SEMANA SOCIAL
"Tenemos 'cardioesclerosis' y
necesitamos la revolución de la ternura"
El Papa a los empresarios:
"La corrupción es la peor plaga social" y "un fraude a la
democracia"
Dice que las empresas
"no deben existir para ganar dinero, sino para servir"
Redacción, 17 de noviembre
de 2016
Sigan llevando el mensaje
del Evangelio de la alegría, sobre todo a los marginados, pero también a los
que tienen el poder de cambiar las cosas, porque es posible cambiar
Fotos: El Papa, con los empresarios. El Papa, con los
representantes de Cáritas Internationalis. El Papa y la estatua del sintecho.
(José M. Vidal / Agencias/
RV).- El papa Francisco condenó hoy la corrupción y dijo que es "la peor
plaga social", "la destrucción del tejido social", el "más
craso egoísmo, oculto detrás de una aparente generosidad" y "un
fraude a la democracia", en la audiencia a los empresarios. En otra
audiencia, invitó a Caritas Internationalis a la revolución de la ternura con
los pobres y "con los que pueden cambiar las cosas".
En estos términos se expresó
en una audiencia que mantuvo en el Vaticano con los participantes de la
Conferencia Internacional de las Asociaciones de Empresarios Católicos
(UNIAPAC).
En su discurso, el pontífice
argentino recordó que en el pasado ha denunciado que "el dinero es el
estiércol del diablo" y sostuvo que las empresas "no deben existir
para ganar dinero", sino "para servir".
Reconoció que "todas
las actividades humanas, también la empresarial, pueden ser un ejercicio de la
misericordia" y reflexionó sobre "tres riesgos" que la actividad
empresarial asume con frecuencia: "el riesgo de usar bien el dinero, el
riesgo de la honestidad y el riesgo de la fraternidad".
En esta línea, Francisco
aseguró que "la corrupción es la peor plaga social. Es la mentira de
buscar el provecho personal o del propio grupo bajo las apariencias de un
servicio a la sociedad. Es la destrucción del tejido social bajo las
apariencias del cumplimiento de la ley".
"Es la ley de la selva
disfrazada de aparente racionalidad social. Es el engaño y la explotación de
los más débiles o menos informados. Es el más craso egoísmo, oculto detrás de
una aparente generosidad. La corrupción está generada por la adoración del
dinero y vuelve al corrupto, prisionero de esa misma adoración",
prosiguió.
Para Francisco, "la
corrupción es un fraude a la democracia y abre las puertas a otros males
terribles como la droga, la prostitución y la trata de personas, la esclavitud,
el comercio de órganos, el tráfico de armas, etcétera".
Jorge Bergoglio consideró
que "una de las condiciones necesarias para el progreso social es la
ausencia de corrupción" y dijo que favorecer esta, por "activa o
pasiva, es ya comenzar a adorar al dios dinero".
En ese contexto reivindicó
el fácil acceso al crédito criticó que este sea "más accesible y más barato para quien posee más recursos, y más caro y difícil para quien tiene menos".
Finalmente abordó el problema de la crisis migratoria y dijo que hay que crear fuentes de trabajo digno, estables y abundantes, tanto en los lugares de origen como en los de llegada y, en estos,, tanto para la población local como para los inmigrantes. Hay que hacer que la inmigración siga siendo un factor importante de desarrollo", concluyó.
Texto completo del discurso del Papa Francisco
«Sean artesanos de paz y de
reconciliación entre los pueblos, entre las comunidades, entre los creyentes.
Pongan en marcha todas sus energías, su compromiso, para trabajar en sinergia
con las otras comunidades de fe, que como ustedes, centran su atención en la
dignidad de la persona. Luchen contra la pobreza y, al mismo tiempo, aprendan
de los pobres. Déjense inspirar y guiar por su vida sencilla y esencial, por
sus valores, por su sentido de solidaridad y su compartir, su capacidad de
levantarse en las dificultades, y, sobre todo, por su experiencia vivida del
Cristo sufriente, Él que es el único Señor y Salvador. Aprendan, por lo tanto
también de su vida de oración y de su confianza en Dios».
DE MI ÁLBUM
Finalmente abordó el problema de la crisis migratoria y dijo que hay que crear fuentes de trabajo digno, estables y abundantes, tanto en los lugares de origen como en los de llegada y, en estos,, tanto para la población local como para los inmigrantes. Hay que hacer que la inmigración siga siendo un factor importante de desarrollo", concluyó.
Texto completo del discurso del Papa Francisco
Queridos amigos:
Ustedes han venido a Roma -
al Vaticano - respondiendo a la invitación del Cardenal Peter Turkson y de las
autoridades de la Unión internacional de empresarios católicos, con el noble
propósito de reflexionar sobre el papel de los empresarios como agentes de
inclusión económica y social. Quiero asegurarles desde este momento mi aliento
y mis oraciones para este trabajo. La Providencia de Dios ha querido que este
encuentro de UNIAPAC coincida con la conclusión del Jubileo Extraordinario de
la Misericordia. Todas las actividades humanas, también la empresarial, pueden
ser un ejercicio de la misericordia, que es participación en el amor de Dios
por los hombres.
La actividad empresarial
asume constantemente multitud de riesgos. Jesús, en las parábolas del tesoro
escondido en un campo (cf. Mt 13,44) y de la perla preciosa (cf. Mt 13,45),
compara la obtención del Reino de los Cielos con el riesgo empresarial. Deseo
reflexionar hoy con ustedes sobre tres riesgos: el riesgo de usar bien el
dinero, el riesgo de la honestidad y el riesgo de la fraternidad.
En primer lugar, el riesgo
del uso del dinero. Hablar de empresas nos pone inmediatamente en relación con
uno de los temas más difíciles de la percepción moral: el dinero. He dicho
varias veces que «el dinero es el estiércol del diablo». Además, León XIII,
quien inició la doctrina social de la Iglesia, advertía que la historia del
siglo XIX había dividido a las «naciones en dos clases de ciudadanos, abriendo
un inmenso abismo entre una y otra» (Carta enc. Rerum novarum, 35). 40 años
después, Pío XI preveía el crecimiento de un «imperialismo internacional del
dinero» (Carta enc. Quadragesimo anno, 109).
Pasados otros 40 años, Pablo
VI, refiriéndose a la Rerum Novarum, denunciaba que la concentración excesiva
de los medios y de los poderes «puede conducir a una nueva forma abusiva de
dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (Carta ap.
Octogesima adveniens, 44).
Jesús, en la parábola del
administrador injusto, exhorta a hacerse de amigos con las riquezas de
iniquidad, para poder ser recibidos en las moradas eternas (cf. Lc 16, 9-15).
Todos los Padres de la Iglesia han interpretado estas palabras en el sentido de
que las riquezas son buenas cuando se ponen al servicio del prójimo, de lo contrario
son inicuas (cf. Catena Aurea: Evangelio según san Lucas, 16, 8-13). Por tanto,
el dinero debe servir, en vez de gobernar.
El dinero es sólo un
instrumento técnico de intermediación, de comparación de valores y derechos, de
cumplimiento de las obligaciones y de ahorro. Como toda técnica, el dinero no
tiene un valor neutro, sino que adquiere valor según la finalidad y las
circunstancias en que se usa. Cuando se afirma la neutralidad del dinero, se
está cayendo en su poder. Las empresas no deben existir para ganar dinero,
aunque el dinero sirva para medir su funcionamiento. Las empresas existen para
servir.
Por eso, es urgente
recuperar el sentido social de la actividad financiera y bancaria, con la mejor
inteligencia e inventiva de los empresarios. Esto supone asumir el riesgo de
complicarse la vida, teniendo que renunciar a ciertas ganancias económicas. El
crédito debe ser accesible para la vivienda de las familias, para las pequeñas
y medianas empresas, para los campesinos, para las actividades educativas,
especialmente a nivel primario, para la sanidad general, para el mejoramiento y
la integración de los núcleos urbanos más pobres.
Una lógica crematística del
mercado hace que el crédito sea más accesible y más barato para quien posee más
recursos; y más caro y difícil para quien tiene menos, hasta el punto de dejar
las franjas más pobres de la población en manos de usureros sin escrúpulos. De
igual modo, a nivel internacional, el financiamiento de los países más pobres
se convierte fácilmente en una actividad usurera. Este es uno de los grandes
desafíos para el sector empresarial y para los economistas en general, que está
llamado a conseguir un flujo estable y suficiente de crédito que no excluya a
ninguno y que pueda ser amortizable en condiciones justas y accesibles.
Aun cuando se admita la
posibilidad de crear mecanismos empresariales que sean accesibles para todos y
funcionen en beneficio de todos, hay que reconocer que siempre hará falta una
generosa y abundante gratuidad. También hará falta la intervención del Estado
para proteger ciertos bienes colectivos y asegurar la satisfacción de las
necesidades humanas fundamentales. Mi predecesor san Juan Pablo II afirmaba que
ignorar esto lleva a «una "idolatría" del mercado» (Carta enc. Centesimus
annus, 40).
Hay un segundo riesgo que
debe ser asumido por los empresarios. El riesgo de la honestidad. La corrupción
es la peor plaga social. Es la mentira de buscar el provecho personal o del
propio grupo bajo las apariencias de un servicio a la sociedad. Es la
destrucción del tejido social bajo las apariencias del cumplimiento de la ley.
Es la ley de la selva disfrazada de aparente racionalidad social. Es el engaño
y la explotación de los más débiles o menos informados.
Es el más craso egoísmo,
oculto detrás de una aparente generosidad. La corrupción está generada por la
adoración del dinero y vuelve al corrupto, prisionero de esa misma adoración.
La corrupción es un fraude a la democracia, y abre las puertas a otros males
terribles como la droga, la prostitución y la trata de personas, la esclavitud,
el comercio de órganos, el tráfico de armas, etc. La corrupción es hacerse
seguidor del diablo, padre de la mentira.
Sin embargo, la corrupción
«no es un vicio exclusivo de la política. Hay corrupción en la política, hay
corrupción en las empresas, hay corrupción en los medios de comunicación, hay
corrupción en las Iglesias y también hay corrupción en las organizaciones sociales
y los movimientos populares» (Discurso a los participantes en el encuentro
mundial de movimientos populares, 5 noviembre 2016).
Una de las condiciones
necesarias para el progreso social es la ausencia de corrupción. Puede suceder
que los empresarios se vean tentados a ceder a los intentos de chantaje o de
extorsión, justificándose con el pensamiento de salvar la empresa y su
comunidad de trabajadores, o pensando que así harán crecer la empresa y que un
día podrán librarse de esa plaga. Además, puede ocurrir que caigan en la
tentación de pensar que se trata de algo que todos hacen, y que pequeños actos
de corrupción destinados a obtener pequeñas ventajas no tienen mayor
importancia. Cualquier intento de corrupción, activa o pasiva, es comenzar a adorar
al dios dinero.
El tercer riesgo es el de la
fraternidad. Recordábamos cómo san Juan Pablo II nos enseñaba que «por encima
de la lógica de los intercambios [...] existe "algo que es debido al
hombre porque es hombre", en virtud de su eminente dignidad» (Carta enc.
Centesimus annus, 34). También Benedicto XVI insistió sobre la importancia de
la gratuidad, como elemento imprescindible de la vida social y económica: «la
caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don,
[...] el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. [...] El
desarrollo económico, social y político necesita [...] dar espacio al principio
de gratuidad como expresión de fraternidad» (Carta enc. Caritas in veritate,
34).
La actividad empresarial
tiene que incluir siempre el elemento de gratuidad. Las relaciones de justicia
entre dirigentes y trabajadores deben ser respetadas y exigidas por todas las
partes; pero, al mismo tiempo, la empresa es una comunidad de trabajo en la que
todos merecen un respeto y un aprecio fraternal por parte de los superiores,
colegas y subordinados. El respeto del otro como hermano debe extenderse
también a la comunidad local en la que se ubica físicamente la empresa y, en
cierto modo, todas las relaciones jurídicas y económicas de la empresa deben
estar moderadas, envueltas en un ambiente de respeto y fraternidad.
No faltan ejemplos de
acciones solidarias a favor de los más necesitados realizadas por el personal
de las empresas, clínicas, universidades u otras comunidades de trabajo o de
estudio. Esto debería ser un modo habitual de actuar, fruto de profundas
convicciones por parte de todos, evitando que se convierta en una actividad
ocasional para calmar la conciencia o, peor aún, en un medio para obtener un
rédito publicitario.
Sobre la fraternidad, no
puedo dejar de compartir con ustedes el tema de las emigraciones y de los
refugiados, que oprime nuestros corazones. Hoy, las emigraciones y los
desplazamientos de una multitud de personas en busca de protección se han
convertido en un dramático problema humano. La Santa Sede y las Iglesias
locales están haciendo esfuerzos extraordinarios para afrontar eficazmente las
causas de esta situación, buscando la pacificación de las regiones y países en
guerra y promoviendo el espíritu de acogida; pero no siempre se consigue todo
lo que se desea. Les pido ayuda también a ustedes.
Por una parte, traten de
convencer a los gobiernos para que renuncien a cualquier tipo de actividad
bélica. Como se dice en los ambientes de negocios: un «mal» acuerdo es siempre
mejor que una «buena» pelea. Colaboren en crear fuentes de trabajo digno,
estables y abundantes, tanto en los lugares de origen como en los de llegada y,
en estos, tanto para la población local como para los inmigrantes. Hay que
hacer que la inmigración siga siendo un factor importante de desarrollo.
La mayoría de los que
estamos aquí pertenecemos a familias de emigrantes. Nuestros abuelos o nuestros
padres, llegaron de Italia, España, Portugal, Líbano u otros países a América
del Sur y del Norte, casi siempre en condiciones de pobreza extrema. Pudieron
sacar adelante una familia, progresar y hasta convertirse en empresarios porque
encontraron sociedades acogedoras, a veces tan pobres como ellos, pero
dispuestas a compartir lo poco que tenían. Mantengan y transmitan este espíritu
que tiene raíz cristiana, manifestando también aquí el genio empresarial.
UNIAPAC y ACDE evocan en mí
el recuerdo del empresario argentino Enrique Shaw, uno de sus fundadores, cuya
causa de beatificación pude promover cuando era Arzobispo de Buenos Aires. Les
recomiendo que sigan su ejemplo y, para los católicos, acudan a su intercesión
para ser buenos empresarios.
El Evangelio de hace dos
domingos nos proponía la vocación de Zaqueo (cf. Lc 19,1-10), aquel rico, jefe
de los cobradores de impuestos de Jericó, que se subió a un árbol para poder
ver a Jesús, y a quien la mirada del Señor lo llevó a una profunda conversión.
Ojalá que esta Conferencia sea como el sicómoro de Jericó, un árbol al que se
puedan subir todos, para que, a través de la discusión científica de los
aspectos de la actividad empresarial, encuentren la mirada de Jesús, y de aquí
resulten orientaciones eficaces para hacer que la actividad de todas sus
empresas promueva siempre y eficazmente el bien común.
Les agradezco esta visita al
sucesor de San Pedro; les pido que lleven mi bendición a todos sus empleados,
obreros y colaboradores y a sus familias. No se olviden de rezar por mí. Muchas
gracias.
Audiencia a Cáritas
Internationalis
(RV).- Es «fundamental» la
misión de las Caritas nacionales así como su papel específico en la Iglesia,
señaló el Papa Francisco - en un discurso que entregó - al recibir a los
miembros del Consejo de Representación y al personal de Caritas Internacional,
encabezados por su Presidente, el Cardenal Antonio Tagle.
Haciendo hincapié en que «no
son agencias sociales, sino organismos eclesiales que comparten la misión de la
Iglesia» y en que están llamados, según sus estatutos, a «asistir al Papa y a
los Obispos en su ministerio de la caridad» (art.14), el Papa Francisco,
evocando a San Juan Pablo II, reiteró que «las urgencias sociales de hoy»
requieren que se ponga en marcha una «nueva fantasía de la caridad» (Novo
milenio ineunte, 50):
«Ella se vuelve concreta no
sólo en la eficacia de las ayudas brindadas, sino sobre todo en la capacidad de
hacerse prójimo, acompañando a los más necesitados con la actitud fraterna del
compartir. Se trata de hacer resplandecer la caridad y la justicia en el mundo,
a la luz del Evangelio y de las enseñanzas de la Iglesia, implicando a los
mismos pobres, para que sean los verdaderos protagonistas de su desarrollo».
El Papa agradeció, también
en nombre de la Iglesia, la misión de Caritas y destacó que, con el poder del
Evangelio, podemos ayudar a cambiar y mejorar el mundo: el hambre y la pobreza
«no son una fatalidad»:
«Les agradezco tanto, en
nombre de toda la Iglesia, por lo que hacen por los últimos. Los aliento a
proseguir en esta misión, que hace sentir a la Iglesia como verdadera compañera
de viaje, cercana al corazón y a las esperanzas de los hombres y de las mujeres
de este mundo. Sigan llevando el mensaje del Evangelio de la alegría, sobre
todo a los marginados, pero también a los que tienen el poder de cambiar las
cosas, porque es posible cambiar. La pobreza, el hambre, las enfermedades, la
opresión no son una fatalidad y no pueden representar situaciones permanentes.
Confiando en el poder del Evangelio, podemos contribuir verdaderamente a
cambiar las cosas o al menos a mejorarlas. Podemos reafirmar la dignidad de
cuantos esperan una señal de nuestro amor y proteger y construir juntos
‘nuestra casa común'».
Asimismo, en las palabras
del Papa, un especial aliento a Caritas Internacional en lo que se refiere al
tema de las migraciones, invitando a perseverar en «el coraje evangélico, a
rechazar todo lo que humilla al hombre y toda forma de explotación que lo
degrada», e impulsando la paz:
«Me alegra mucho saber que
Caritas Internacional llevará adelante una campaña sobre el tema de la
migración. Espero que esta bella iniciativa abra los corazones de tantos a la
acogida de los refugiados y de los migrantes, para que realmente puedan
sentirse "en casa" en nuestras comunidades. Impulsen con esmero y
renovado compromiso los procesos de desarrollo y los caminos de la paz en los
países de los que estos hermanos y hermanas huyen o dejan buscando un futuro
mejor».
Impulsen la paz para toda la
humanidad, luchen contra la pobreza y aprendan de los pobres, fue también la
exhortación del Obispo de Roma:
DE MI ÁLBUM
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