Los acompañan lluvias, truenos, relámpagos, rayos, granizo. Igual sucede cuando el espíritu del ser humano apasionado, monta en cólera, y obnubilado, oscurecido el pensamiento, cierra su corazón al amor, al perdón; pierde la calma, y desaparece la unión de las almas.

   Viento que arrastras chubascos fuertes y atemorizantes, rápidos y lluviosos. Semejan la súbita molestia y la llorosa angustia de una madre cuando comprueba que el hijo ha desobedecido su recomendación, y las cosas salen a la inversa de lo que se había esperado; pero, al igual que pasado el chubasco todo pasó, así pasas tú, ¡oh, viento!

   Hay vientos que son tormentas, soplan fuerte; acompañados de relámpagos, truenos. Se descarga la lluvia como catarata; pero dura poco, luego ésta se convierte en gotas grandes y después sigue el aguacero. La tormenta casi siempre es local; aparentemente peligrosa, pero en el fondo benéfica, pues humedece los campos. Pasada la tormenta, se despeja el cielo, verdea la tierra y cesa el viento. Igual es el espíritu humano, después del temor o del dolor, recobra el valor y se hace más fuerte, como tú, ¡oh, viento!

   Viento, que te conviertes en linda brisa terrenal y llevas el mensaje al mar, que, al recibirlo, se siente halagado o furioso. Él lo devuelve en encrespadas olas, orladas de encaje, que se quedan flotando en la playa; en suaves ondas o en tumbitos que invitan a sumergirse en sus aguas verde-azuladas y darse en ellas un baño de paz.

   Viento, no lleves nunca mensajes de desolación. No lo hagas más como ciclón, tornado, simún, pampeano o paracas. No, hazlo siempre como suave brisa o alisios del norte y del sur. Que en el Ecuador de la vida, el hombre se hermane, se aúne y comparta su amor con su prójimo.

   Viento, cuando dé mi último suspiro y éste se mezcle con el aire que te engendra, lleva tú mi último adiós. Hazlo en tu brisa suave, que yo tanto amo, y diles a los que amé que, desde donde esté, he de pedir para que Él les dé amor y fe.

   Viento, que por momentos jugueteas con las faldas vueludas de jóvenes doncellas que, al levantárselas, haces que aquellas luzcan sus primorosas blondas de encajes o bellas tiras bordadas, como las que usan las chinas de mi tierra mochera cuando bailan la airosa marinera, al son de la guitarra y el cajón, o de la banda de músicos Sachún que motiva el ágil girar de su cintura y el rítmico saltar de sus pies descalzos, haciendo figuras y dando golpes de zapateo, hendiendo el aire para encargarte su mensaje de rendido amor, goce y alegría, confiando en que fielmente lo lleves tú, ¡oh, viento!

   Viento, lleva en tu ulular el mensaje de amor y de paz que te da mi bandera peruana. Ella, al flamear en el aire, revela que la engendra el ansia infinita de solidaridad y progreso para toda la humanidad.

-- María Julia LUNA TIRADO.

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