miércoles, 1 de mayo de 2013

PELIGROS DE LA TENSIÓN EMOCIONAL / Walter MCQUADE


Un cúmulo impresionante de pruebas recientes demuestran que la tensión y la irritación de cada día producen más enfermedades coronarias que todas las causas juntas a las cuales se achacaban tradicionalmente estos males: las grasas, el humo del tabaco y la falta de ejercicio.

   DESDE HACE mucho tiempo se intuía que la cólera reprimida puede estallar;  es decir, que la tensión prolongada es capaz de enfermar a la gente. Esta idea popular cuenta ahora con un número considerable de pruebas científicas que la abonan. Trabajando independientemente, varios grupos de investigadores médicos norteamericanos recogieron un gran cúmulo de constancias en que los factores emocionales aparecen como responsables, en primer término, de muchas de las enfermedades crónicas que afligen a los varones de edad madura, principalmente de las afecciones cardíacas. Poniendo en tela de juicio un dogma médico, esos facultativos niegan que los alimentos grasosos, el hábito de fumar y la vida sedentaria constituyan los peligros mayores para los hombres que están en pleno rendimiento. Afirman que es mucho  más importante la tensión sicosomática, esto es,  las reacciones involuntarias del organismo ante las exigencias de la vida que llevamos de grado o por fuerza.
   Esas reacciones orgánicas están profundamente enraizadas en la prehistoria. El hombre primitive sobrevivió en un medio brutal porque, además de un cerebro más perfeccionado, poseía mecanismos de respuesta orgánica que funcionaban instatánea e impremeditadamente cuando se veía en peligro. Imaginémonos a un primitivo haciendo la digestion después de la caza, tumbado al sol en la entrada de su caverna. De pronto advierte la sombra de un carnívero que acecha en busca de presa. Sin pensarlo, nuestro hombre reacciona con una multitud de recursos corporales.  Descarga en su sangre una secreción de adrenalina, que envía a los músculos y al cerebro las fuerzas almacenadas en forma de azúcar y de grasas, movilizando instantáneamente toda la energía y estimulando el pulso, la respiración y la tension arterial. La digestion cesa inmediatamente a fin de que toda la energía esté disponible para la tarea de afrontar el peligro. Aumenta el índice de coagulación sanguínea, para el caso de sufrir heridas. Los glóbulos rojos se desbordan del bazo para ingresar en el acelerado torrente sanguíneo y ayudar a que el sistema respiratorio absorba el oxígeno y expela al anhidrido carbónico cuando el hombre prehistórico ataque a garrotazos a la bestia acechante, o cuando se precipite dentro de la cueva en busca de refugio.
   Hoy, según los investigadores de la tension sicosomática, el hombre de negocios de character active y emprendedor reacciona en una forma químicamente muy parecida, aunque las amenazas de nuestra época suelen ser de tipo abstracto: por ejemplo un frío memorando de un superior en que se insinúa “fusionar su sección con la de almacenes y establecerse en otra region”. Las hormonas se vierten precipitadamente en la sangre; el pulso se acelera. Pero el gerente que recibe ese memorando no puede luchar físicamente ni huir. Obligado por las circunstancias a mantener la calma, reprime el temor o la cólera y los acumula sin poderlos dirigir contra un objetivo adecuado, a no ser contra él mismo. Si la amenaza cede o queda superada, vuelve la estabilidad.; pero si el ataque se prolonga, el sistema de defensa del hombre agredido se va debilitando gradualmente. Y entonces sobreviene el daño.
   El Dr. Hans Selye, canadiense que se ha convertido ya en autoridad mundial por lo que se refiere a las cosecuencias de la tension sicosomática (stress), compara la dotación de energía que trae cada hombre a la vida –esto es, su capacidad paa resistir la tensión-  con los mantos petrolíferos profundos: una vez que se ha extraído a la superficie y se ha quemado, el petróleo se acaba. Si el hombre elige una carrera en que predominan las tensiones, gasta pronto su dotación y envejece rápidamente. Entonces será un candidato óptimo para sufrir un temprano ataque coronario. Si no adquiere una enfermedad coronaria, tendrá jaquecas, úlceras, asma o colitis ulcerante; o quizá choque en la carretera, pues las personas con tensiones son más propensas a los accidentes. Hablando en términos generales , el hombre, cazador de otras especies, se caza a sí mismo en su interior.
   En los Estados Unidos la investigación de este tipo de tension se centra cada vez más –y no sin razón-  en las enfermedades cardiacas. Los padecimientos cardiovasculares cobran ahora un pavoroso total anual de vidas de norteamericanos en pleno vigor de la edad madura. En gran parte, según John French, hijo, el probelma está en el trabajo que uno desempeñe. “Las organizaciones actuales pueden imponer tensiones que amenazan seriamente el bienestar material y sicológico de la gente que pertenece a ellas. Cuando un hombre muere o queda incapacitado por un ataque cardiaco, cabe tanta culpa a la organización como al individuo y a su familia”. Una encuesta organizada en toda la nación y dirigida por Robert Kahn, colega de French, encontró pruebas de que hay una tension de tipo ocupacional muy extendida. Según esa encuesta, el 35 por ciento de los empleados interrogados se quejaron de no conocer claramente los fines ni las responsabilidades del trabajo que desempeñaban. Casi la mitad –el 48 por ciento- se sentían a menudo atrapados entre personas que les pedían cosas diferentes. Aproximadamente el 45 por ciento de los entrevistados se lamentaron de excesos de trabajo, de que les exigían más del que podían desempeñar en una jornada normal, o más del que eran capaces de hacer lo bastante bien para no sufrir en su amor propio.
   Entre estas tensones del trabajo que se descubrieron en la encuesta estaban la inseguridad que asalta a quien tiene que ejecutar actividades desacostumbradas; el trato con jefes o subordinados difíciles;  la preocupación de tener que asumir la responsabilidad de otros; la sensación de no intervener en las decisiones que rigen el trabajo propio (sentimiento de frustración que, según French, merma claramentge la productividad).
   Los cargos de gerencia son los cargos más peligrosos que la mayoría de los trabajos restantes. En un detallado studio hecho por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, en el Centro Goddard de Vuelos Espaciales, los investigadores de la Universidad de Michigan hallaron que los administradores estaban mucho más expuestos a la tension que los ingenieros o los científicos. La responsabilidad por otras personas –explica French- produce más tension que la responsabilidad por las cosas.
   El studio de los investigadores de la Universidad de Michigan viene a confirmer otro que hicieron dos cardiólogos de California –Meyer Fridman y Ray Rosenman- y su equipo del Instituto Harold Brunn, del Hospital Monte Sión, en San Francisco. En los últimos 17 años esos especialistas, que dedicaron miles de horas a su labor, reunieron un número enorme de datos, de los cuales se sigue que ciertas formas de conducta y ciertos tipos de tension común en nuestros días, son los principales responsables de la abundancia de ataques coronarios entre los norteamericanos de edad madura, y que también el tipo de personalidad es de importancia decisiva en este aspecto.
   El rograma de pruebas que consideran más convincente es el iniciado en 1960. Entrevistaron a un total de 3500 varones de edades comprendidas entre los 39 y 59 años, sin antecedents de enfermedades coronarias, y los clasificaron en dos tipos: el designado como tipo A, que se caracteriza por sus impulsos relativamente intensos, agresividad, ambición, espíritu de competencia, afán de hacer las cosas y prisa constante; y el designado como tipo B, de personas que pueden ser igualmente serias en su conducta, pero tienen costumbres más apacibles, rara vez se impacientan y dedican más tiempo a las distracciones; no se sienten apremiadas por el reloj; no están preocupadas por los logros sociales, tienen espíritu de competencia y hasta hablan más moduladamente. Lo raro del caso es que las personas del tipo A se acuestan la mayoría de las noches más temprano que las del tipo B, quienes tienden a interesarse por cosas que no son importantes para su carrera, se desvelan más o cultivan con mayor gusto la vida social. (La nayoría de la gente presenta una mezcla de los tipos A y B,  pero el entrevistador avezado descubre en cada individuo el predominio de uno u otro).
   Hasta ahora, 257 personas del grupo de prueba (formado aproximadamente por una mitad del tipo A y otra del B) han sufrido enfermedades coronarias. El 70  por ciento de las víctimas son del tipo A. Así pues, en la edad Madura, las personas del tipo A están de dos a tres veces más expuestas a estos padecimientos que las del tipo B.
   Todavía más revelador es el cuadro que apareció cuando se valoraron los tipos A y B en relación con los factores generalmente considerados como peligrosos para el corazón. En conjunto, el tipo A tenía concentraciones más elevadas de colesterol que el tipo B, pero se descubrió que incluso las personas de tipo A, que, según los conocimientos tradicionales, hubieran sido clasificadas como más sanas por su tensión arterial, antecedentes familiares y otros factores predisponentes, eran más propensas a los padecimientos coronarios.  Y a la inversa, los hombres del tipo B podían acusar factores adversos de tensión arterial, o de otra índole, y sin embargo ser relativamente inmunes. El Dr. Rosenman informó que cualquier tipo B cuyos niveles de colesterol y otros ácidos grasos estén dentro de los límites normales, “tiene completa inmunidad a las enfermedades coronarias, aunque ingiera muchas grasas y colesterol, tenga antecedentes familiares y fume y lleve una vida sedentaria”.
   ¿Cómo se forma el tipo B o el tipo A? Los citados cardiólogos no lo saben, pero para ellos es evidente que en el proceso de diferenciación intervienen tanto la herencia como el medio. Los tipos A se sienten naturalmente atraídos a profesiones que requieren agresividad y donde siempre hay prisa. La vida de nuestros días abunda en esas carreras. Pero las personas de tipo A tienen que refrenar sus ímpetus, aunque les cueste trabajo, aconseja el Dr. Friedman.
   En todo el mundo se estudian hoy la tensión y sus efectos. En 1950 Hans Selye publicó el primer tratado acerca del tema, pero posteriormente se presentaron casi 6000 informes independientes sobre la tension.
   Ahora que también los cardiólogos están empezando a creer que las enfermedades del corazón se pueden atribuir en ultimo extremo al afán insaciable de competir y al instinto de agresividad, ¿vendrá una oleada de hipocondriaco temor por la tensión? Es muy probable, pues nada hay más fascinante para el lego en la materia que ver una creencia popular confirmada por científicos de gran reputación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario