Recordado por grandes éxitos en el campo de la ópera que todavía
cautivan al público, Verdi es considerado el autor de éxito por antonomasia. Así
las cosas, ¿podia equivocarse? ¿Fue “Don Carlos” un error de cálculo?
En conjunto, Verdi no hizo mal las cosas. Desde el mismo principio de su
carrera tuvo un instinto especial para el escenario, e incluso su primera ópera,
Oberto, es una pieza de éxito seguro, aunque se suele añadir que “con toda su crudeza” : algún espíritu
sensible todavía se estremece ante los ritmos aplastantes y las estridentes
melodías del Verdi de los primeros años, desconcertantes hasta para sus
contemporaneos; era como si abandonase la gran tradición del bel canto por
un sensacionalismo melodramático.
Ahora empezamos a redescubrir al primer Verdi, y cada vez se hace más
patente que muchas de esas “crudezas” son los primeros indicios de una visión: la de que la
gran tradición operativa que había heredado tenía que cambiar. La revolución de
Verdi se llevó a cabo en varios frentes que él uniría bajo en
encabezamiento único de la verdad.
Se acabó de que los personajes principales tuviesen que llegar al escenario con
una doble aria (primero la sección lenta o cavatina y después la
ardiente, rápida y sensacionalista cabaletta) ¿Por qué cuando tres o más
personajes cantan a la vez tiene que interrumpirse la acción, con los actores
alineados en la parte anterior del escenario (“como verduras en un puesto de mercado”, dijo Rossini)
cantando todos la misma música? ¿Por qué tenía que limitarse la ópera a los
colores primarios cuando se trataba de describir las emociones humanas? Cuando
se enfrentaba con preguntas como estas, a Verdi le gustaba responder: “pregúntaselo a Papá” (“Papá” era Shakespeare, para él el dramaturgo más grande desde los
griegos, y su modelo de a qué tenía que aspirar la ópera.
Mucho trabajo… y muchos cortes
Según Verdi, Shakespeare tenía que haber conocido a alguien tan malvado
como Yago o tan jovialmente censurable como Falstaff, y en ambos casos imitó o
mejoró la realidad. Pero Desdemona o Cordelia…, Ahí “Papá” había inventado
la verdad. ¿Por qué se equivocó Verdi con Don Carlos, la más ambiciosa
de todas sus óperas, aquella en la que había trabajado más duro, aquella en la
que había vertido lo mejor de su música? Demasiada buena música : ese es el
problema. Cuando se procedió a los ensayos, se hizo obvio que la obra sería
excesivamente larga. Verdi empezó a cortar, pero el ensayo con vestuario se
prolongó desde la siete de la tarde hasta bien pasada la medianoche. Como
muchos de los patrocinadores de la Ópera de París vivian en barrios acomodados
de la periferia como Passy, y podían perder el ultimo tren que les llevaría a
sus casas, se dedicó a hacer cortes aún mayores, suprimiendo cinco minutos de
excelente música aquí, diez allá… Lo que se oyó en el estreno fue un Don
Carlos mutilado, pero Verdi, despiadado en términos de pragmatismo teatral,
nunca intentó restaurar ninguno de los pasajes cortados. Incluso hubo un tiempo
en que decía que la única versión autorizada de Don Carlos era la que
interpretó en París, cinco actos seriamente mutilados y un ballet. Luego cuando
se hizo obvio que los teatros italianos no respetaban este aviso y se dedicaban
a hacer más cortes omitiendo el Acto I íntegramente, se rindió y produjo una “versión definitiva” en cuatro actos,
aunque otra versión en cinco actos que apareció un par de años más tarde
sugiere que al final albergaba la esperanza de que los empresarios aceptasen el
rechazado Acto I. Durante muchos años
las compañias de ópera pudieron elegir entre cuatro o cinco actos
(invariablemente con el ballet), a menudo con cortes adicionales, y también a
menudo omitiendo la escena final.
Últimamente se ha redescubierto parte del
material rechazado por Verdi y se han realizado varias producciones (y dos
grabaciones) con todo o parte de este material. Los aficionados a Verdi están
de horabuena : se pueden oír de nuevo 45 minutos o más de auténtica “cosecha Verdi”, y las compañias
imaginativas pueden mezclar y jugar con el material recientemente descubierto y
con otros pasajes que Verdi revisó y que existen en dos o más versiones.
Personajes que harían el orgullo de Shakespeare
Todo esto está muy bien, pero, ¿por qué Verdi había calculado tan
desastrosamente mal? En la obra de Schiller Don Carlos, refundida como libreto
de ópera según sus propias instrucciones, había encontrado una serie de
personajes dignas del mismísimo “Papá”: la figura trágica
pero terrible de Felipe II, debatiéndose entre la Iglesia y el Estado, atrapado
por necesidades políticas en un matrimonio sin amor, y con un hijo rebelde que
despertaba las iras de la inquisición; este hijo Carlos, además estaba
perdidamente enamorado de su madrastra, la infeliz reina, Isabel de Valois cuya
tragedia no era tanto el haber sido casada contra su voluntad con un anciano en
vez de con su hijo, sino el penoso deber de preservar a dos pueblos de la
guerra y la destrucción. Hay otros dos personajes menos complejos pero también
apasionantes: el Marqués de Posa, amigo de Carlos, que sacrifica su propia vida
por amistad e idealismo, y la Princesa de Ébol I, víctima de su propio pecado
(fue antaño amante de Felipe) y de un espantoso error: haber sorprendido a
Carlos a solas con Isabel, tomando el silencio de él como una prueba de su amor
por ella. Aún hay un sexto personaje: un anciano sacerdote, ciego, tan débil
que sólo puede caminar ayudado por dos asistentes, pero ante el cual el mismo
Rey calla: el Gran Inquisidor. No es exagerado decir que Verdi nunca había
dispuesto de semejante plantel de personajes. Ni siquiera en obras compuestas
para la Ópera de París (donde los cinco actos eran la regla) había tenido tanto
campo para desplegarlos. Y estos personajes, según reconoció el propio Verdi
con bastante orgullo, no son simples retratos de sus equivalentes históricos
(Isabel pareció disfrutar como reina de España y Carlos era demente, un sádico
patológico). Verdi inventó una realidad más verosímil que la histórica. “Papá” se habría sentido orgulloso de él.
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