Colgado estás del áspero madero
cual lábaro
de paz en las alturas;
dislocadas
las finas coyunturas;
pidiendo amor
con grito lastimero.
Veinte siglos así… y hasta el
postrero
sol que
ilumine las ignotas desventuras
remachadas
las férreas ligaduras
te ofrecerás
al universo entero.
Plúgote así para que el hombre
insano
torne al
bien, sus oráculos inciertos
deje y no
tema la cautiva mano.
Para que por ciudades y desiertos
pueda
hallarte el pecador humano
los amorosos
brazos siempre abiertos.
Anónimo.
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