PASACANCHA
DE: ORACIONES SIGLO XX
“EL MUNDO EN SUS MANOS”
“Santa María del Tráfico,
Santa María de la
Existencia,
Santa María de la
Intemperie,
Santa María de la Luna de
Miel,
Santa María de las Minas,
ruega por nosotros.
Santa María de las Clínicas,
Santa María de la Muerte,
Santa María del Amor
Hermoso,
Santa maría de la
Emigración, ruega por nosotros
[a Dios.
Santa María de la Calle,
Santa María de la Casa,
Santa María sin Vivienda,
Santa María del Silencio,
Santa María del Hambre,
Santa María del Sueldo
Escaso, ruega por nosotros
[a Dios.
Santa María de la Alegría,
Santa María de la Mujer
enferma,
Santa María del Hijo con
Parálisis,
Santa María del Fin de Mes,
Santa María de la Esperanza,
Santa María del Primer Hijo,
Santa maría de la Primera
Arruga, ruega por nosotros
[a Dios.
Santa María de la Amistad,
Santa María del Verano,
Santa María del Invierno sin
carbón,
Santa María del Novio que no
llegará,
Santa María del Cáliz y la
Primera Absolución,
Santa María del Cáncer,
ruega por nosotros
[a Dios.
Santa María del Viejo sin
Hijos,
Santa María del Jubilado sin
recuerdos,
Santa María Bajo las Bombas,
Santa María de la Tarde de
Domingo,
Santa María de la Noche,
Santa María de lo que ya no
será, ruega por
[nosotros a Dios.(…)
Santa María del Hombre.
Amén”.
(J. M. de Romaña)
Rafael de Andrés
DOM. XV DEL TIEMPO ORDINARIO
“En
ese día, saliendo Jesús de la casa, fue y se sentó a la orilla del lago.
Pero
se juntaron alrededor de él tantas personas que prefirió subir a una barca,
donde se sentó mientras toda la gente
estaba en la orilla. Jesús les habló de
muchas cosas mediante comparaciones. Les decía:
‘El
sembrador sale a sembrar; al ir sembrando, unos granos caen cerca del camino;
vienen las aves y se los comen. Otros granos caen entre piedras y, como hay
poca tierra, brotan pronto. Pero cuando sale el sol, los quema y, por falta de
raíces, se secan. Otros granos caen entre espinos; crecen los espinos y los
ahogan.
Otros, finalmente, caen en buena tierra y producen, unos el ciento,
otro el sesenta, y el otro el treinta por uno. El que tenga oídos, que entienda”… Mateo, 13, 1-23
El Reino de Dios responde a
unas preconcepciones de ruptura frente a las expectativas de la espiritualidad
judía, por eso se manifiesta en la serenidad y paciencia que tiene el sembrador
para recoger su fruto. Según este ejemplo, no es un Dios de irrupción, grandeza
y majestuosidad, sino de libertad y disposición por parte de cada hombre para
acoger su palabra y vivir conforme a la Voluntad del Padre. Hay que advertir
que Jesús mismo explica los diferentes componentes del ejemplo, para evitar
ambigüedades. Primera y única vez que sucede en el Evangelio de Mateo.
ESTÁ bien; no somos de
aquellos que escuchan la Palabra de Dios por una oreja y les sale por la otra;
tampoco de aquellos superficiales que se emocionan fácilmente y luego se
olvidan del asunto; tampoco de los que prefieren abocarse a los afanes del
mundo y se ven seducidos por la riqueza. Somos de los que acogen la Palabra de
Dios como tierra buena para que la semilla que cae dé fruto. Entonces nos toca
ver cuáles son esos frutos, teniendo en cuenta que la Palabra de Dios tiene el poder
de transformar la vida de quien la recibe con sincero corazón. El Espíritu
Santo va actuando en el creyente, llevándolo a una perfección que lo hará capaz
de hacer grandes cosas para gloria de Dios, provecho del prójimo y salvación de
su propia alma.
Veamos, pues, si así pasa con nosotros, la tierra buena. Nos ayuda San Pablo: “Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Ga. 5, 22-23).
Veamos, pues, si así pasa con nosotros, la tierra buena. Nos ayuda San Pablo: “Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Ga. 5, 22-23).
Caridad: ¿Cómo va nuestro
amor por Dios y por el prójimo?, ¿en qué se ve que lo vivimos? Gozo: ¿Hay gozo
en nuestro corazón? Sólo habrá gozo si nuestro corazón está puesto en Dios y
nuestra conciencia no nos acusa de nada. Paz: ¿Hemos logrado, por la apertura a
mi Dios, la tranquilidad, el sosiego de nuestra alma? Longanimidad: ¿Hemos alcanzado tener un alma
grande que nos haga generosos para con los demás? Afabilidad: ¿Somos agradables
y suaves en la conversación y el trato a los demás? Bondad: ¿Nos sentimos
naturalmente inclinados a hacer el bien?
Fe: ¿Tenemos puesta, realmente, nuestra
confianza en Dios? Mansedumbre: ¿Soy una persona pacífica?, ¿O me altero
fácilmente? Templanza: ¿Llevamos una
vida moderada, sobria y continente?, ¿O nos dejamos arrastrar por las pasiones
desordenadas? Si la semilla cayó en la buena tierra de nuestra alma limpia y
abierta a Dios, debemos estar dando todos estos frutos del Espíritu. Pero, si
no es así, ya tenemos tarea para varios meses.
Enrique Carrión,
Cuasiparroquia Virgen Peregrina-Lima
13 de julio del 2014.
DE MI ÁLBUM
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