Es cosa que
se sabe de muy antiguo que el cuerpo humano tiene su composición química
particular. Hasta no hace mucho se
estimó --aún por personas del alta
sensatez intelectual – que esta composición química estaba constituida por
cuatro “humores”, término que se utilizaba con el sentido medieval de “jugos”.
Estos cuatro “jugos” eran: sangre, flema,
bilis amarilla y bilis negra. El hombre “sanguíneo” estaba dominado por su
sangre caliente y aún en nuestros días nos valemos de esta palabra como
sinónimo de optimismo y alegría. El hombre flemático estaba dominado por las
flemas y era perezoso y de temperamento frío. El hombre colérico estaba
dominado por la bilis amarilla y se le tenía como pronto en iracundias y de
hablar atropellado. El hombre melancólico, dominado por la bilis negra, era
retraído y siempre inclinado a ver al
lado más tétrico de las cosas.
Claude
Bernard (1813-1878) acabó con todas estas tonterías, de una vez para
siempre, y sentó las bases de la química fisiológica. Era hijo de un vinatero
francés y su aspiración inicial fue hacerse gran escritor de dramas y
tragedias. Se fue a París, con una tragedia en cinco actos en el maletín, para
pedir consejos de algún crítico.
El crítico le dijo que como dramaturgo
podría llegar a ser gran médico y Bernard, aunque parezca curioso, le tomó la
palabra y llegó a convertirse en uno de los más grandes investigadores médico
del siglo XIX y “padre de la filosofía moderna.
Comprobó que era posible perforar con una
aguja ciertas zonas del cerebro de animales experimentales para provocar un
aumento del contenido de azúcar en la sangre. Inyectó en las venas de sus
animales sirope de azúcar de caña y comprobó que el azúcar era prontamente
expelida por la orina. Descubrió que otras substancias, combinadas con el
sirope, no aparecían después en la orina. Produjo diabetes por método
experimental y descubrió la función del hígado de almacenar azúcares o féculas
y darles después salida según las necesitaba el organismo.
Bernard demostró las “secreciones
internas” --a las cuales dio este nombre
– que no llamó humores y así demostró que en el metabolismo hay mucho más que
la absorción de productos químicos contenidos en los alimentos al desintegrarse
en el estómago y el intestino delgado.
Bernard dio las pistas esenciales y los
métodos idóneos que condujeron al descubrimiento de las hormonas y sus
experimentos con nervios, músculos y vasos sanguíneos le condujeron a él y
condujeron a otros investigadores por la ruta del descubrimiento de las
funciones electro-químicas del organismo humano.
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