viernes, 8 de noviembre de 2013

GABRIEL GARCÍA MORENO (FISONOMÍAS) / Alfonso JUNCO

HOMBRE  de hierro y de oro: hierro de intrépida voluntad, de perseverancia omnipotente, de hercúleo carácter; oro de corazón sin mancilla, de incorruptible pundonor y de inteligencia soberana.

            Nació don Gabriel García Moreno el día de Navidad de 1821. Fue presidente del Ecuador de 1861 a 1865 y del 69 al 75. Ya para concluir su período el 6 de agosto de 1875, primer viernes de mes, saliendo después de mediodía de orar ante Cristo Sacramentado y a punto de entrar en palacio para leer a sus ministros el mensaje presidencial que esos días había de presentar a la Cámara, fue asesinado felonamente por la espalda entre varios criminales, y cayó acribillado de puñaladas y balazos, diciendo: “Dios no muere”.

            El asesino principal fue un tal Rayo, antiguo partidario del presidente, a quien éste confió importantes funciones en Napo, teniendo que destituirlo por sus malversaciones. Este infeliz fue muerto, inmediatamente después de su crimen, por un soldado, y arrastrado luego por el pueblo enfurecido. Se le encontraron en el bolsillo cheques sobre el Banco del Perú: los treinta dineros inmortales.

Palabras de santidad
Veinte días antes de su muerte, García Moreno había escrito a Pío Nono, con claro y viril conocimiento de las maniobras enemigas.

            “Hoy que las logias de los países vecinos, instigadas por Alemania, vomitan contra mí toda clase de injurias atroces y de horribles calumnias, procurando secretamente los medios de asesinarme, tengo más que nunca  necesidad de la protección divina, para vivir y morir…”

            Quería vivir y morir en defensa de su religión y de su patria; gozábase, con explícitas palabras, de ser “aborrecido y calumniado” por causa de Cristo; y tenía por felicidad que la bendición del Pontífice le atrajese la gracia de verter su sangre por Dios.

            El oyó sus deseos. Y a los pocos días, manchado con la sangre del presidente mártir, leíase en las cámaras el manuscrito que él ya no pudo leer, mensaje austero, sobrio y admirable que fue un testamento.

            “Hasta ahora pocos años, el Ecuador repetía diariamente las tristes palabras que el Libertador Bolívar dirigió en su último mensaje al Congreso de 1830: “Me ruborizo al decirlo: la independencia  es el único bien que hemos adquirido, a costa de todos los demás. Pero desde que, poniendo en Dios toda nuestra esperanza, y apartándonos de la corriente de impiedad y apostasía que arrastra al mundo en esta aciaga época, nos reorganizamos en 1869 como nación realmente católica, todo va cambiando día por día…”

            Y, después de narrar escuetamente el progreso portentoso de la nación en lo espiritual, lo intelectual y lo material, suenan estas insólitas palabras, dignas de San Fernando o de un San Luis:
            “Mayores por cierto hubieran sido sus adelantos, si yo hubiera tenido para gobernar las cualidades de que por desgracia carezco, o si por hacer el bien bastara el vehemente deseo de conseguirlo. Si he cometido faltas, os pido perdón mil y mil veces, y lo pido con lágrimas sincerísimas a todos mis compatriotas, seguro de que mi voluntad no ha tenido parte en ellas” (Escritos y discursos de Gabriel García Moreno. Quito, 1887 y 1888. Tomo segundo).

            ¡Un supremo gobernante que pide perdón a sus gobernados! Espectáculo de prodigio que sólo puede contemplarse en las esferas superiores del cristianismo que toca a la santidad.

El hombre
Veamos cómo lo describe el P. Berthe, en su preciosa biografía: “La naturaleza había dotado a García Moreno de aquellas cualidades eminentes que hacen al hombre de acción. Su inteligencia tan vasta como penetrante, abarcaba de un golpe de vista las complicaciones de los asuntos y las razones más merecedoras de influir en sus decisiones… Estatura encumbrada, vigorosa constitución, porte noble y digno, seguro andar, un poco precipitado, como de quien no tiene tiempo que perder: todo en él revelaba, con una actividad devoradora, una energía soberana. Su hermosa cabeza, noblemente erguida, prematuramente cubierta de cabellos blanqueados por el trabajo y las vigilias, su frente alta y amplia, forzaban al respeto; sus grandes ojos, llenos de vivacidad, lanzaban a momentos relámpagos de indignación que hacía temblar; su voz viril y poderosa, sus frases incisivas, cortadas, nunca académicas; su estilo lleno de imágenes, su tono animado y vehemente, daban a su palabra una autoridad sin réplica. Cada rasgo de esta fisonomía expresiva y ardiente marcaba una inquebrantable fuerza de voluntad”.
Diciembre de 1921.

Esto es  lo más relevante de este Presidente. (Hay párrafos sobre su grandeza de gobernante. Reconocimientos de Rodó, Menéndez y Pelayo. Acción en un siglo de cobardías y  plaga de libertadores. Amor del pueblo. / Pueda ser que haya tiempo para su completa difusión).
Junco

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