EL CARNAVAL DE LOS ANIMALES DE SAINT-SAENS es su obra más conocida, por
eso es extraño que el propio autor prohibió su representación en vida; Bárbara Hammond explica la extraña historia de esta obra extraordinaria, y nos presenta los mejores disfraces...
Parece extraordinario que Saint-Saëns compusiese una pieza tan divertida
como El carnaval de los animales el mismo año que su sinfonía n° 3 para órgano,
una obra que ha sido considerada como uno de los mejores ejemplos de la música
sinfónica francesa del siglo XIX. Pero cuando se profundiza en el conocimiento
de Saint-Saëns se hace evidente que esta “gran fantasía zoológica” es una
muestra del gran catálogo de excentricidades que conforman el carácter del
compositor y el hombre.
Desde su lanzamiento en la
escena musical a los tres años como niño prodigio, a través de sus años de
defensor de la modernidad y la innovación representada por Wagner y Liszt,
hasta su ansiedad en los últimos años ante la música moderna -detestaba a
Debussy y Strauss, y se horrorizó en 1912 por el estreno de La consagración
de la primavera de Stravinsky - las dotes de Saint-Saëns como pianista y
organista (su celebridad era paralela a la de Liszt), y su aspiración como
compositor, nunca menguaron. Durante su larga vida compuso “como un manzano
produce manzanas”, y su producción alcanzaba 300 obras a su muerte en 1921, con
85 años.
Pero si Saint-Saëns se tomó muy
en serio su carrera musical, también era famoso por su afición a hacer
payasadas. Era el alma de las veladas musicales con sus ocurrencias y su
ingenio cáustico. En Rusia bailó un impromptum con Tchaikovsky, acompañando al
piano Nicholas Rubinstein, y en la mansión parisina de Paulina Viardot, la
amante de Iván Turgueniev, su número preferido era tocarse con una peluca rubia
rizada y un sombrero para cantar, con falsete, el “Aria de las joyas” de Fausto
de Gounod. Por si no fuese suficiente, también era capaz de embutirse en un
vestido rosa ajustado y tenderse como un cadáver que Turgueniev, como médico,
fingía diseccionar.
Precisamente para una de estas
veladas musicales compuso, a toda prisa, El carnaval de los animales,
durante unas vacaciones en Austria en 1886. Sería una sorpresa para el
concierto anual de Martes de Carnaval del violonchelista Charles Lebouc, y el
retrato del cisne para violonchelo y piano era un regalo especial para que lo
tocasen él mismo y Lebouc. Esta interpretación en privado fue seguida días
después, por otra en la sociedad “La Retrompette”, llegando la noticia a Liszt,
que se encontraba en París; como consecuencia, Liszt pidió a la señora Viardot
escuchar la pieza en su casa, y así se ofreció un tercer concierto privado el 2
de abril.
¨Pero hasta el 25 de febrero de
1922, pocos meses después de la muerte de Saint-Saëns, no se estrenó la pieza
en público ni se permitió la publicación de la partitura. ¿La razón? Saint-Saëns
era lo suficientemente inteligente como para saber que tan pronto como El
carnaval fuese presentado en público, el respeto que inspiraban sus
composiciones serias podía quedar menoscabado, así que en el fondo no era un
tonto, ya que la popularidad de El carnaval de los animales y Danse macabre ha
eclipsado virtualmente a sus composiciones “serias“, ya que pocas, excepto quizás
la tercera sinfonía y el segundo concierto para piano, pueden alardear de tanto
reconocimiento.
El carnaval es admirdo por
adultos y niños por igual gracias a su aparición en conciertos, discos, radio,
pero además aparece últimamente en bandas sonoras y anuncios de TV que venden
de todo. Si Saint-Saëns pudiese ver la televisión o el cine seguro que haría en
su tumba una de sus bromas para celebrarlo.
AUDIOCLÁSICA, N° 52
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