domingo, 16 de octubre de 2011

ANTOLOGÍA: POETAS JÓVENES DE AMÉRICA: ALBERTO GUILLÉN. BOLIVIA.

MEMENTO POR EL CABALLERO DON FRANCISCO PIZARRO.

   Ay, señor Capitán don Francisco Pizarro,
tan cristiano y tan pérfido; tan pérfido y tan pobre.
No eres ya para el Inca el Pizarro bizarro;
de antimonio los ojos y las barbas de cobre.

   Definitivamente solitario y enteco,
sin rodela ni yelmo, sin cruz ni gonfalones;
estirado y ridículo como un gorila seco,
con una alcanforada gorguera de algodones.

   ¡Con qué espantable gozo de burlas muequearía,
troncada y recorosa la cabeza de Almagro!
esta es la momia escuálida del Capitán que un día
hizo brotar a tajos la rosa del milagro.

   Si no hay Cozcos, ni Tumbes, ni Cajamarcas...nada
que discutir pudiéramos como aquel áureo disco,
frente al Crucificado jugaremos tu espada
para siempre tullida, Capitán don Francisco.

   Se olvidaron los nombres de los "Trece del Gallo"
-insomnes gerifaltes tras el tímido buque- ,
y del trote atronante que trotó tu caballo,
y del hierro de Soto y del cofre de Luque.

   Tendieron tu osamenta teñida de amarillo
ante el ingenuo voto de una flor y una cera;
¡mejor dieran de nuevo los puñales su brillo!,
¡mejor los viejos lauros para tu calavera!

   ¿Qué imperiales gargantas ceñirá tu manopla?
¿Qué Ñustas violaremos debajo tus banderas?
Un ventarrón de siglos irremediable sopla
entre el fulgor insigne de las santas hogueras.

   Disecadas tus águilas, te redujo el gusano
al marquesado irónico de esta capilla exigua..
¡Alza la fiera mano, mi señor, y tu mano
trazará desafíos como en la gesta antigua!

   ¡Marqués, hasta mañana! La tarde se hace inquieta...

La paz está contigo... Nos veremos después
del tremendo ulular de la última trompeta...
¡No olvide la armadura, mi señor el Marqués!

                       LUIS FELIPE LIRA GIRÓN.

ORACIÓN

    Por el alma del Capitán
Francisco Pizarro van
nuestras preces y nuestros ramos.
Y aunque fue glorioso digamos:
¡Dios tenga en gloria al Capitán!

                    LUIS FELIPE LIRA GIRÓN.


LA CASA VACÍA

   Retumba el aldabón
de la ferrada puerta,
y en la calle desierta
se encoge de pavura el corazón.

   Nadie ha llamado, nadie.
Pero hay alguien
por quien los perros aúllan azorados.

   La casa abandonada
de mucho tiempo atrás,
es hoy morada
¡de murciélagos no más!

   Espeluznante
cual oprimido aliento
de agonizante,
crispando los cabellos del viandante,
pasa un viento glacial que no es el viento.

                           GREGORIO REINOLDS.

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