DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
Que las pasiones de la lujuria,
la ira, la avaricia, el orgullo y el apego
se aparten de mí.
Oh Señor, vengo a buscar tu refugio.
Bendíceme con tu gracia.
Sikhismo,
canto sagrado.
IV DOMINGO DE PASCUA
“Mis ovejas conocen mi voz y yo las
conozco a ellas. Ellas me siguen ‘y yo les doy vida eterna: nunca morirán.
Nadie me las puede quitar’ porque mi Padre que me las ha dado es mayor que
todos, y nadie se las puede quitar a él. Yo y mi Padre somos una misma cosa”. Juan 10, 27-30
“El buen pastor da la vida
por sus ovejas”, “no huye como el mercenario”, conoce a sus ovejas y sus ovejas
lo conocen a él”.
Los profetas anunciaron al Mesías muchas veces
bajo la figura de pastor. Cristo recogió ese apelativo y lo desarrolló en una
parábola autobiográfica.
Cristo, como pastor, es modelo de todo hombre
guía, de todo hombre con responsabilidad sobre otros: padre de familia,
gobernante, sacerdote, maestro, comandante, gerente. Y es tremendo el perfil
que señala Cristo: “conocer” y “estar dispuesto a dar la misma vida”.
Ser jefe es servir. El esquilador y el
carnicero no son jefes. El jefe es el pastor; y el pastor es para las ovejas,
no las ovejas para el pastor.
Es doloroso ser jefe. La soledad del jefe. El
sacrificio del jefe. La preocupación y solicitud del jefe. La incomprensión y
la exigencia hacia el jefe. El no poder apoyarse en otros sino tener que
bastarse a sí mismo y tener que atender
a otros. Sin horario. Sin poder decir: no lo han encargado, no me corresponde,
no me importa.
Es más cómodo, sin duda, el llano anónimo; se
respira mejor y hay menos frío y peligros que en la cumbre.
Tal vez por eso Cristo, por lo difícil que es
esta situación humana y por lo insustituible e importante que es para el bien
común, trazó en una parábola los rasgos que deben procurar tener los hombres
puestos en situación de mando, de magisterio, de guía y responsabilidad.
La parábola de Cristo se refiere directamente
al pastor religioso, a la responsabilidad y mando religiosos. Este domingo ha
sido instituido por Paulo VI como Día Mundial de Oración por las Vocaciones. El
sacerdote necesita que la gente, en vez de hablar mal de él, lo encomiende a la
protección de Dios, por beneficio de la misma comunidad cristiana y cívica. Y
la comunidad necesita que surjan nuevas vocaciones de sacerdotes, de pastores
religiosos capaces de conocer a sus files y de sacrificarse por ellos.
El sacerdote debe conocer a los fieles y los
fieles al sacerdote, como señala la parábola. Debe romperse --se va rompiendo ya –el muro y el abismo
entre sacerdote y fiel, puestos antes en contacto sólo en contadas ocasiones.
El sacerdote debe ser recibido en casa no sólo como el hombre que lleva el
viático y la unción de los enfermos, sino como el hombre que lleva amistad,
consejo informal o simple presencia.
El sacerdote debe sacrificarse por los fieles.
No son los fieles para el sacerdote sino el sacerdote para los fieles. Cierto
que los fieles deben preocuparse también
del sacerdote y, por estricta justicia, no por generosidad voluntaria, aunque
él no lo diga y aunque él ejerza su ministerio sacerdotal gratis, deben
incluirlo en su presupuesto alguna vez al año, si es posible, o siquiera a
través de la contribución realista y justa a través de la colecta dominical.
Pero al sacerdote le toca dar más, sacrificarse por los fieles y, llegado el
momento, saber morir por ellos, como los misioneros que se quedaron en China al
llegar el comunismo o como los párrocos que acompañaban a sus fieles a los campos
de concentración nazis. Debe dar su tiempo, estudio, afán, salud, solicitud, la
vida misma.
José M. de Romaña.
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