jueves, 9 de agosto de 2012

UNA HISTORIA ENDIABLADA: Michael OLIVER.

                                                      La historia del hombre que vende su alma al diablo ha fascinado a escritores y compositores de todos los tiempos. Michael Oliver repasa la leyenda de Fausto y cuenta cómo Busoni la llevó más allá.

El Fausto de Goethe ha inspirado a multitud de compositores, pero fue Ferruccio Busoni quien hizo del mito una realista parábola moralizante de nuestros días.

   En música, la historia de Fausto ha sido uno de los grandes mitos más influyentes: ha dado lugar a más óperas, poemas sinfónicos y cantatas que Edipo, Don Juan y Hamler juntos. A diferencia de otros mitos, la leyenda de Fausto no ha perdido su poder ni en esta época, qua ya no cree en el diablo. Henri Pousseur, Wolfgang Rihm y otros han compuesto Faustos contemporáneos. Alfred Schnittke parece realmente obsesionado, con una Cantata de Fausto de gran éxito y una ópera Fausto estrenada en junio de 1995.          La lista de obras musicales recientes que pueden ser llamadas “faustianas” (The Rake´s Progress (La carrera del libertino) de Stravinsky y Muerte en Venecia de Britten) es muy larga.

   Para tratarse de un gran mito, la historia de Fausto llegó bastante tarde. El Fausto histórico –casi contemporáneo de Lutero, y probablemente un filósofo inofensivo con aficiones alquimistas –fue hecho famoso en la Inglaterra del siglo XVI mediante marionetas y coplas de ciego. Llegado el XVII adquirió estatus mítico con una obra de Marlowe, pero no se convirtió en el tema favorito de los compositores hasta que Goethe escribió su tragedia (parte I en 1808, parte II 24 años más tarde).  Estos compositores van  de Gounod y Berlioz a Liszt y Wagner pasando por Mendelssohn y Schumann. El Fausto auténtico era alemán, y se trata de un mito característico del norte de Europa, específicamente protestante: su vínculo con Lutero, para quien el diablo era tan real que incluso en cierta ocasión le tiró un tintero, no es mera coincidencia. Se trata de una época en la  que abundan las prédicas sobre el infierno y dominaba la idea de que sin fe no hay salvación. Pero también tiene la universalidad suficiente para haber inspirado al católico italiano Arrigo Boito y al libre pensador ítalo-germano Ferruccio Busoni. De hecho, la obra de Goethe le dio universalidad.

   ¿La prueba del interés por el amor?
En los países germánicos se refieren al Fausto de Gounod como “Margarethe” para dejar claro que no se la tomen en serio como versión musical de la obra de Goethe.

   Un admirador del drama diría que se concentra en el personaje de Gretchen (Margarita) ignorando del todo el tema épico principal. Pero Gretchen no es un personaje incidental en la vida de Fausto. El Fausto del siglo XVI tenía buena mano para las doncellas, y la idea de transformar esta circunstancia en una heroína “de carne y hueso”, que vive y sufre, fue de Goethe. De la misma forma –como Marlowe, que llevó a su Fausto a ver al Papa- Goethe no pudo resistir la tentación de mandar a su héroe septentrional de viaje por el sur, a través de paisajes clásicos, a la vez que le convertía en un filántropo idealista y, en una escena final sorprendente, ponía a una legión de santos encabezada por la Virgen María y el espíritu de Gretchen para que redimiesen el alma de Fausto.

Así que se trata de una figura proteica en la que cada compositor ha encontrado lo que le ha convenido. Schumann –Escenas del Fausto de Goethe –encontró una parábola cristiana, seleccionando sólo los pasajes de la obra de Goethe que podían sostener esa tesis. Para Wagner –obertura Fausto- era el arquetipo del artista específicamente representado por Beethoven. Quizá también lo era para Liszt en su sinfonía Fausto, pero éste era más religioso que Wagner y, como Schumann, su interpretación terminaba con una redención cristiana. El Fausto de Berlioz, en La condenación de Fausto, es un Fausto secular, más cercano al de Goethe en su soberbia invocación de la naturaleza; para Berlioz cielo e infierno eran escenarios románticos.

   En nuestros días, Wolfgang Rihm ha ligado a Fausto con otro mito en su ópera Fausto Yorick; en otra ópera hace que Hamler y Karl Marx se conozcan. Henri Pousseur compuso una fantasía –“Fantasía a modo de ópera”- en la que el compositor es tentado por Mefistófeles para escribir una ópera Fausto, y encuentra a otros mitos como Don Juan y Orfeo inextricablemente ligados a Fausto por el tema del libre albedrío humano. Por esa razón es la audiencia la que ha de decidir cómo se va a desarrollar la pieza. Se llama Your Faust (su Fausto).

   Uno de los intentos más elocuentes de revivir Fausto en el siglo XX, sin embargo, es uno muy imaginativo pero seductor: en la novela de Thomas Mann Doctor Faustus su protagonista, el compositor Adrian Leverkühn, es una imagen de Alemania, que vende su alma al diablo y cae desde la cima de la civilización occidental al salvajismo más profundo. La composición final de Leverkühn, que le cuesta su propia cordura, es un oratorio, La lamentación del doctor Fausto. Es tentador porque un compositor serialista experimentado podría reconstruirlo: Mann describe el oratorio en detalle, contándonos que está basado en “rotaciones” estrictamente schoenbergianas de una fila de 12 notas centrada en la frase si, mi, la, mi bemol. El otro es de Busoni, su obra principal y a la que llegan todas sus otras obras. Un Fausto sin Margarita, un Fausto con las características de un Leonardo Da Vinci (científico y artista) y Dante (cosmógrafo de cielo e infierno) ambos italianos. Un Fausto que reclama a Mefistófeles no amor ni poder, juventud o salud, sino libertad, lo cual significa que no está sujeto al poder del diablo ni de Dios. Muere y renace como una imagen optimista del hombre sin necesidad de Dios ni del demonio, constructor de su propio futuro. La leyenda de Fausto tiene una cosa en común con la música: es rica pero ambigua; cambia con el tiempo y con las circunstancias; es maravillosamente evocadora pero difícil de aprehender. Goethe, conservador en sus gustos musicales, quería que Mozart hubiese vivido lo suficiente para escribir una ópera sobre Fausto. Pero Fausto siempre espera.
AUDIOCLÁSICA.

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