5 de noviembre-16
Durante nuestra breve estancia (del 11 al 19 de agosto de
2016) en Las Palmas de Gran Canaria) mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de
conocer a los descendientes de los coreanos que son ciudadanos españoles por
nacimiento (jus loci) o por el proceso de la nacionalización. Las reuniones se
realizaron en el Ilustrísimo Gabinete Literario y en la residencia del Cónsul
de Corea. Por esta razón, este escrito contiene cuatro testimonios de
hispano-coreanos.
1. “Yo llegué aquí muy niña. Llegué con mis padres. No
tuve muchos problemas porque los españoles me trataron como a una niña española
aun sabiendo que mis padres eran extranjeros. Los centros educativos me
aceptaron sin problemas. Los centros de salud me atendieron bien. Los clubes me
abrieron las puertas. Repito, todo esto sucedió antes de tener un documento de
residencia legal y un documento de ciudadana española. ¡Me trataron como a un
ser humano! No nos asustaron con la deportación. Las autoridades nos ayudaron
en todos los trámites hasta logar la nacionalización. Después de muchos años de
vida y estudio ahora soy profesional. Expreso mi agradecimiento a España.
Cuando llegué a la edad de casarme, mis padres me
enviaron a Corea para encontrarme con los jóvenes de allá. Querían que me
casara con un coreano, pensamiento tradicional de todos los padres coreanos.
Yo, muy obediente, fui a Corea, conocí a mis familiares coreanos quienes me
presentaron a varios pretendientes. Pasé más de un mes teniendo encuentros y
entrevistas con los jóvenes coreanos sin ningún resultado. Así que volví a
España soltera como había salido. Aun contradiciendo al deseo de mis padres me
enamoré de un español y me casé con él. Nos casamos por amor y no por
conveniencias. -Mientras ella habla su esposo español, que la acompaña, bate la
cabeza afirmando y sonriendo. Está feliz y orgulloso de su esposa-. Después de
casarnos, mi esposo y yo fuimos a Corea. Él conoció a los familiares coreanos y
las costumbres. Para sorpresa de todos celebramos el matrimonio tradicional
coreano. Y mis familiares nos dijeron que los jóvenes coreanos ya no quieren
celebrar el matrimonio tradicional. Pero nosotros los extranjeros, lo
hicimos.
A mi esposo le gusta mucho la comida coreana; y a mí también
me gusta la comida española. Así compartimos los gustos. No me quejo de mi
matrimonio. Ahora soy madre de una hija de nombre coreano”. Una hermosa niña,
sentada en medio de sus padres, nos mira alegre mientras saborea el rico helado
canario. Es el fruto del amor.
2. “Yo llegué aquí porque mis familiares me trajeron,
tenía menos de diez años. Fuera de mi problema de comunicación en los primeros
días, no tuve más problemas. Yo también recibí los servicios de salud y
educación como una niña española aun sin tener los papeles en regla. Con el
paso del tiempo obtuve la nacionalidad española, estudié Leyes en la
universidad y soy abogada; y, en mi condición de mujer, compito en las mismas
condiciones con los colegas españoles varones y mujeres. No me quejo, tengo mis
clientes, y en los tribunales me tratan bien, no me discriminan.
Todavía soy soltera y, a pesar de mi edad, mis padres
siguen controlando mis salidas y llegadas. Me casaré cuando encuentre a un
hombre que me ame y a quien yo también lo ame. Para mí, el amor es más
importante que la nacionalidad. Estoy contenta de vivir aquí. De verdad, estoy
feliz”.
3. “Yo nací en Corea y estudié en Corea hasta graduarme
en el Departamento de Español de la Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros.
¿Se acuerda profesor?, yo fui su alumna. -Es verdad, aunque ahora ya no tiene
aquella figura de estudiante-.
Después de graduarme trabajé de secretaria en la Embajada
de México en Seúl. Vine aquí para estudiar la Maestría en Comunicación en la
Universidad Las Palmas de Gran Canaria. Mientras estudiaba me enamoré de un
español y me casé con él. -Su esposo, periodista español, está cerca de ella,
ríe y dice: Yo la quiero mucho-. Ahora soy española y coreana, y madre de una
niña encantadora, su nombre es Suwa. -Nombre coreano, interviene el esposo-.
Aquí está su foto. -Nos muestra la foto archivada en su celular-. Para mi
familia coreana soy una rebelde con mucha suerte”.
4. “Mis hermanos y yo nacimos aquí. Somos españoles y
coreanos. He viajado a Corea y, por lo que poco que conozco la sociedad
coreana, debo decir con franqueza: No me adaptaría a la vida de allá, pues
tengo otra mentalidad. Por motivos de trabajo también he estado en Grecia,
Alemania y Marruecos. Y hablando de Marruecos, allí me han tratado bien; por eso
me indigna cuando algunos prejuiciosos hablan mal de los marroquíes. Yo respeto
y estimo mucho a los marroquíes porque ellos me dieron hospedaje, me ayudaron y
me protegieron. Tengo buenos amigos marroquíes con quienes mantengo
correspondencia.
Ahora, tengo mi empresa que ofrece los servicios al
Ayuntamiento. Bueno, debo decir, todo me va bien, no me quejo.
Convivo por varios años con mi novia española, una
ingeniera y profesora de la universidad. Mis padres la conocen y quieren; y ya
nos han dicho que fijemos la fecha del matrimonio. Fuera de algunas
discusiones, como en toda relación, nos entendemos y nos ayudamos. Claro que
nos casaremos. ¡A ver si vienen a mi boda!”. Terminamos riendo por su
invitación a su boda aún no programada.
La expresión coreana “uri kiri”: entre nosotros
(coreanos), lo dice todo; fuera de expresar el nacionalismo y la solidaridad
coreana es la exclusión de otros. “Los coreanos se casan entre coreanos”
(uriquirimo endogámico). Un principio que se repite en la casa, en la escuela y
en donde sea. Los matrimonios internacionales son expresiones de la rebeldía de
algunos coreanos. Y los hijos, resultados de este enlace, son calificados -a
sus espaldas- con el despectivo: champong (mescolanza). Por eso, merecen
elogios quienes -a pesar del estigma social- logran el respeto y éxito dentro
de la sociedad de endogamia demostrando que el matrimonio internacional no es
ninguna degradación. Estos nuevos ciudadanos son, de verdad, los precursores
del cambio necesario en el pensamiento coreano.
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Bien recuerdo la frase adjunta de Francisco: “ustedes
saquen las conclusiones” con referencia a Manuel y a mí, sus amigos.
Creo estar en la secuencia principal, la que se admite
con buen sentido: “Boda y mortaja del cielo bajan”, es decir, rotular el
escrito que contiene los testimonios vertidos y el suyo (aún tácito, pero
visible) como una confirmación: En ciertos casos el amor supera la endogamia.
DE MI ÁLBUM
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