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Ernesto Cardenal, en su etapa monacal de Gethsemani K.Y.,
escribió unos 29 poemas breves, apuntes a vuela pluma como el presente,
“Cementerio”, que nos introduce en la fiesta de la vida a través de lo que
algunos han llamado “agricultura de la muerte”: nuestro enterrado cuerpo se
hará uno con la vegetación y las fuerzas minerales, y devolverá su energía a
las plantas y al cosmos. No resucitaremos solos, como fuimos enterrados, sino
que en nuestro cuerpo resucitará toda la tierra. En la danza de la integración
todo quedará unificado y salvado. Todo: también la lluvia de anoche, y el nido
del reyezuelo, la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina, el amor del
cardenal, y el tractor de mayo...
CEMENTERIO
Monasterio Trapense
Ha llegado al cementerio trapense la primavera,
al cementerio verde de hierba recién rozada
con sus cruces de hierro en hilera como una siembra,
donde el cardenal llama a su amada y la amada
responde a la llamada de su rojo enamorado.
Donde el reyezuelo recoge ramitas para su nido
y se oye el rumor del tractor amarillo
al otro lado de la carretera, rozando el potrero.
Ahora vosotros sois fósforo, nitrógeno y potasa.
Y con la lluvia de anoche, que desentierra raíces
y abre los retoños, alimentáis las plantas
como comíais las plantas que antes fueron hombres
y antes plantas y antes fósforo, nitrógeno y potasa.
Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original
-porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados,
sino que en vuestro cuerpo resucitará toda la tierra:
la lluvia de anoche, y el nido del reyezuelo,
la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina,
el amor del cardenal, y el tractor de mayo.
Extracto tomado del blog de Nicolás De la Carrera.
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