martes, 28 de mayo de 2013

UNA REFLEXIÓN SOBRE MÚSICA CULTA Y MODERNIDAD / Ignacio SANJUÁN

EL ALMA DE HEGEL Y LAS VACAS DE WISCONSIN: UNA REFLEXIÓN SOBRE MÚSICA CULTA Y MODERNIDAD.
¿QUÉ SENTIDO TIENE ESCUCHAR LA MÚSICA DE MOZART EN EL SIGLO XXI?
¿CÓMO DEBE SER LA INTERPRETACIÓN DE LA MÚSICA DE CHOPIN LEJOS DEL ROMANTICISMO QUE LO ENCUMBRÓ?
Dos citas, desde la primera página, nos ayudan a comp render qué tienen que ver las vacas, la filosofía de Hegel y una reflexión sobre la música. Para Hegel la música “debe elevar el por encima de sí misma”. Los científicos de la Universidad de Madison (Wisconsin) aseguran que la “producion de leche de las vacas que escuchan música sinfónica aumenta en un 7,5 %. Ahora comprendemos que el título tiene alguna relación con la música. Pero, ¿qué hay en común entre estas dos citas? El contraste nos produce desasosiego: por una parte, la visión de Hegel, para quien el Adagio de la novena sinfonía de Beethoven se dirige al alma del hombre y es capaz de transformarla; por otra parte, la sabiduría de los científicos, que plantean la utilización de la misma sinfonía para que aumente la produccion lechera de los Estados Unidos…
Comprendemos que la misma música tiene funciones diferentes, significados contradictorios. La pregunta, por tanto es, ¿y para nosotros, qué supone escuchar música? Por eso en este libro no encontramos un estudio de las complicadas elucubraciones hegelianas, ni el por qué de que las vacas den más leche al escuchar la Sinfonía Alpina de Richard Strauss (por ejemplo) o las causas de que la produccion decrezca al sonar algún pasodoble torero… Las páginas del novelista y crítico musical italiano Alessandro Baricco nos ofrecen una reflexión sobre el significado de la música, desde la perspectiva del oyente, en el cambio de siglo.
UN ENSAYO DE COMBATE
Alessandro Baricco es novelista antes que crítico musical. En España se han publicado algunas de sus novelas, como Seda. No estamos, por tanto, ante el libro de un teórico, sino ante ensayos de un brillante escritor. Nos arrastra en un torbellino de palabras, de imágenes, pero no para seducirnos, como los autores que como vendedores zalameros nos halagan. Su camino es el contrario: la crítica implacable, el sarcasmo, la valoración extrema, la presentación de lo más discutible como la verdad absoluta, sin ningún tipo de “disfraz” ni concesiones al lector. A las pocas páginas, estamos atrapados en un laberinto: no estamos de acuerdo con él, pero no podemos abandonar su lectura, sus respuestas nos obligan a plantearnos las preguntas que él se hace.
Estas líneas sólo persiguen despertar interés por este libro. Quizás, al leerlo,  nos indignemos con el autor y cerremos su libro alguna vez… pero sus ideas nos perseguirán, y es éste su mayor mérito.
IDEAS SOBRE LA MÚSICA
La primera pregunta que se hace el crítico italiano no parece demasiado peligrosa. ¿Qué quiere decir “música culta” o “música clásica”? Todos podríamos citar ejemplos, aunque más difícil es establecer las fronteras. Para Baricco, uno de los rasgos que definen a la música clásica es su consideración como superior a otras expresiones musicales. Forma parte de la gran cultura, del legado del hombre. Para él, estos son lugares comunes que debemos poner en cuarentena. Si vamos hacia atrás en el tiempo, encontramos que esta consideración superior del arte sonoro comienza en la época de Beethoven, a quien se toma como modelo ( no sólo musical, también espiritual). Es entonces cuando la música pasa a ser algo más que la organización del sonido en busca de la belleza, el entretenimiento o la alabanza a Dios. A partir de  este momento también será capaz de introducirnos en una especie de mundo espiritual, estará alejada de lo comercial y tendrá un carácter a menudo complejo. Esta concepción -y la música que en ella se desarrolla- nacen como respuesta a una determinada situación. Son verdad, porque establecen un vínculo entre lo real y las ideas de un determinado momento histórico. Pero la realidad se ha transformado: tanto la música como los conceptos que sostienen la cultura han cambiado desde los tiempos -ya lejanos- del romanticismo. Sin embargo, nuestra consideración de la música es similar a la que existía a comienzos del siglo XIX. Para Baricco aquí reside la raíz del problema : hemos aceptado -sin crítica-  una concepción de la música que no pertenece a nuestro tiempo. ¿Por qué? Para alejarnos de nuestro momento y encontrar en la música un refugio que, desde el presente nos lleve al pasado. Así hemos convertido a la música en algo frío y sin vida, alejado del pensar de hoy, de la realidad.
El problema no está en la música, sino en la concepción que tenemos de ella y una interpretación musical incorrecta. Las partituras de Chopin o Beethoven tienen la capacidad de asombrarnos, de tener un significado en nuestro mundo.  Pero es necesario “algo” para integrar a la música en nuestro momento. No se trata de tocar a Beethoven con ordenadores o de que los músicos vayan en vaqueros… La respuesta, para Baricco, está en la renovación de la interpretación.
LA INTERPRETACIÓN
La música culta necesita de la interpretación para existir como tal, porque ésta hace que un producto musical sea una obra de arte más allá de un producto de consumo. Es decir, el acto de interpretación nos da ese “algo más” que tiene la música, su trascendencia. Es un diálogo entre la partitura, el intérprete y el tiempo que los acoge; sucede una y otra vez, nunca como definitiva. Olvidamos con frecuencia esta característica transitoria y tememos que la interpretación traicione al original, como si destruyéramos un cuadro al desviarnos  del texto o de la tradición. Sin embargo, la interpretación no debe ser confundida con la transmisión o la conservación: la transmisión se hace a través de la partitura, la interpretación es más que la lectura, más que hacer públicas unas notas.
A pesar de esto, el músico intenta afanosamente presentar un “original”, aquello que realmente escribió el compositor y, además, acorde a su estilo de interpretación. Pero ese original no existe. No sólo porque las condiciones de la interpretación y la recepción de la música sean diferentes, sino porque el Brahms que nosotros escuchamos ha adquirido con el tiempo nuevos significados, no escuchamos la misma obra…Hay que aceptar este hecho, y abandonarse al placer de la interpretación. Baricco nos ofrece dos posibilidades interpretativas. En la tradicional, a la fidelidad al pensamiento musical del autor y a la época se une lo que se denomina habitualmente “sentimiento”. Con este recurso, la subjetividad del intérprete va más allá de la realidad del texto musical, haciendo suyo, dotándolo de vida. Se ponen en conexión la subjetividad del intérprete y la composición. La alternativa que nos propone el novelista italiano permite que el propio texto musical tome el mando: el resultado musical no vendrá del exterior -de la subjetividad del intérprete- sino de lo que la propia música quiera, aunque -paradójicamente- lo que escuchemos parezca alejarse de la fidelidad tradicional del texto.
¿Cómo es esto possible, nos preguntamos? Nuestro autor nos remite a un solo ejemplo, Glen Gould: “Pocos como él se han distanciado de la letra del texto musical reivindicando el derecho a la violencia de la interpretación”. Gould partía “del texto escrito” y “llegaba al sonido siguiendo las trayectorias que le parecían dictadas por el texto mismo”. Es decir, no conduce a la música, sino que ella le guía a él, hasta encontrar “la más íntima proximidad al secreto de un texto musical”. Por supuesto, las objeciones que el lector puede poner a estas ideas son innumerables. Al escuchar, por ejemplo, muchas de las grabaciones que Gould dedicó a Bach, reconocemos antes la presencia del intérprete que la del compositor… Baricco se defendería diciendo que lo que oímos es nuestro propio tiempo, ya que la máxima virtud del intérprete es poner en contacto la música con el presente, descifrar las líneas ocultas de la música y hacerlas vivir en este momento (“inventar ese texto en este tiempo”). Como decíamos arriba, la música nace en un contexto cultural, apoyada en un sistema de pensamiento. Pero hoy la música no puede apoyarse en un sistema ideológico del pasado, y es necesario traer esa música a nuestro sistema de pensamiento. Las preguntas o los desacuerdos con las ideas de Baricco serían interminables. Pero, como decíamos, ésta es la finalidad y el mayor mérito del libro: incitarnos a la reflexion y a la discusión.

Ignacio SANJUÁN

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