jueves, 30 de agosto de 2012

TCHAIKOVSKY: Michael JAMESON.


CONCIERTO PARA VIOLÍN Y ORQUESTA
En la actualidad es una de las obras más conocidas del repertorio para violín, pero no siempre ha gozado de un éxito tan resonante.
Michael Jameson nos recomienda la mejor versión.
                                                JULIO de 1877, Tchaikovsky, con 38 años, estaba atravesando uno de sus momentos más bajos. Batido por sus fracasos en sucesivos intentos de “curar” su homosexualidad mediante su desastroso matrimonio con una alumna del Conservatorio de Moscú, Antonina Milyukova, buscó en la localidad vinícola de Clarens, junto al lago Geneva, un retiro espiritual. Un permiso en el conservatorio y un complemento económico de su mecenas, Madame Nadezhda ven Meck, posibilitaron a Tchaikovsky y a su hermano menor Modest visitar Italia y Viena.    

   La cuarta sinfonía y Eugene Onegin fueron terminados durante este viaje antes de que ambos hermanos volviesen a Clarens en marzo de 1878. Todavía deprimido comenzó una nueva sonata para piano, pero la llegada del joven violinista Yosif Kotek (antiguo estudiante y discípulo de Joseph Joachin) avivó el genio creador de Tchaikovsky, haciendo de catalizador de lo que en un espacio de tiempo asombrosamente breve sería su concierto para violín, Op. 35. Se convirtió en el auténtico sucesor de las piezas de exhibición para virtuosos de violinistas-compositores como Paganini, Wieniawski y Vieuxtemps, y una obra digna de figurar junto a obras maestras tan sublimes como las de Beethoven y Brahams.

   Una gestación rápida y un parto sin incidencias.
   Con Cotek llegaron más obras nuevas, incluida la Sinfonía española Op. 21, que catapultó a Tchaikovsky de forma irreversible hacia un concierto de violín. Ardiendo de entusiasmo y espoleado por el apoyo y el consejo técnico de Kotek, Tchaikovsky comenzó su nuevo concierto el 17 de marzo. Once días después estaban esbozados los tres movimientos, y  Kotek y Tchaikovsky pudieron interpretar ese embrión de obra antes que Modest. Este compartía con Kotek ciertas dudas sobre el andante original; Tchaikovsky lo retiró (más tarde se convertiría en la “Meditación” de su Souvenir d´un lieu cher, Op. 42), y compuso en su lugar la nostálgica  canzonetta en un solo día (5 de abril de 1878). La orquestación de toda la obra estaba finalizada el 11 de abril.

   Tchaikovsky planeó dedicarla al virtuoso húngaro Leopold Auer (1845-1930), un famoso pedagogo y maestro, entre otros, de Jascha Heifetz, Mischa Elman, Efrem Zimbalist, Toscha Seidel y Nathan Milstein. Pero Auer rechazó la obra argumentando que era “antiviolinística” y ofendiendo profundamente al compositor. Kotek prometió presentar la obra en San Petersburgo el 22 de marzo de 1879, pero sus amigos le previnieron en contra, diciéndole que con su actitud sería mal interpretada por la alta sociedad de la ciudad del Zar, ya que el comportamiento reciente de Tchaikovsky era escandaloso.

   Kotek se retiró prudentemente, dejando que Adolph Brodsky, de 31 años, estrenase el concierto en su debut con la Filarmónica de Viena dirigida por Hans Richter el 4 de diciembre de 1881. Apenas estaban preparados : el ensayo en solitario encontró a los intérpretes intentando corregir errores en sus partes y acompañando el pianissimo de Brodsky para disimular sus errores. El temido crítico Eduard Hanslick, maestro de la invectiva y decano del consevadurismo brahmsiano, les destrozó. “Con el concierto para violín de Tchaikovsky nos vemos compelidos a admitir la posibilidad de que hay música que apesta en los oídos. Es una barbaridad espantosa. Los violines no son tocados, sino destrozados”. La historia ha tenido otro punto de vista : irónicamente, las cualidades por las que fue censurado en su día -- virtuosismo ardiente, invención melódica lujuriante y puro nervio-- han procurado a la obra un lugar privilegiado dentro del género.

…Y llegó el hombre.
   Incluso Leopold Auer, el primero que calificó su interpretación de imposible, cambió de opinión ante la obra : con el tiempo se convirtió en uno de sus más ardientes defensores, revisándola y haciéndola incluso más difícil. Los cambios de Auer figuran en grabaciones de Jascha Heifetz, y algunas de ellas se han convertido en adiciones normales. “El taller de San Petersburgo” del profesor Auer reinó sin discusión durante tres décadas redefiniendo los ideales del violín y tendiendo los cimientos de la escuela de violín rusa moderna, personificada en David Oistrakh, Leonid Kogan, Oleg Kagan, Gidon Kremer y otros. Dejando aparte su estructura inusual, el concierto para violín de Tchaikovsky combina proporciones épicas con economía clásica, orquestación pirotécnica y parte solista a medida de cada virtuoso. Al allegro moderato inicial comienza con una llamada de atención que, como el magno pronunciamiento que arranca su primer concierto para piano, nunca ha sido escuchada de nuevo. Tras una breve sección interpretada por toda la orquesta, el solista toca una derivación de la idea inicial que forma el primer tema. Un segundo grupo en la mayor, contrastante y de lirismo enternecedor, prepara el camino para una repetición del primer tema, que reaparece ahora como una triunfante polonesa para pleno orquestal. Tras un pasaje de desarrollo para solistas que ejerce de puente, vuelve a la polonesa, que nos lleva a una elaborada cadencia (completamente escrita) que a su vez lleva a la recapitulación (solo de flauta). A esto sigue una coda brillante. El movimiento lento, una canzonetta en sol menor, nos mete de lleno en el final, y otra breve cadencia solista introduce un material de baile con reminiscencias de danza cosaca. Un segundo episodio con un zumbido de bajo de estilo gitano característico y con un complemento nostálgico de contraste que avanza rápidamente, a través de pasajes de emoción latente hacia una conclusión explosiva.

   Con más de setenta grabaciones a su disposición, el aficionado puede fácilmente encontrar las de sus artistas favoritos. Pero el concierto de Tchaikovsky tiene la ventaja de tener  tras de sí toda una tradición interpretativa.

Los cinco elegidos por Jameson:
Perlmann : Sorprendente. Orquesta Filarmónica de Israel /Zubin Metha.
Shaham : Espléndido e impulsivo. Philharmonia Orchester /Giuseppe Sinopoli.
Kantorow : Al límite. Orquesta Filarmónica de Londres /Bryden Thompson.
Bell : Un auténtico romántico. Orquesta de Cleveland / Valdimir Ashkenazy.
Rachlin : Una interpretación brillante. Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú /Vladimir Fedoseyev.
AUDIOCLÁSICA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario