ANTONIO VAN LEEUWENHOEK
EL PRIMER HOMBRE QUE VIO
MICROBIOS
Si alguien preguntara quién fue Antonio van Leeuwenhoek…
¿Cuántos podrían contestar a esa pregunta? Muy pocos, quizá. Sin embargo, y
pese a que ningún poeta le cantó sus loas y a que ni siquiera su nombre figura
en ningún libro de historia, este gran hombre merecería tener una estatua en
cada país del mundo.
Porque este buen hombre de pueblo, empleado y luego dueño
de una tienda, descubrió nada menos que… ¡los microbios! Naturalmente, no llegó
a sacar de este hecho las conclusiones a que se arribó en años posteriores,
pero es indudable que, gracias a sus afanes la ciencia inició una de sus etapas más trascendentales.
Su afición a escudriñar lo desconocido lo llevó, hace de
esto más de dos siglos y medio.
Todas estas experiencias le llevaron cerca de veinte
largos años. Leeuwenhoek trabajó intensa y denodadamente, la mayor parte del
día, rodeado por la absoluta despreocupación de su familia y amigos, quienes,
al igual que los vecinos, lo consideraban
con las facultades mentales alteradas. Pero él continuó su camino;
camino que resultaba escabroso, pero que sin escuchar los comentarios adversos
e hirientes proseguía. Tal vez presentía que el día del triunfo estaba cercano
y que sus caros anhelos se harían realidad. Y ese día ansiado llegó, cuando
comenzó a examinar fibras musculares de ballena, ojos de buey, lana de ovejas
y, en fin, todo lo que caía en sus manos de investigador.
Sus experimentos llegaron a oídos de las sociedades
científicas y allí se inició su fama. Fue llamado por las instituciones de
mayor enjundia del continente europeo. Ya sus vecinos no se reían de él y sus
familiares y amigos comprendían que Antonio no tenía nada de loco, sino que
había sido un visionario, uno de los pocos visionarios que cambian el curso de
la historia.
Pero esto no es todo en la vida sacrificada de Antonio
Leeuwenhoek. Un día observando la cola de un renacuajo, descubrió los vasos
capilares, confirmando con ello la teoría de la circulación de la sangre.
Una noche de estrellas brillaban de manera diferente y,
él se fue en procura del descanso eterno, rodeado del dolor de los suyos y de
la admiración de la ciencia mundial. Empero, Antonio Van Leeuwenhoek sigue
esperando una estatua en cada país del mundo, para el cual, consagró su
existencia.
(C. P.)
DE MI ÁLBUM
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