TANIA LIBERTAD y EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA
No sólo es encantadora,
también es heroica. A Tania Libertad, le anuncian una tercera operación por el
cáncer a la mama, y lejos de recluirse en la tristeza, nuestra cantante lanza
un mensaje a las mujeres para que anualmente se sometan a una mastografía.
Hay razón para amarla y, en
mi caso, para recordar algunas historias. La primera:
Arturo Corcuera y yo
cenábamos con Mario Benedetti en Lima una noche cualquiera de los años 70. Le
pregunté al gran poeta uruguayo cuál era su mayor deseo en ese instante.
-Que a mi poesía le ponga
música y la cante Tania Libertad.- me respondió.- ¿Y el tuyo?
Pudo haber sido el último
deseo de su vida porque, durante la madrugada, llegó un grupo de soldados, lo
apresaron y lo enviaron a Buenos Aires. Si allí no lo hacía desaparecer la
dictadura de Videla, lo harían los paramilitares de la Triple A que se la
tenían jurada. Felizmente, se salvó, pero esa es otra historia.
-Yo preferiría cantar al
lado de Tania- repliqué.
Tania era por entonces una
muy joven pero extraordinaria cantante. La admiración que le teníamos se
asemejaba a la que desde otros lados del continente nos suscitaban, entre
otros, Víctor Jara, Violeta Parra, Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui.
Éramos sus “fans” no
únicamente por la calidad de su sonido vocal, de un timbre cristalino que
semeja una cascada, sino también por el encanto que desprendía su presencia
sobre el escenario y por la firmeza de sus ideas y convicciones sociales.
Tanto a Benedetti como a mí
se nos han cumplido los deseos. “La vida ese paréntesis” se llama el CD en el
que Tania interpreta poemas que, en su voz, parecen haber nacido como canciones.
“De él las palabras, de ella
la voz. Oyéndolas estamos más cerca del mundo, más cerca de la libertad, más
cerca de nosotros mismos.”- ha escrito José Saramago al escuchar este disco.
Saramago la conoció cuando
la escuchó cantar, “a capella” “La paloma” de Rafael Alberti. “Sentí que cada
nota acariciaba una cuerda de mi sensibilidad y me llevaba hasta el
deslumbramiento.”- escribió después el ganador del Premio Nobel.
Para mí, el deseo de cantar
con ella se cumplió hace 5 años en Turín en el marco de la Feria Internacional
del Libro y durante un homenaje a nuestro César Vallejo que organizara Gorée,
la editorial que vertiera al italiano mi libro “Vallejo agli inferí”
“Siento a Dios que camina/
tan en mí con la tarde y con el mar”- comencé a leer el poema “Dios” con unas
diez mil personas frente al escenario. No me acuerdo cuánto tiempo pasó hasta
el final “Yo te consagro, Dios, porque amas tanto/ porque jamás sonríes, porque
siempre/ debe dolerte mucho el corazón…”
Unos minutos más tarde,
Tania repetía el poema, pero lo hacía cantando. Escucharla me hizo sentir que
Vallejo volvía a ser voz viva y real. En la música, decía Schopenhauer, todos
los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha
realidad.
No recuerdo cuántos poemas
leí, pero esa noche supe que, al recitar, gracias a Tania, yo también estaba
cantando.
Muchos de los presentes no hablaban castellano y, sin embargo,
sentían los poemas. Ellos también se habían convertido en música. Los diarios
dirían después que el homenaje peruano a Vallejo había sido algo de lo más
espectacular de la feria.
Semanas más tarde, viajando
por Florencia, Siena, la Toscana y a punto de perderme en los caminos de Dante,
puse en el tocadiscos el CD con los poemas de Benedetti y sentí que a él como a
César Vallejo los entendía mejor en la voz de Tania Libertad porque la música
es la revelación más alta y, con ella, se puede caminar de veras del lado de
Dios mientras se le sabe y se le siente con la tarde y con el mar.
Eduardo González Viaña / 30-abril /17.
DE MI ÁLBUM
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