viernes, 7 de julio de 2017

EL DÍA FESTIVO POR EXCELENCIA


DE: ORACIONES SIGLO XX

“CITA EN LOS CIELOS”

Señor: No todo es indiferencia religiosa en el mundo de hoy. No todo es ateísmo negador de tu existencia por caminos de técnica y ciencia. No todo es lucha abierta contra Ti y la religión. También existen almas que confiesan tener las fauces secas y deseosas de beberte para saciar su sed.

Como ese poeta moderno que dice así:

“Yo tengo sed de Ti, oh Alegría sin nombre. Sed
             [de Dios.
Cuando me muera, cerradme bien los ojos,
para que al interior, al fin vea abrirse los cielos.

Ausencia de todo mal … Oh día de un Día de oro.

En que sin noche en el alma, se verán desplegarse
las alas del metal del azur sobre los trigos.

Quiero ver, porque estoy hundido en la mentira
de la vida que no es la Vida. Que Dios me hunda
en El Que Es. (…).

Amiga mía, cuya voz hería el corazón del bosque:
tan dulce como fue tu voz, me hace falta una voz
más dulce y un Amor más dulce que el tuyo…

Cosas, yo no os he visto aun… Rosas,
¿cómo seréis vosotras en el cielo, en que se abre
la Rosa de mi Dios en que mi Dios reposa? … (…)

Oh Tú, que ves desde el cielo cómo son estas cosas:
que más tarde y al unísono de tu bello corazón
pueda yo verla en el verano de la Resurrección…”

                                               (Francis James)

Déjame, Señor, añadirte solamente mi deseo de
que todos los hombres tengan sed de Ti y la sacien
un día en el cielo.

                        Rafael de Andrés


DOM. XIV DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús nos presenta el motivo de su gratitud, Dios se hace accesible a todos, no es el resultado de unos iniciados o privilegiados como ocurría en los pueblos vecinos a Israel, con Dios se rompen las barreras y superan las diferencias.

Desde esta óptica, nos hace llegar al corazón del Evangelio, la estrecha e íntima unión entre el Padre y el Hijo. El único modo que tenemos de conocer al Padre, es acercarnos y dejarnos transformar por el Hijo. Este ejercicio de espiritualidad es entendido como un suave intercambio, en donde el hombre entrega aquellas cargas que lo atormentan y doblegan, y a cambio recibe, un yugo que invita a un cambio radical de vida.

Carguen con mi yugo

Por aquel tiempo exclamó Jesús: ‘Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo te alabo porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla’. Sí, Padre, así te pareció bien.

Mi Padre puso todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer.

Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio. Pues mi yugo es bueno y mi carga liviana”. Mateo 11, 25-30



Uno de los más grandes anhelos del ser humano es conocer a Dios, pues sabe que en Él se encuentra su origen y es tendencia en el hombre encontrarlo. Dios, mi origen, es quien puede revelarme quién soy yo, para qué he venido al mundo; Él es el único que puede dar sentido a mi vida. Por eso lo busco. Ya Felipe, el Apóstol, le pide a Jesús: Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (Jn. 14, 8). Conocer al Dios a quien, ahora sabemos, podemos llamar Padre.

Jesucristo es el Hijo de Dios Padre que ha venido del Cielo a revelárnoslo. Es más, en Él se nos revela el padre: “Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn, 14, 9).

Si tanto deseamos conocer a Dios, vayamos hacia Jesús, quien nos dice: “…y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt. 11, 27).

Seguir a Cristo es dejarse llevar al Padre, quien nos dice: “Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo (Lv. 19, 2). 

El camino que Cristo nos propone es el de la santidad de vida. Y esa vida santa debe reflejarse en nuestro pensar y en nuestro sentir. Jesús, modelo de santidad, nos propone: Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mt. 11, 29). Si vamos por este camino hacia el Padre, tendremos la certeza de que llegaremos a Él.

Mientras tanto, ¿qué nos toca? Levantarnos por la mañana y elevar una oración de acción de gracias al Padre, ofreciéndole nuestras obras de ese día. Vivir en presencia del Padre, dejándonos enseñar por el Hijo y permitiendo que el Espíritu Santo ayude a nuestra libertad a elegir lo que más nos conviene en orden a nuestra salvación. En la noche, dar gracias a Dios por el día que termina, haciendo examen de conciencia. ¿Qué más?  Dar culto al Padre en la Santa Misa los domingos y las fiestas de guardar. Pero, ¿por qué no dar culto al Padre diariamente?  La misa diaria es capaz de transformar la vida del cristiano: la luz de la Palabra de Dios y el poder de la gracia sacramental que nos es dada en la Sagrada Comunión no puede dejar igual a quien las recibe. Conocer al Padre es tener experiencia del Padre; y sólo Cristo, Mediador, nos hace capaces de conseguir ese encuentro con el Padre.

Enrique Carrión. Cuasiparroquia Virgen Peregrina-Lima. (6, de julio del 2014)

DE MI ÁLBUM
(Pasacancha)





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