CONCIERTO PARA VIOLÍN
Y ORQUESTA
En la actualidad es una de las obras más conocidas del repertorio para
violín, pero no siempre ha gozado de un éxito tan resonante.
Michael Jameson nos recomienda la mejor versión.
JULIO de 1877,
Tchaikovsky, con 38 años, estaba atravesando uno de sus momentos más bajos.
Batido por sus fracasos en sucesivos intentos de “curar” su homosexualidad
mediante su desastroso matrimonio con una alumna del Conservatorio de Moscú,
Antonina Milyukova, buscó en la localidad vinícola de Clarens, junto al lago
Geneva, un retiro espiritual. Un permiso en el conservatorio y un complemento
económico de su mecenas, Madame Nadezhda ven Meck, posibilitaron a Tchaikovsky
y a su hermano menor Modest visitar Italia y Viena.
La cuarta sinfonía y Eugene Onegin
fueron terminados durante este viaje antes de que ambos hermanos volviesen a
Clarens en marzo de 1878. Todavía deprimido comenzó una nueva sonata para
piano, pero la llegada del joven violinista Yosif Kotek (antiguo estudiante y
discípulo de Joseph Joachin) avivó el genio creador de Tchaikovsky, haciendo de
catalizador de lo que en un espacio de tiempo asombrosamente breve sería su
concierto para violín, Op. 35. Se convirtió en el auténtico sucesor de las
piezas de exhibición para virtuosos de violinistas-compositores como Paganini,
Wieniawski y Vieuxtemps, y una obra digna de figurar junto a obras maestras tan
sublimes como las de Beethoven y Brahams.
Una gestación rápida y un
parto sin incidencias.
Con Cotek llegaron más obras nuevas, incluida la
Sinfonía española
Op. 21, que catapultó a Tchaikovsky de forma irreversible hacia un concierto de
violín. Ardiendo de entusiasmo y espoleado por el apoyo y el consejo técnico de
Kotek, Tchaikovsky comenzó su nuevo concierto el 17 de marzo. Once días después
estaban esbozados los tres movimientos, y
Kotek y Tchaikovsky pudieron interpretar ese embrión de obra antes que
Modest. Este compartía con Kotek ciertas dudas sobre el andante original;
Tchaikovsky lo retiró (más tarde se convertiría en la “Meditación” de su Souvenir d´un lieu cher, Op. 42), y
compuso en su lugar la nostálgica
canzonetta en un solo día (5 de abril de 1878). La orquestación de toda
la obra estaba finalizada el 11 de abril.
Tchaikovsky planeó dedicarla al virtuoso húngaro Leopold Auer
(1845-1930), un famoso pedagogo y maestro, entre otros, de Jascha Heifetz,
Mischa Elman, Efrem Zimbalist, Toscha Seidel y Nathan Milstein. Pero Auer
rechazó la obra argumentando que era “antiviolinística” y ofendiendo
profundamente al compositor. Kotek prometió presentar la obra en San
Petersburgo el 22 de marzo de 1879, pero sus amigos le previnieron en contra,
diciéndole que con su actitud sería mal interpretada por la alta sociedad de la
ciudad del Zar, ya que el comportamiento reciente de Tchaikovsky era
escandaloso.
Kotek se retiró prudentemente, dejando que Adolph Brodsky, de 31 años,
estrenase el concierto en su debut con la Filarmónica de Viena
dirigida por Hans Richter el 4 de diciembre de 1881. Apenas estaban preparados :
el ensayo en solitario encontró a los intérpretes intentando corregir errores
en sus partes y acompañando el pianissimo de Brodsky para disimular sus
errores. El temido crítico Eduard Hanslick, maestro de la invectiva y decano
del consevadurismo brahmsiano, les destrozó. “Con el concierto para violín de
Tchaikovsky nos vemos compelidos a admitir la posibilidad de que hay música que
apesta en los oídos. Es una barbaridad espantosa. Los violines no son tocados,
sino destrozados”. La historia ha tenido otro punto de vista : irónicamente,
las cualidades por las que fue censurado en su día -- virtuosismo ardiente,
invención melódica lujuriante y puro nervio-- han procurado a la obra un lugar
privilegiado dentro del género.
…Y llegó el hombre.
Incluso Leopold Auer, el primero que calificó su interpretación de
imposible, cambió de opinión ante la obra : con el tiempo se convirtió en uno
de sus más ardientes defensores, revisándola y haciéndola incluso más difícil.
Los cambios de Auer figuran en grabaciones de Jascha Heifetz, y algunas de
ellas se han convertido en adiciones normales. “El taller de San Petersburgo”
del profesor Auer reinó sin discusión durante tres décadas redefiniendo los
ideales del violín y tendiendo los cimientos de la escuela de violín rusa
moderna, personificada en David Oistrakh, Leonid Kogan, Oleg Kagan, Gidon
Kremer y otros. Dejando aparte su estructura inusual, el concierto para violín
de Tchaikovsky combina proporciones épicas con economía clásica, orquestación
pirotécnica y parte solista a medida de cada virtuoso. Al allegro moderato
inicial comienza con una llamada de atención que, como el magno pronunciamiento
que arranca su primer concierto para piano, nunca ha sido escuchada de nuevo.
Tras una breve sección interpretada por toda la orquesta, el solista toca una
derivación de la idea inicial que forma el primer tema. Un segundo grupo en la
mayor, contrastante y de lirismo enternecedor, prepara el camino para una
repetición del primer tema, que reaparece ahora como una triunfante polonesa
para pleno orquestal. Tras un pasaje de desarrollo para solistas que ejerce de
puente, vuelve a la polonesa, que nos lleva a una elaborada cadencia
(completamente escrita) que a su vez lleva a la recapitulación (solo de
flauta). A esto sigue una coda brillante. El movimiento lento, una canzonetta
en sol menor, nos mete de lleno en el final, y otra breve cadencia solista
introduce un material de baile con reminiscencias de danza cosaca. Un segundo
episodio con un zumbido de bajo de estilo gitano característico y con un
complemento nostálgico de contraste que avanza rápidamente, a través de pasajes
de emoción latente hacia una conclusión explosiva.
Con más de setenta grabaciones a su disposición, el aficionado puede
fácilmente encontrar las de sus artistas favoritos. Pero el concierto de
Tchaikovsky tiene la ventaja de tener
tras de sí toda una tradición interpretativa.
Los cinco elegidos por Jameson:
Perlmann : Sorprendente. Orquesta Filarmónica
de Israel /Zubin Metha.
Shaham : Espléndido e impulsivo. Philharmonia
Orchester /Giuseppe Sinopoli.
Kantorow : Al límite. Orquesta Filarmónica de
Londres /Bryden Thompson.
Bell : Un auténtico romántico. Orquesta de Cleveland / Valdimir
Ashkenazy.
Rachlin : Una interpretación brillante. Orquesta
Sinfónica de la Radio
de Moscú /Vladimir Fedoseyev.
AUDIOCLÁSICA.
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