SEGURAMENTE acierto al decir
lo que está pasando por la cabeza de la gente y se oye por todas partes: así
como está, Brasil no puede continuar. La corrupción generalizada, por haber
sido naturalizada, ha contaminado todas las instancias públicas y privadas. La
política está podrida. La mayoría de los parlamentarios no representa al
pueblo, sino a los intereses de las empresas que financiaron sus campañas
electorales. Están anticuados, perpetuando la política tradicional de las
coaliciones espurias, de los negocios turbios y los chanchullos a cielo
abierto.
El actual presidente no
muestra ninguna grandeza, no piensa en el pueblo ni en las graves consecuencias
de sus medidas sociales, sino en su biografía. Seguramente entrará en la
historia, pero como el presidente de las anti-reformas, el presidente ilegítimo
del anti-pueblo que desmanteló los pocos avances sociales que beneficiaban a
las grandes mayorías siempre maltratadas.
El proyecto de los que
dieron el golpe parlamentario es del neoliberalismo más radical, en crisis en
todo el mundo, que se expresa por las privatizaciones aceleradas y por el
enganche de Brasil al proyecto-mundo para el que el pueblo y los pobres son
estorbo y peso muerto. Ellos no merecen esta maldición. Lucharemos para que
haya el mínimo de compasión y de humanidad que siempre faltó por parte de los
herederos de la Casa Grande.
Estamos en el vuelo ciego de
un avión sin piloto. Pocos se atreven a presentar un nuevo sueño para Brasil. Pero
tengo para mí que el analista político, de sólida formación académica, Luiz
Gonzaga de Sousa Lima, lo intentó con su libro La refundación de Brasil:
rumbo a una sociedad biocentrada (Rima, São Carlos 2011). Por desgracia, no
ha recibido hasta ahora el reconocimiento que merece. Pero en él se vislumbra
una visión actualizada con el discurso de la nueva cosmología, de la ecología y
contra el pensamiento único, recogiendo las alternativas para otro mundo
posible.
Me permito resumir su
estimulante pensamiento, que expuse con más detalle en esta misma columna en
mayo de 2012.
El desafío, para él,
consiste en gestar otro software social que nos sea adecuado y que nos
dibuje un futuro diferente. La inspiración viene de algo muy nuestro: la
cultura brasilera. Esta ha sido elaborada en su mayor parte por los
esclavos y sus descendientes, por los indígenas que quedaron, por los
mamelucos, por los hijos e hijas de la pobreza y del mestizaje. Gestaron algo
singular, no deseado por los dueños del poder, que los despreciaron siempre y
nunca los reconocieron como sujetos de derechos y como hijos e hijas de Dios.
De lo que se trata ahora es
de volver a fundar Brasil, «construir, por primera vez, una sociedad humana en
este territorio inmenso y bello; que lo habite, por primera vez, una sociedad
humana de verdad, lo que nunca ha ocurrido en toda la era moderna, desde que
Brasil fue fundado como una empresa mundializada. Fundar una sociedad es el
único objetivo capaz de salvar nuestro pueblo». Se trata de pasar de un Brasil
como estado económicamente globalizado, como quieren los gobernantes actuales
tras el golpe parlamentario, a un Brasil como sociedad biocentrada, es decir,
como sociedad cuyo eje estructurador es la vida en toda su diversidad; a ella
se ordena todo, pero principalmente la economía y la política.
Al fundarse de nuevo como
sociedad humana biocentrada, el pueblo brasilero dejará atrás la modernidad,
podrida por la injusticia y por la ganancia, que está conduciendo a la
humanidad, por causa de su falta de sentido ecológico, a un camino sin retorno.
No obstante, la modernidad entre nosotros, bien o mal, nos concedió forjar una
infraestructura material que puede permitirnos la construcción de una
biocivilización que ama la vida humana y la comunidad de vida, que convive
pacíficamente con las diferencias, dotada de increíble capacidad de integrar y
de sintetizar los más diferentes factores y valores, estos que están siendo
negados por la ola de odio y de prejuicios surgida en los últimos tiempos, que
contradice nuestra matriz fundamental.
En este contexto Souza Lima
asocia la refundación de Brasil a las promesas de un tipo de sociedad nuevo,
diferente de la que heredamos del pasado, agonizando ahora con la crisis
actual, incapaz de proyectar un horizonte de esperanza para nuestro pueblo.
Para este propósito se hace urgente una reforma política que será la base de un
nuevo pacto social.
Para este pacto social nuevo
se debe poner como referencia básica a la nación, no a los partidos, y contar
con la buena voluntad de todos para, finalmente, gestar algo nuevo y promisor.
Mi esperanza no se apaga y
se traduce en el verso de Thiago de Mello en los tiempos sombríos de la
dictadura militar: “está oscuro, pero canto”.
Leonardo BOFF/ 1 DE JULIO DEL 2017.
DE MI ÁLBUM
(Baltikum)
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