lunes, 15 de mayo de 2017

HOMBRES DE CIENCIA: Antonio VAN LEEUWENHOEK


ANTONIO VAN LEEUWENHOEK
EL PRIMER HOMBRE QUE VIO MICROBIOS

            Si alguien preguntara quién fue Antonio van Leeuwenhoek… ¿Cuántos podrían contestar a esa pregunta? Muy pocos, quizá. Sin embargo, y pese a que ningún poeta le cantó sus loas y a que ni siquiera su nombre figura en ningún libro de historia, este gran hombre merecería tener una estatua en cada país del mundo.
Porque este buen hombre de pueblo, empleado y luego dueño de una tienda, descubrió nada menos que… ¡los microbios! Naturalmente, no llegó a sacar de este hecho las conclusiones a que se arribó en años posteriores, pero es indudable que, gracias a sus afanes la ciencia inició  una de sus etapas más trascendentales.

            Su afición a escudriñar lo desconocido lo llevó, hace de esto más de dos siglos y medio.

            Todas estas experiencias le llevaron cerca de veinte largos años. Leeuwenhoek trabajó intensa y denodadamente, la mayor parte del día, rodeado por la absoluta despreocupación de su familia y amigos, quienes, al igual que los vecinos, lo consideraban  con las facultades mentales alteradas. Pero él continuó su camino; camino que resultaba escabroso, pero que sin escuchar los comentarios adversos e hirientes proseguía. Tal vez presentía que el día del triunfo estaba cercano y que sus caros anhelos se harían realidad. Y ese día ansiado llegó, cuando comenzó a examinar fibras musculares de ballena, ojos de buey, lana de ovejas y, en fin, todo lo que caía en sus manos de investigador.

            Sus experimentos llegaron a oídos de las sociedades científicas y allí se inició su fama. Fue llamado por las instituciones de mayor enjundia del continente europeo. Ya sus vecinos no se reían de él y sus familiares y amigos comprendían que Antonio no tenía nada de loco, sino que había sido un visionario, uno de los pocos visionarios que cambian el curso de la historia.

            Pero esto no es todo en la vida sacrificada de Antonio Leeuwenhoek. Un día observando la cola de un renacuajo, descubrió los vasos capilares, confirmando con ello la teoría de la circulación de la sangre.

            Una noche de estrellas brillaban de manera diferente y, él se fue en procura del descanso eterno, rodeado del dolor de los suyos y de la admiración de la ciencia mundial. Empero, Antonio Van Leeuwenhoek sigue esperando una estatua en cada país del mundo, para el cual, consagró su existencia.

(C. P.)

DE MI ÁLBUM





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