viernes, 14 de octubre de 2011

ANTOLOGÍA, POETAS JÓVENES DE AMÉRICA, BRASIL, Alberto Guillén.

                                          I

   La noche se divide para que aparezcas,
prolongo tu presencia entre los sueños cortados.

   Veo que a lo lejos el cielo camina,
las montañas respiran la luz de las estrellas,
y en la ausencia de los hombres
el tallo del tiempo sube silencioso.

   Sobre la noche, que resbala
te conservo inmóvil entre mis ojos y la vida.

   En mi pesamiento reconozco campos extensos que se abren
y escucho las lágrimas germinando subterráneas...

   ¡Ah! Mis sonrisas murieron al florecer tristezas antiguas.
Cómo te he de recibir en este día tan posterior.

                                      II

   Mis palabras son la mitad de un diálogo obscuro,
continuado a través de años y años imposibles.

   Ahora comprendo el sentido y la resonancia
que también traes de tan lejos en tu voz.

   Nuestras preguntas y respuestas se reconocen
como los ojos dentro de los espejos.

   Nos hablamos desde los extremos de la noche
como desde playas opuestas.

   Un mar de estrellas se balancea entre mi pensamiento y el tuyo.

                                                                       CECILIA MEIRELLES.

   ORACIÓN

   La puerta se abre para el mundo claro.

   Misterio de este árbol bondadoso...
Arbol:
cosa ruda y perfecta, agarrada a la tierra,
palma abierta en el cielo, raíz en la tierra.

   Palpo la corteza del tronco,
mi mirada goza en la danza aérea del follaje.

   Árbol:
mira a tus pies el hombre de las pupilas inquietas
y de las manos que no paran,
vertical y andariego él mide el mundo:
su mirada abarca la curva del azul.

   ¡Enséñame a brotar!
Enséñame a enraizar,
y quedar en la contemplación de la misma sombra satisfecha.

   Enséñame a subir, subir a mí.

   Claro, profundo quiero mi destino:
que yo sea una fuerza tan bondadosa y alta
como este árbol verde esparcido en el azul...
¡Erguir los brazos bien alto y gritar mi amor!
(Cada palabra sea un nido sobre el dolor.)

   Nací al medio día, cuando las sombras morían,
y las cIgarras cantaban bebiendo el sol.
Mas tengo pena de la sombra.

   Que yo sea una fuerza tan profunda y tan humilde
como la raíz de este árbol agarrado al suelo.

                                                 AUGUSTO MEYER.

SINCERIDAD

   Yo no quiero ser un agrupador de palabras,
un combinador de sonoridades vacías...

   Cuando el ala de seda, mensajera de la belleza,
venga a rozar con un beso mi frente,
ordenando que hable,
que yo no sea tentado de jugar con las sílabas cantantes
de una palabra sin sentido...
Que yo quede mudo,
envuelto en la grave sinceridad de mi silencio.

                                                 LACERDA PINTO.

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