Eres el que hace reír
las casas y los árboles como con un brillo inusitado;
el que saca a los
huérfanos de sus habitáculos, en largas filas, a ver la ciudad, a respirar la
salud de los jardines y los campos.
Sé suave, de oro puro
para ellos; y para las viudas tristes y para los niños pobres.
Sé propicio para los
solitarios que piensan a orillas de los lagos, junto a los cisnes, en cosas
melancólicas.
Tú eres el hermoso
sol, el sol del día del Señor.
Tú estás guardado por
el gran joyero que el Príncipe de las cosas tiene en su empíreo, y no sales
sino una vez a la semana, cuando ella nace, a vivir su existencia de seis días,
y para que salgas a lucir en el puro azul, el Padre sagrado te confía el
orfebre más entendido de su reino de arriba; eso te limpia, te pule, te bruñe,
como un escudo de oro, y te lanza al espacio a que resplandezcas, sol de
domingo… sol de domingo.-
MENSAJE: Aprovechemos
el descanso dominical para alimentar el espíritu con hechos felices.
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