CARUSO, BJORLING Y GIGLI : ¿Podrán desbancarles los “Tres tenores” de
nuestros tiempos?
Un Nuevo CD califica a Caruso, Bjorling y Gigli como tenores
insuperables. Siguiendo la estela de los “Tres Tenores”, Audioclásica analiza
el arte de los cantantes y los riesgos de la fama.
¿Qué tienen los tenores para llamar de esa manera la atención del público?
No siempre ha sido así. Hace 200 años eran los castrati los que
se llevaban la fama; hace treinta, María Callas: su extraordinaria fama se debía
a una explosiva combinación de talento único como artista y una espectacular
vida privada.
En cuanto a los castrati y los tenores, lo que parece atraer de
ellos es la posibilidad de un “desastre”. En cierta ocasión en la que le
preguntaron por el secreto de su éxito, Caruso respondió: “Es el miedo en mi
voz”. Bien puede ser que la extraña naturaleza del sonido de un tenor o un castrato
sea su primer atractivo. No debemos descartar “factor riesgo” en el tenor como
uno de los alicientes para el público asistente a la ópera.
La relación entre la juventud y la voz de tenor se debe a una especie de
accidente histórico de finales del siglo XVIII: antes esa voz había sido
utilizada para interpretar a ancianos o incluso damas de cierta edad; los jóvenes pertenecían al ámbito de los castrati
o mezzosopranos: en Las Bodas de Fígaro, por ejemplo, el
incorregible y rijoso Cherubino está interpretado por una mezzo.
El nacimiento del tenor como héroe romántico
El tenor como héroe romántico es un fenómeno de desarrollo relativamente
tardío en la historia de la ópera. Mozart era más partidario de utilizar en
sus óperas alemanas que en las italianas, y su pleno establecimiento llegó con
Donizetti en Italia y Weber y sus sucesores -entre los cuales se contaba
Wagner- en Alemania; los compositores del bel canto, por su parte, solían
mostrar más interés por las mujeres que por los hombres. El tenor italiano
alcanza su plena estatura como héroe con Verdi, en una sucesión de grandes
personajes que llega a su punto culminante con Radames y Otelo. El repertorio
italiano de Caruso, Gigli y Bjorling (nacidos en 1873, 1890 y 1911,
respectivamente) estaba formado sobre todo por obras compuestas durante el
siglo XIX. Caruso creó varios de los papeles que cantaba, como el héroe de La
Fanciulla del West, de Puccini. Su repertorio favorito -una pocas óperas de
Donizetti, alguna que otra composición de Gluck, Verdi, Puccini, y
especialmente, Leoncavallo y Mascagni, casi nunca Mozart-se alternaba
continuamente con canciones populares que interpretaron durante sus respectivas carreras. Dejaron de lado el repertorio alemán, a excepción de Caruso, que cantó
en unas pocas representaciones de Lohengrin. Como nos repiten hasta la
saciedad los compositores de ópera italianos, este género no era considerado
como algo aparte, gracias sobre todo a la propaganda de Wagner en defensa de la ópera
como factor de la revolución social.
Analizando a los tres tenores “antiguos”
Caruso siempre ocupará su puesto especial al ser el primero en realizar
grabaciones de forma extensiva: nos han llegado más de 250 canciones de su
repertorio, fechadas entre 1902 y 1920, esto es, poco antes de su muerte. No le
conocemos en un papel completo, pero sí tenemos varios dúos y grupos en los
que participó. Si podía insuflar vida a cada frase es algo cuestionable, y sería
bueno haber oído el efecto general con un buen director, ya que los empleados
para coordinar los pequeños conjuntos instrumentales apiñados cerca del micrófono
eran perfectos desconocidos con un papel meramente funcional. Aún así su tono
sobrevive, y la calidad de la grabación puede ser medida por cómo se debilita
y oscurece ese tono con el paso del tiempo.
De Gigli sí que tenemos varias óperas completas, acompañado por grandes
nombres en Tosca, Madame Butterfly y Un ballo in maschera. Su
tono, tan dulce, destaca en canciones como “Matinatta”, de Leoncavallo. Parecía
haber nacido cantando, y el esfuerzo que notamos en la voz de Caruso no aparece
en la de Gigli en “Vesti la giubba”. Era como una estrella de pop sin vanidad
ni publicidad.
Bjorling, cuyos tonos argentinos son calcificaciones como “nórdicos” de
forma inevitable, fue calcificado por la viuda de Caruso como el tenor más
parecido a su difunto esposo. Sugiere cierto distanciamiento, y ni siquiera sus
fans más empedernidos pueden decir que tenía dotes especiales para la
caracterización. Con una voz tan bella la expresividad parece serle intrínseca,
y así lo podemos oír en su famosa aria del Acto I de La Boheme : el tono
de ternura y calidez es el apropiado. Eligió su repertorio con mucho cuidado, y
su papel más enérgico era la parte del tenor del Requiem de Verdi, como Gigli.
Ninguno de estos tenores interpretó
Otello entero, como ha hecho Domingo en múltiples ocasiones, o Pavarotti en
unas pocas.
El problema con los tenores de hoy…
No se trata de discutir si el arte de la interpretación de óperas
italianas ha perdido calidad respecto a las alemanas, pero sí que ha cambiado.
Es inevitable, dado que las óperas de estilo italiano que interpretan los
cantantes forman ya parte de la historia: la última ópera compuesta por un
italiano es Turandot, de Puccini, estrenada hace 70 años. Los cantantes
actuales tienen un estilo que les sirve para todas las obras escritas hace más
de un siglo, mientras que a Caruso se le podía oír adaptando su estilo
cuidadosamente a Donizetti de distinta forma que a Leoncavallo. Su estilo
deshinbido era fruto de un entrenamiento tan exhaustivo que no había razón
alguna para el miedo, por mucho que lo sintiese. Lo mismo es aplicable a Gigli
y Bjorling, y con una fama tan justa como la que gozaron, tuvieron varios
contemporáneos que apenas fueron menos celebrados. Eso ya no ocurre: los “nuevos
tres tenores”se han beneficiado de las operaciones de la industria cultural de
la que forman parte, exactamente igual que Alagna, pero no hay muchos que
puedan sustituirlos.
Parece ser que si un arte interpretativo deja de producir obras las
antiguas también se resienten, aunque se pueda esperar lo contrario. También se
puede deducir que sentimos cierta debilidad por los cantantes con los que
vivimos. Lo que es cierto es que lo que era una especie rara parece hacerse
cada vez más rara, y eso es tanto una ventaja como un riesgo para los recién
llegados al escenario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario