viernes, 1 de noviembre de 2013

EL DON DE SERENIDAD: WILSON / Antenor ORREGO

La serenidad es el producto del perfecto equilibrio de las facultades espirituales; y el equilibrio de éstas es el resultado de un cabal acuerdo entre la acción y el pensamiento, entre la vida interior y la obra, entre la voluntad y la conciencia.

   Hay espíritus armoniosos, como un poema, que alcanzan a realizar la máxima adaptación entre su mundo subjetivo y su actuación externa; son aquellos que logran objetivar, con íntegra lealtad, las conclusiones de su conciencia. La vida de cada uno de ellos son la más fiel y la más honrada traducción de la realidad actual, y de las demás realidades superiores que se encuentran en germen en ella. No es posible encontrar la más ligera desviación, la más leve incongruencia. Su vida es una euritmia magnífica, una sinergia ejemplar y única, un ritmo constante y maravilloso.

   El destino, por una arcana colusión de las fuerzas espirituales de un siglo, forzando la vigencia de las leyes ordinarias, permite la reco0mposición de la naturaleza humana en un todo integral. Nada es capaz de romper la solidaria reconstitución de la unidad armoniosa. Pensamiento, sentimiento y voluntad se expresan y realizan con cabal justeza, con simultánea unanimidad. Sólo en tales ocasiones es posible una síntesis espiritual, la más verdadera, la más leal, la más completa, de la realidad que nos rodea. Se consuma, entonces, a través de un espíritu, el cual actúa como una alquitara, una depuración de aquella. Sepáranse las escurrajas, las sustancias pegadizas y accidentales; los elementos extraños y espurios que han venido acumulándose lentamente en cada introducción incompleta de su esencia eterna. Se establece la relación directa entre el espíritu y la máxima verdad de una época. Aquella expresa en su cerebro y en su acción; patentiza su universalidad, es como un médium de su eficacia.

   La serenidad, tanto como la intuición y la inteligencia, es una condición de las almas superiores. Es la armonía espiritual en su máxima expresión. Es el equilibrio de la razón, de la voluntad y de la intuición al actuar sobre la más alta realidad histórica. La vida que alcanza a compendiar tales condiciones es siempre la más hermosa, la más sugestiva y la más fecunda.

   La época contemporánea, a consecuencia de su trágica intensidad, tan rica en almas de esta contextura, ofrece su mayor ejemplar en la figura de Wilson.
En él se magnifica de una manera maravillosa la concordancia entre su acción y su pensamiento; el maridaje de su vida interior y su voluntad; el acoplamiento entre su conciencia y su obra; el concierto entre sus voliciones y la realidad; la concatenación entre su ideal y las circunstancias; la armonía entre su espíritu y la historia; el equilibrio entre sus anhelos y sus miedos.

   Armoniosa, misteriosa y mirífica coincidencia entre la madurez de un espíritu y la sazón de una realidad. Aquel es la más completa, la más depurada, la más intensa definición de esta; es su expresión suprema. Se hace carne en él, se incorpora, se materializa, en cierto respecto; se hace palpable, toma sustancia humana. Es la sublimación de la génesis racional y sensitiva de un periodo, el remate, la culminación y el epítome de un ciclo.


Wilson es la armonización, la concordancia, el equilibrio de un siglo.

-Antenor ORREGO

No hay comentarios:

Publicar un comentario