lunes, 11 de abril de 2016

HOMBRES DE CIENCIA: James FRAZER


James Frazer (1854-1941) fue un antropólogo que nuca vio los tipos de hombres y sociedades sobre los cuales escribió numerosos libros. Pasó toda su vida en bibliotecas y universidades.

 Pese a la limitación que se impuso en el campo de la experimentación, Frazer se convirtió en figura influyente y sus teorías, aunque ya no son aceptadas generalmente por los hombres de ciencia de nuestros días, continúan siendo el material antropológico de lectura más solicitado en las bibliotecas públicas.

 Su libro más famoso es “El ramaje de oro”. En esta obra trata de explicar la leyenda de un sacerdote que fue sucedido por el hombre que lo mató con una gajo de muérdago. El sacerdocio pasó así, por asesinato, de una generación a otra.

 Esta leyenda y su exposición fueron una especie de marco dentro del cual Frazer desplegó sus ideas acerca del desarrollo del hombre civilizado.

 Esta gran obra del antropólogo ha sido calificada de “tontería erudita” pero las críticas que se le han hecho no han podido menoscabar su influencia en el mundo.

 Frazer nació en Escocia, hijo de una familia extremadamente religiosa. Estuvo lejos de ser niño levantisco o rebelde, y en verdad, fue siempre muy observador de sus obligaciones. El asombro, por tanto, fue más que mayúsculo cuando se manifestó como bibliófilo rebelde que sobrecogió de espanto a la sociedad victoriana con sus ataques a la lectura literal de los relatos bíblicos.
 Frazer dedicó todas las actividades de su vida intelectual al estudio del hombre primitivo. El salvajismo, dijo, era cosa más sencilla que la civilización. Sostenía que esto imposibilitaba la comprensión de la civilización a menos que primero que se comprendiera el salvajismo.

 Frazer creía que la evolución social del hombre había pasado por tres etapas: mágica, religiosa y científica. Sostenía que el hombre primitivo había creído que podía dominar la naturaleza por medio de encantamientos mágicos. El hombre en desarrollo se dio cuenta de que carecía de poderes y trasladaba de él a los dioses su esperanza de seguridad.  El hombre civilizado, exponía Frazer, se vale de las ciencias para dominar la naturaleza después de haber perdido su fe en los dioses. Es una especie de retrogresión a la creencia primitiva en sus propias aptitudes.

 Aun el mismo Frazer abrigaba dudas en cuanto a esto. Creía que aunque las ciencias eran la única esperanza  del hombre, no había manera de evitar la destrucción final. Las ciencias no podrán impedir que el Sol se apague, se enfríe o cese de existir. Frazer, así, llegó a no tener confianza ni el hombre, ni en Dios, ni en las ciencias.

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