miércoles, 2 de diciembre de 2015

HOMBRES DE CIENCIA: Claude BERNARD


Es cosa que se sabe de muy antiguo que el cuerpo humano tiene su composición química particular.  Hasta no hace mucho se estimó  --aún por personas del alta sensatez intelectual – que esta composición química estaba constituida por cuatro “humores”, término que se utilizaba con el sentido medieval de “jugos”.

   Estos cuatro “jugos” eran: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. El hombre “sanguíneo” estaba dominado por su sangre caliente y aún en nuestros días nos valemos de esta palabra como sinónimo de optimismo y alegría. El hombre flemático estaba dominado por las flemas y era perezoso y de temperamento frío. El hombre colérico estaba dominado por la bilis amarilla y se le tenía como pronto en iracundias y de hablar atropellado. El hombre melancólico, dominado por la bilis negra, era retraído y siempre  inclinado a ver al lado más tétrico de las cosas.

   Claude Bernard (1813-1878) acabó con todas estas tonterías, de una vez para siempre, y sentó las bases de la química fisiológica. Era hijo de un vinatero francés y su aspiración inicial fue hacerse gran escritor de dramas y tragedias. Se fue a París, con una tragedia en cinco actos en el maletín, para pedir consejos de algún crítico.

   El crítico le dijo que como dramaturgo podría llegar a ser gran médico y Bernard, aunque parezca curioso, le tomó la palabra y llegó a convertirse en uno de los más grandes investigadores médico del siglo XIX y “padre de la filosofía moderna.

   Comprobó que era posible perforar con una aguja ciertas zonas del cerebro de animales experimentales para provocar un aumento del contenido de azúcar en la sangre. Inyectó en las venas de sus animales sirope de azúcar de caña y comprobó que el azúcar era prontamente expelida por la orina. Descubrió que otras substancias, combinadas con el sirope, no aparecían después en la orina. Produjo diabetes por método experimental y descubrió la función del hígado de almacenar azúcares o féculas y darles después salida según las necesitaba el organismo.

   Bernard demostró las “secreciones internas”  --a las cuales dio este nombre – que no llamó humores y así demostró que en el metabolismo hay mucho más que la absorción de productos químicos contenidos en los alimentos al desintegrarse en el estómago y el intestino delgado.

   Bernard dio las pistas esenciales y los métodos idóneos que condujeron al descubrimiento de las hormonas y sus experimentos con nervios, músculos y vasos sanguíneos le condujeron a él y condujeron a otros investigadores por la ruta del descubrimiento de las funciones electro-químicas del organismo humano.

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