lunes, 18 de noviembre de 2013

UNA MANCHA EN EL EXPEDIENTE DE VERDI / AUDIOCLÁSICA

Recordado por grandes éxitos en el campo de la ópera que todavía cautivan al público, Verdi es considerado el autor de éxito por antonomasia. Así las cosas, ¿podia equivocarse? ¿Fue Don Carlos un error de cálculo?

En conjunto, Verdi no hizo mal las cosas. Desde el mismo principio de su carrera tuvo un instinto especial para el escenario, e incluso su primera ópera, Oberto, es una pieza de éxito seguro, aunque se suele añadir que con toda su crudeza : algún espíritu sensible todavía se estremece ante los ritmos aplastantes y las estridentes melodías del Verdi de los primeros años, desconcertantes hasta para sus contemporaneos; era como si abandonase la gran tradición del bel canto por un sensacionalismo melodramático.

Ahora empezamos a redescubrir al primer Verdi, y cada vez se hace más patente que muchas de esas crudezas son los primeros indicios de una visión: la de que la gran tradición operativa que había heredado tenía que cambiar. La revolución de Verdi se llevó a cabo en varios frentes que él uniría bajo en encabezamiento  único de la verdad. Se acabó de que los personajes principales tuviesen que llegar al escenario con una doble aria (primero la sección lenta o cavatina y después la ardiente, rápida y sensacionalista cabaletta) ¿Por qué cuando tres o más personajes cantan a la vez tiene que interrumpirse la acción, con los actores alineados en la parte anterior del escenario (como verduras en un puesto de mercado, dijo Rossini) cantando todos la misma música? ¿Por qué tenía que limitarse la ópera a los colores primarios cuando se trataba de describir las emociones humanas? Cuando se enfrentaba con preguntas como estas, a Verdi le gustaba responder: pregúntaselo a Papá” (Papá” era Shakespeare, para él el dramaturgo más grande desde los griegos, y su modelo de a qué tenía que aspirar la ópera.

Mucho trabajo y muchos cortes
Según Verdi, Shakespeare tenía que haber conocido a alguien tan malvado como Yago o tan jovialmente censurable como Falstaff, y en ambos casos imitó o mejoró la realidad. Pero Desdemona o Cordelia, Ahí Papá” había inventado la verdad. ¿Por qué se equivocó Verdi con Don Carlos, la más ambiciosa de todas sus óperas, aquella en la que había trabajado más duro, aquella en la que había vertido lo mejor de su música? Demasiada buena música : ese es el problema. Cuando se procedió a los ensayos, se hizo obvio que la obra sería excesivamente larga. Verdi empezó a cortar, pero el ensayo con vestuario se prolongó desde la siete de la tarde hasta bien pasada la medianoche. Como muchos de los patrocinadores de la Ópera de París vivian en barrios acomodados de la periferia como Passy, y podían perder el ultimo tren que les llevaría a sus casas, se dedicó a hacer cortes aún mayores, suprimiendo cinco minutos de excelente música aquí, diez allá… Lo que se oyó en el estreno fue un Don Carlos mutilado, pero Verdi, despiadado en términos de pragmatismo teatral, nunca intentó restaurar ninguno de los pasajes cortados. Incluso hubo un tiempo en que decía que la única versión autorizada de Don Carlos era la que interpretó en París, cinco actos seriamente mutilados y un ballet. Luego cuando se hizo obvio que los teatros italianos no respetaban este aviso y se dedicaban a hacer más cortes omitiendo el Acto I íntegramente, se rindió y produjo una versión definitiva en cuatro actos, aunque otra versión en cinco actos que apareció un par de años más tarde sugiere que al final albergaba la esperanza de que los empresarios aceptasen el rechazado Acto I. Durante muchos años  las compañias de ópera pudieron elegir entre cuatro o cinco actos (invariablemente con el ballet), a menudo con cortes adicionales, y también a menudo omitiendo la escena final. 

Últimamente se ha redescubierto parte del material rechazado por Verdi y se han realizado varias producciones (y dos grabaciones) con todo o parte de este material. Los aficionados a Verdi están de horabuena : se pueden oír de nuevo 45 minutos o más de auténtica cosecha Verdi, y las compañias imaginativas pueden mezclar y jugar con el material recientemente descubierto y con otros pasajes que Verdi revisó y que existen en dos o más versiones.

Personajes que harían el orgullo de Shakespeare


Todo esto está muy bien, pero, ¿por qué Verdi había calculado tan desastrosamente mal? En la obra de Schiller Don Carlos, refundida como libreto de ópera según sus propias instrucciones, había encontrado una serie de personajes dignas del mismísimo Papá”: la figura trágica pero terrible de Felipe II, debatiéndose entre la Iglesia y el Estado, atrapado por necesidades políticas en un matrimonio sin amor, y con un hijo rebelde que despertaba las iras de la inquisición; este hijo Carlos, además estaba perdidamente enamorado de su madrastra, la infeliz reina, Isabel de Valois cuya tragedia no era tanto el haber sido casada contra su voluntad con un anciano en vez de con su hijo, sino el penoso deber de preservar a dos pueblos de la guerra y la destrucción. Hay otros dos personajes menos complejos pero también apasionantes: el Marqués de Posa, amigo de Carlos, que sacrifica su propia vida por amistad e idealismo, y la Princesa de Ébol I, víctima de su propio pecado (fue antaño amante de Felipe) y de un espantoso error: haber sorprendido a Carlos a solas con Isabel, tomando el silencio de él como una prueba de su amor por ella. Aún hay un sexto personaje: un anciano sacerdote, ciego, tan débil que sólo puede caminar ayudado por dos asistentes, pero ante el cual el mismo Rey calla: el Gran Inquisidor. No es exagerado decir que Verdi nunca había dispuesto de semejante plantel de personajes. Ni siquiera en obras compuestas para la Ópera de París (donde los cinco actos eran la regla) había tenido tanto campo para desplegarlos. Y estos personajes, según reconoció el propio Verdi con bastante orgullo, no son simples retratos de sus equivalentes históricos (Isabel pareció disfrutar como reina de España y Carlos era demente, un sádico patológico). Verdi inventó una realidad más verosímil que la histórica. Papá” se habría sentido orgulloso de él.

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