SEMANA SOCIAL
16 de noviembre del 2016
En Medio Oriente está el Mar
Muerto, muy conocido desde la antigüedad. La leyenda dice que allí moraron
pueblos corruptos que fueron destruidos por el castigo divino (Génesis cap.
20). En el siglo XXI muchos ríos que pasan por las ciudades también se están
muriendo, no por la salinidad ni por estar debajo del nivel del mar ni por el
castigo divino, sino porque la gente sin conciencia ecológica arroja sus
inmundicias a sus aguas.
En el interior de esta gente
“civilizada” (Civitas: ciudad. Civis: ciudadano) también corren ríos
contaminados de muchos prejuicios. He tenido que recurrir a voces latinas
civitas, civis para relacionarlas con las hispanas “civilización, civilizado”
de las que abusan los pajarracos citadinos.
Volviendo al río, hay muchos
envenenados y casi muertos. Y el Santa, río más caudaloso de la costa peruana,
es uno de ellos.
Río Santa y mi experiencia
infantil
Mi comunidad materna de
Quitaracsa, por donde corre el río cristalino del mismo nombre y es afluente
del Santa, tenía entonces una escuelita sólo hasta el Segundo Año de Primaria.
Para continuar los estudios mis padres me enviaron a Carás, (capital de la
provincia de Huaylas, departamento de Áncash, Perú). Ellos querían que yo
estudiara más para ser alguien y no otro campesino perseguido por pensar y
decir: La tierra es de quien la trabaja. Mi abuelo, mi padre y hermano mayor
sufrieron persecuciones por esta causa.
Después de un año de
castellanización forzada y sin planificación en la Escuela Primaria 339 -ahora
no existe-, ya comprendía y usaba esta segunda lengua en la que escribo este
texto. En una clase de Lenguaje el profesor explicaba sobre la concordancia
obligatoria del género del adjetivo con el sustantivo. Yo, muy intrigado,
asimilaba la regla del castellano haciendo comparación con mi lengua materna
quechua que no tiene marcas distintivas de género para el nombre ni para el
adjetivo. Entonces, en un arranque de valentía y de extrema inquietud,
recordando las letras del huayno que estaba de moda: “Rio Santa, Río Santa
caudaloso”, me atreví a preguntar:
-Señor, ¿por qué Río Santa y
no Río Santo?
Me refería al río que
recorre el valle del Callejón de Huaylas de sur a norte que, rompiendo la
Cordillera Negra, se dirige al oeste hasta llegar al Océano Pacífico. Así veía
en el Mapa del Departamento de Áncash colgado en la pared del aula. El
profesor, sorprendido, se dirigió a mi carpeta. Me miró con ojos centelleantes
y apuntándome con el índice rígido me contestó.
-Oye, primero atiende bien
la clase para dar un buen examen. ¡Ahora deja de preguntar!
Lo dijo con voz autoritaria
y sorna que toda la clase me clavó la mirada y, al oír la risa del señor,
estalló en sonora risa. Mis compañeros me miraban mientras se carcajeaban
contorsionándose. Yo también me contagié del ambiente que terminé riéndome.
Pero, quizás, me habría reído de la salida precipitada del señor.
Terminada la clase, ya fuera
de la escuela, el compañero Epicho Flores Oro, de más de 18 años, de padres
campesinos como yo, me dijo palmeándome el hombro: Oye, fregaste al señor. Él
no ha podido contestar.
Años después, por mi propia
investigación, supe otros nombres del río: Hatun Mayu (Río Grande), Río Huaylas
y Río Santa (Santa es el nombre del pueblo donde desemboca). Inicialmente
habría sido Río del Santa; pero, con el paso del tiempo, desapareció la
contracción “del” en medio de la frase. A este fenómeno los lingüistas lo
llaman elisión.
Aunque pasaron muchas
décadas, esa escena parece siempre reciente. Es que los ríos subconscientes de
muchos peruanos no se descontaminan con la escuela ni con la religión
Río Santa en el Siglo XXI
En mi niñez el Río Santa,
aunque turbio, aún estaba vivo y sano, allí pescábamos truchas y pejerreyes;
allí nos bañábamos y veíamos patos silvestres. Sin embargo, en los inicios del
siglo XXI, en vez de mostrar más vida, languidece. Y así moribundo, este río
generoso riega más sementeras, y quita la sed de más pueblos de Áncash y de La
Libertad.
Aunque no soy especialista
en Hidrología ni en el tratamiento de agua contaminada, me preocupo porque el
río se está muriendo. Es que, desde niño vi y oí el trato respetuoso y afectivo
de mis mayores hacia el agua: Yaku Mama (Madre Agua), Qucha Mama (Madre Fuente
o Madre Lago). Por este amor al líquido vital ahora me atrevo a hacer las
siguientes sugerencias a las autoridades, instituciones y ciudadanos que aman a
la naturaleza:
Promoción de la cultura
ecológica de la población. Esta educación ecológica debe impartirse usando
todos los medios de comunicación en el hogar, en las escuelas, en los centros
de trabajo, en los templos; es decir, en todo lugar, porque la vida de la
naturaleza es responsabilidad de todos.
Educar a los ciudadanos para
que cuiden sus ríos. Sancionar a los que conectan las tuberías de desagües al
río y le arrojan sus basuras.
Educados en el amor a la
naturaleza oiremos el canto, el llanto, la risa, el relato del río.
Participación de las
universidades de Áncash y La Libertad. Los docentes y estudiantes deben
analizar el agua del río en diferentes lugares de su curso. Elaborar proyectos
de búsqueda de soluciones sustentables según el grado de contaminación.
Construcción de plantas de
tratamiento de agua contaminada. Estos centros deben estar en áreas más
pobladas. Sólo el agua purificada debe llegar al Río Santa.
Fiscalización a las empresas
mineras. Las minas en la Cordillera Blanca y Cordillera Negra deben
responsabilizarse del tratamiento del agua que usan para no envenenar el Santa
y sus afluentes con sustancias tóxicas.
Instalación de tubería
gruesa en la ribera del Santa. Esta tubería recibirá las aguas servidas y las
llevará hacia las plantas de tratamiento.
Responsabilidad de las
autoridades. Las autoridades locales y regionales deben tomar con seriedad el
problema de la contaminación del río que da vida a los campos y pueblos de sus
jurisdicciones. Con estudios y proyectos iniciar las obras de purificación del
río. Si el problema es bien planteado no faltarán instituciones nacionales y
extranjeras para ayudar a solucionar.
Muchos ríos que cruzan las
ciudades populosas del mundo como Támesis (Londres), Sena (París), Han (Seúl)
también fueron víctimas de la contaminación por la urbanización y el desarrollo
industrial. Pero, después del estudio, tratamiento y purificación, ahora son
ríos de aguas limpias que alegran y refrescan con nuevas vidas: peces, algas,
aves y verde vegetación en sus orillas.
Con estas experiencias se
debe iniciar el trabajo de curar el Río Santa que, aun enfermo, ofrece sus
aguas a los pobladores, animales y plantas. Cuando el río recobre su pureza
volverá la vida a sus aguas. Las truchas, pejerreyes y patos nos agradecerán y
alegrarán. Entonces sí, el Cañón del Pato tendrá patos. Nos sentiremos parte de
la naturaleza, y no la miraremos como enemiga o una fiera por dominarla.
DE MI ÁLBUM
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