El maestro de la guitarra, Andrés Segovia,
es un deleite eterno.
Se ha dicho de la música que es la
auténtica creación del hombre.
La ciencia consiste en el
descubrimiento de las leyes naturales; el arte, en la imitación de lo
existente; la religión, la filosofía, son revelaciones de Dios.
Sólo en la música el hombre alcanza la
suprema categoría de creador, pues no hay música en la naturaleza y la “música
de las esferas”, el “canto de los espacios siderales es sólo reflejo del pavor
humano ante el misterio del silencio infinito.
Sin música la vida sería un error, nos
dijo el filósofo de la energía, y vociferante Nietzsche. Y aquel hombre que
parecía tan seguro de sí mismo como Browning, confesó: “la música ha llenado mi
soledad”; le había hecho posible una vida autosuficiente.
La música, eco de pasado, acicate de
futuro, llega a pulsar las cuerdas más misteriosas de la conciencia cuando
evoca mundos, estados de ánimo, que sólo vislumbramos a través de la intuición.
La música, es entonces, “añoranza de
lo desconocido”, recuerdo alucinante de una existencia anterior a la conciencia
y de una vida posterior a la vida.
Por su armonía, sus exhalaciones
cadenciosas, su identificación con la creatividad humana, la música es siempre
bienvenida en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario