DE: "ORACIONES DEL SIGLO XX"
Señor:
La liturgia me obliga a hablarte hoy como Rey, aunque Tú ya sabes lo peligroso
que resulta para los hombres equivocarse en lo relacionado con tu reinado.
Señor,
líbranos de concebirte como un “Rey de Oros”, el defensor de un sistema
económico basado en los beneficios cada vez mayores de los pudientes, y en el
desarrollo cada vez menor de los indigentes; como el soberano de un capitalismo
demasiado apoyado durante siglos en tu religión de Rey pobre.
Señor,
líbranos de considerarte como un “Rey de Copas”, el “buen Dios”, que permite a
sus súbditos embriagarse en el vaso de todos los placeres terrenos, aunque
recuerden demasiado el banquete pagano de la vida, y con tal que al final de su
existencia se arrepientan de su sibaritismo imposible ya.
Señor
líbranos de imaginarte como un “Rey de Espadas”, el “Dios de los ejércitos”,
que toma partido por un bando o por otro, que está al frente de las “derechas”
o de las “izquierdas”, de los “progresistas” o de los “conservadores”.
Señor, líbranos de pensarte como un “Rey de Bastos”, el
“Dios justiciero”, que se regodea en castigar eternamente, duro de fustigar con
su látigo a los pobres pecadores.
Porque
Tú Señor, eres el Rey de un “reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de
justicia, amor y paz”, y un “Rey de reyes”, de quienes saben reinar sobre sí
mismos.
Rafael
de Andrés
DOM. JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
"La gente estaba ahí mirando: los jefes por su parte se
burlaban diciendo: ‘Ya que salvó a otros, que se salve a sí mismo, para ver si
es el Cristo de Dios, el Elegido’.
Los soldados también se burlaban de él. Cuando le
ofrecieron de su vino agridulce para que lo tomara le dijeron: ‘Si tú eres el
rey de los judíos, sálvate a ti mismo’. Porque había en lo alto de la cruz un
letrero que decía: ‘Este es el rey de los judíos’.
Uno de los malhechores crucificado, insultándolo, le
dijo: ‘¿Así que tú eres el Cristo? Entonces sálvate tú y sálvanos también a
nosotros’.
Pero el otro lo reprendió diciéndole: ‘¿No temes a Dios,
tú que estás en el mismo suplicio? Nosotros lo tenemos merecido, por eso
pagamos nuestros crímenes. Pero él no ha hecho nada malo’. Y añadió: ‘Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino’. Respondió Jesús: ‘En verdad, te
digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. Lucas 23, 35-43
El Señor
La palabra “rey” ha ido cambiando de contenido objetivo,
desde los reyes sagrados y absolutos hasta los reyes constitucionales,
decorativos y simbólicos. Los reyes actuales, en el sentido antiguo de la
palabra, no son los reyes sino los empresarios y banqueros internacionales, los
jefes de asociaciones sindicales, los amos del imperio marxista y, en cierto
modo, los científicos y técnicos nucleares y químicos.
Pero, aunque haya perdido su contenido objetivo, la
palabra “rey” sigue conservando su contenido subjetivo, su sabor de autoridad
suprema y paternal, de poder y de brillo. La Iglesia, apoyada en esta
permanencia subjetiva de la palabra “rey” y en el contenido objetivo expresado
por Cristo en figuras tales como “el reino de Dios”, “venga a nosotros tu
reino”, “Yo soy Rey”, instituyó por medio de Pío XI la fiesta religiosa de
Cristo Rey. Con sentido democrático y constitucional, por decirlo así, no
interfiere en el calendario laboral; toma discretamente cada año el último
domingo del Tiempo Ordinario. Pero su tono metafórico y discreto no suprime su
formidable realidad. Así como la fiesta del Corazón de Jesús presenta a Cristo
en cuanto a amor, la de Cristo Rey lo presenta en cuanto señor de la vida y de la muerte, de la sociedad y de la historia.
El reino de Cristo, como Él mismo se lo dijo a Pilato,
“no es de este mundo”; no tiene su origen en este mundo, no se apoya en las
fuerzas mundanas, no tiene como finalidad suprema este mundo espacial y
temporal. Pero no niega que actúe también en este mundo y que lo incluya, como
medio y como momento, en el imperio de su reino eterno. Al decir “mi reino no
es de aquí”, no niega que su reino también esté aquí.
El reino de Dios está dentro del hombre, en la central de
energía que es la conciencia. Pero así como la conciencia se proyecta familiar,
social y creadoramente hacia afuera, el reino interior de Dios debe también
proyectarse hacia afuera, hacia la sociedad, leyes, instituciones, política,
organizaciones, economía, historia.
Las creaciones externas del hombre son humanas, puesto
que proceden de él. Al ser humanas, también son religiosas, puesto que el
hombre es esencial e innegablemente religioso por origen y por destino.
Las relaciones humanas de tipo legal, social, económico o
político no sólo tienen una vertiente religiosa y moral, sino que su esencia es
religiosa y moral. Por eso en el fondo de todo acierto, crisis o fracaso
político, económico, legal o social –descartados los factores propios de la
limitación humana—hay un acierto, una crisis o un fracaso teológico o
religioso.
En el fondo de la historia está la economía. En el fondo
de la historia y de la economía está la teología.
El nazismo tarde o temprano tenía que fracasar, porque
llevaba muerta de raíz su concepción religiosa del mundo y de la vida y,
consiguientemente, su concepción humana del mundo y de la vida. El marxismo-leninismo
tarde o temprano será enterrado, pues lleva muerta de raíz su cosmovisión
religiosa y, por tanto, su cosmovisión humana.
El hombre es, independientemente de lo que quieran los
conductores de turno, animal-racional-religioso-social. Matar una de esas
raíces es matar al hombre, aunque siga viviendo como autómata.
José M. de Romaña.
DE MI ÁLBUM
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