sábado, 2 de noviembre de 2013

FIELES DIFUNTOS



"El amor tiene el poder de devolvernos lo que la muerte nos quita"

"Sólo la fe proporciona al hombre la audacia necesaria para mirar a la muerte de cara"

"Si la muerte es capaz de privarnos del don de la vida, el amor tiene poder para devolvérnosla"

Josep Miquel Bausset, 01 de noviembre de 2013 a las 21:36

Eso celebremos cada 2 de noviembre: la esperanza de que los que han muerto, han estado resucitados a la vida de Dios. Cada 2 de noviembre, los cristianos recordamos en la oración y en el afecto a los difuntos, aquellas personas que hemos amado y que ya han dejado este mundo. A pesar de su ausencia física, por la fe sabemos que la muerte no tiene nunca la última palabra. De hecho, la muerte no es sino el paso hacia la vida para siempre. La vida que no tendrá fin.

Hablar de la muerte siempre nos desborda. Sabemos de su existencia, pero muchas veces nos da miedo. Por eso creo que son de una gran pedagogía las palabras del oncólogo Rogério Brandao. Con 29 años de profesión, este médico ha contado los dramas que ha vivido en relación con la muerte, tratando niños con cáncer.

En el hospital de Pernambuco, el Dr. Brandao conoció a una niña de 11 años, que ya llevaba diversos tratamientos de quimioterapia. El Dr. Brandao quedó impresionado por la madurez de esa niña. Algunas veces la había visto llorar, pero la pequeña nunca se vino abajo.

Un día, la pequeña le habló de la muerte al Dr. Brandao y de cómo entendía ella el paso de este mundo a la otra vida. La niña le dijo al doctor: ¿"Verdad que cuando somos pequeños, algunas noches vamos a dormir a la cama de nuestros padres? Pero al día, siguiente, resulta que nos despertamos en nuestra cama. Y es que los padres, cuando nos dormimos, nos cogen en brazos y nos llevan a nuestra habitación. Un día yo también me dormiré, y mi Padre del cielo vendrá a por mi. Y me despertaré en su casa, para vivir una vida autentica".

Cuando el Dr. Bragado oyó aquellas palabras de la pequeña, se quedó mudo, al ver con qué sencillez tan grande, y al mismo tempo con qué profundidad, aquella niña le había hablado de la muerte y del paso a la vida eterna.
Y es que como dice el teólogo Sören Kierkegaard, "solo la fe proporciona al hombre el valor y la audacia necesarias, para mirar a la muerte de cara". Sin miedos. Sabiendo que el Dios de la vida, acoge con amor y ternura, a aquellos que pasan de este mundo, al otro.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución "Gaudium et spes", nº 39, nos dice: "Sabemos que Dios prepara un nuevo estadio y una nueva tierra, donde habita la justicia, y su felicidad llenará y superará todos los deseos de paz que hay en el corazón del hombre". Ya que "una vez vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo y lo que fue sembrado en la debilidad y la corrupción, será revestido de incorrupción".

Celebrar y recordar a los difuntos cada 2 de noviembre y cada día en la Eucaristía, nos anima a vivir la fe en la Resurrección y nos llena de esperanza. Recordar a los difuntos en la oración, nos ayuda también a creer que no todo se acaba aquí. Aún más: con la muerte comienza la vida por siempre, en la presencia del Dios Amor. Y por eso si la muerte es capaz de privarnos del don de la vida, "el amor tiene poder para devolvérnosla", como dice el obispo Balduino de Cantorbery.

Y es que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Porque para Dios, todos viven. Eso celebremos cada 2 de noviembre: la esperanza de que los que han muerto, han estado resucitados a la vida de Dios.

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