lunes, 18 de noviembre de 2013

WALT WHITMAN / Antenor ORREGO

Cuando el poeta inicia su canto no hace sino articularla y darle prestancia estética grandiosa. Conmueve a toda la tierra y la poesía de Whitman se vierte a todas las lenguas, como un evangelio de salvación humana. Ningún hombre nació tan enamorado de la vida en su integral plenitud. Estremece  a las masas, a los niños, a los campesinos, a los obreros y a las inteligencias más agudas, cultivadas y sensibles de su siglo. Nietzsche se enfervoriza con la potencia vital de este verbo y, de él, hay un hábito inconfundible en la interlínea de Así habló Zaratustra. Es un alma unigénita, un corazón orbital que ama y anuncia un mundo. A su lado, todos los demás poetas de su tiempo parecen provinciales, domésticos, regionales. Es el poeta y la encarnación precursora más vívida de la unidad universal y de la conciencia cósmica que comienza a alumbrarse como alborada en el hombre contemporáneo. Es el escorzo viviente de muchos siglos. Escuchemos algunos de sus pensamientos que fulgen como irradiaciones de aurora y que nos acompañarán siempre. La antorcha de un mundo
            “Soy fuerte y sano
Por mí fluyen sin cesar todas la cosas del Universo”
                                             ***
“Sé que la órbita que describo no puede medirse
con el compás del carpintero,
que no desapareceré, como el círculo de fuego,
que traza un niño en la noche con un carbón encendido”.
                                   ***
“Venid, yo haré indisoluble el Continente
Yo haré la más espléndida raza bajo el sol”.
                                   ***
“Creo que una hoja de hierba es tan perfecta
como la jornada sideral de las estrellas”.
                                   ***
“Aquí voy,
transportando al niño en creciente que lleva entera
a su propia madre en las entrañas”.
                                   ***
“Yo lanzo las semillas de la repúblicas augustas”.
                                   ***
“Yo no tengo silla, ni iglesia, ni filosofía
yo no conduzco a los hombres
ni al casino
ni a la biblioteca
ni a la Bolsa…
Los llevo  hacia aquellas cumbres altas
mi mano izquierda te tomará por la cintura,
con la derecha te mostraré paisajes del Continente
y del camino abierto,
nadie, ni yo, ni nadie, puede andar este camino por ti
tú mismo has de recorrerlo”.
                                   ***
“No hay otro oficio o empleo que aquél que enseña
al mozo a ser héroe”.
                                   ***
“Y por blando que sea un objeto, puede ser un día el eje en
que descansa la rueda
del Universo”.
                                   ***
“…he dicho por ti y por mí,
que la muerte no existe,
que el mundo no es un caos
que es forma,
unidad…
plan… Vida Eterna… ¡Alegría!”.

(Hojas de hierba –Fragmentos del Canto a mí mismo)   (Orrego)

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