SEMANA SOCIAL
Un cristianismo
transformador social
Cristo Rey, ¿una fiesta
política?
El reinado de Cristo no se
identifica con la política, pero influye en ella
Hilari Raguer, 18 de
noviembre de 2016
Los que reivindicaban la
soberanía política de Jesucristo gritando "Viva Cristo Rey", en
realidad querían el poder para su partido político, que ellos identificaban con
el reinado de Cristo
(Hilari Raguer).- La
solemnidad de Cristo Rey fue instituida modernamente, en 1925, por Pío XI, el
Papa de la Acción Católica, el de la lucha contra el comunismo a la izquierda y
el fascismo a la derecha, y el de los años de la Segunda República y de la
guerra civil española. Antes leíamos este día en el breviario la encíclica Quas
primas, que instituyó la fiesta y que quería demostrar que Jesucristo tiene
poder legislativo, ejecutivo y judicial, como un jefe de Estado constitucional
de nuestro tiempo (pero sin separación de poderes, esencial en democracia).
El antiguo himno de Vísperas
de la fiesta decía: "Que los jefes de las naciones te rindan honor
público, que los maestros y los jueces te adoren, que las leyes y las artes te
proclamen". Y el himno de Laudes cantaba la felicidad de los estados donde
se aplican las enseñanzas de la Iglesia: allí las virtudes florecen y el orden
público queda garantizado.
Con esta fiesta, con rango
de solemnidad, Pío XI quería proclamar que el cristianismo no es un asunto
meramente individual o privado, ni encerrado en la sacristía, sino que ha de
transformar toda la sociedad. Pero otra cuestión es si este influjo social del
evangelio (su "reinado social") se ha de alcanzar per medio de un
estado que imponga la religión católica y prohíba las demás. Los que
reivindicaban la soberanía política de Jesucristo gritando "Viva Cristo
Rey", en realidad querían el poder para su partido político, que ellos
identificaban con el reinado de Cristo. Contra semejante integrismo, Pío XII
propugnó una "sana laicidad".
En cambio durante el
Vaticano II Mons. Geraldo de Proença Sigaud, arzobispo de Diamantina (Brasil),
alma del ultraconservador Coetus Internationalis Patrum, se declaraba
convencido de que en un régimen político de cristiandad, o sea con un estado
confesional, a Dios le resulta mucho más fácil salvar las almas: in societate revolutionaria
(así calificaba él a la democracia) Deus animas piscat hamo ("Dios pesca a
las almas con anzuelo", de una en una; in societate christiana (en un
estado confesional) piscat rete ("las pesca con red", masivamente).
Con más elegancia, pero en el
fondo con igual criterio, Jean Daniélou, S.J., en su libro L'oraison, problème
politique (Paris 1965), polemizando con el P. Jossua, O.P., sostenía que los
fuertes, como el P. Jossua, podrían mantenerse fieles incluso en un clima
político adverso, pero a muchos pobres cristianos no les basta con tener
libertad religiosa, sino que necesitan que el estado los sostenga apartándolos
del mal camino y empujándoles en la buena dirección.
León XIII promulgó en 1882
la encíclica Cum multa para poner fin (sin conseguirlo) a las luchas entre los
católicos españoles integristas y los liberales, a los que los primeros
tachaban de "mestizos", como si no fueran plenamente católicos. El
Papa condenaba dos errores opuestos en el modo de entender las relaciones entre
la religión y la política: el de los que las separaban totalmente (los
liberales) y el de los que las confundían (integristas).
Decía que así como hay que
evitar el impío error de querer gobernar una nación sin tener en cuenta a Dios,
"así también hay que huir de la equivocada opinión de los que identifican
la religión con algún partido político, hasta el punto de tener por alejados
del catolicismo a los que pertenecen a otro partido".
Sin citarla explícitamente,
León X aplicaba a España la doctrina del concilio de Calcedonia del 451, que
definió las dos naturalezas de Jesucristo, la humana y la divina, en una sola
persona. En la doctrina de Calcedonia se inspira la antiquísima y hermosa
antífona que aún hoy se canta en el oficio de Laudes de la fiesta de la Maternidad
divina de María (1 de enero): "Hoy se nos ha manifestado un misterio
admirable: en Cristo se han unido dos naturalezas, Dios se ha hecho hombre y,
sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era, sin sufrir mezcla ni
división" (non commixtionem passus, neque divisionem).
El reinado de Cristo no se
identifica con la política, pero influye en ella. Se siembra en el corazón de
los creyentes, pero desde las personas transforma las relaciones personales y
las instituciones. Es, como dice el espléndido prefacio de la fiesta,
"Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de
justicia, de amor y de paz".
DE MI ÁLBUM
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