miércoles, 1 de mayo de 2013

SAINT-SAENS : EL CARNAVAL DE LOS ANIMALES / Bárbara HAMMOND


EL CARNAVAL DE LOS ANIMALES DE SAINT-SAENS es su obra más conocida, por eso es extraño que el propio autor prohibió su representación en vida; Bárbara Hammond explica la extraña historia de esta obra extraordinaria, y nos presenta  los mejores disfraces...

Parece extraordinario que Saint-Saëns compusiese una pieza tan divertida como El carnaval de los animales el mismo año que su sinfonía n° 3 para órgano, una obra que ha sido considerada como uno de los mejores ejemplos de la música sinfónica francesa del siglo XIX. Pero cuando se profundiza en el conocimiento de Saint-Saëns se hace evidente que esta “gran fantasía zoológica” es una muestra del gran catálogo de excentricidades que conforman el carácter del compositor y el hombre.
   Desde su lanzamiento en la escena musical a los tres años como niño prodigio, a través de sus años de defensor de la modernidad y la innovación representada por Wagner y Liszt, hasta su ansiedad en los últimos años ante la música moderna -detestaba a Debussy y Strauss, y se horrorizó en 1912 por el estreno de La consagración de la primavera de Stravinsky - las dotes de Saint-Saëns como pianista y organista (su celebridad era paralela a la de Liszt), y su aspiración como compositor, nunca menguaron. Durante su larga vida compuso “como un manzano produce manzanas”, y su producción alcanzaba 300 obras a su muerte en 1921, con 85 años.
   Pero si Saint-Saëns se tomó muy en serio su carrera musical, también era famoso por su afición a hacer payasadas. Era el alma de las veladas musicales con sus ocurrencias y su ingenio cáustico. En Rusia bailó un impromptum con Tchaikovsky, acompañando al piano Nicholas Rubinstein, y en la mansión parisina de Paulina Viardot, la amante de Iván Turgueniev, su número preferido era tocarse con una peluca rubia rizada y un sombrero para cantar, con falsete, el “Aria de las joyas” de Fausto de Gounod. Por si no fuese suficiente, también era capaz de embutirse en un vestido rosa ajustado y tenderse como un cadáver que Turgueniev, como médico, fingía diseccionar.
   Precisamente para una de estas veladas musicales compuso, a toda prisa, El carnaval de los animales, durante unas vacaciones en Austria en 1886. Sería una sorpresa para el concierto anual de Martes de Carnaval del violonchelista Charles Lebouc, y el retrato del cisne para violonchelo y piano era un regalo especial para que lo tocasen él mismo y Lebouc. Esta interpretación en privado fue seguida días después, por otra en la sociedad “La Retrompette”, llegando la noticia a Liszt, que se encontraba en París; como consecuencia, Liszt pidió a la señora Viardot escuchar la pieza en su casa, y así se ofreció un tercer concierto privado el 2 de abril.
  ¨Pero hasta el 25 de febrero de 1922, pocos meses después de la muerte de Saint-Saëns, no se estrenó la pieza en público ni se permitió la publicación de la partitura. ¿La razón? Saint-Saëns era lo suficientemente inteligente como para saber que tan pronto como El carnaval fuese presentado en público, el respeto que inspiraban sus composiciones serias podía quedar menoscabado, así que en el fondo no era un tonto, ya que la popularidad de El carnaval de los animales y Danse macabre ha eclipsado virtualmente a sus composiciones “serias“, ya que pocas, excepto quizás la tercera sinfonía y el segundo concierto para piano, pueden alardear de tanto reconocimiento.
   El carnaval es admirdo por adultos y niños por igual gracias a su aparición en conciertos, discos, radio, pero además aparece últimamente en bandas sonoras y anuncios de TV que venden de todo. Si Saint-Saëns pudiese ver la televisión o el cine seguro que haría en su tumba una de sus bromas para celebrarlo.
AUDIOCLÁSICA, N° 52

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