Quién vuela más lejos. Quién da mejores puñetazos. Quién
nada más. Quién bate el record en tennis, en football, en la duración, en la
altura, en el peso, en la resistencia, en la intensidad. Quién hace más dinero.
Quién danza más rápidamente. Record de ayuno, de fumador, de filatelista;
record de canto, de risa, de piedad, de matrimonio, de divorcios, de
asesinatos, de revoluciones…
El sentimiento o quizás sólo el prurito del record, cunde
en todas las esferas de la vida. Ya nadie hace nada sin mirar el rival y sin
tener en vista la meta que ha de sobrepasar a todas las metas alcanzadas hasta
ahora. El aviador vuela, no ya por natural y libre vocación de vuelo, sino por
hacer lo que los otros aviadores no han hecho todavía. El danzarín danza, no
por gana libre y natural de moverse rítmicamente, sino por hacer lo que los
demás danzarines no han hecho todavía. El asesino mata, no ya en un rato de
violencia, de pasión o mórbido instinto, sino por hacer lo que los otros
asesinos no han hecho todavía. Así en los demás flancos de la existencia. El hombre se mueve por cotejo con el hombre.
Es una justa, no ya de fuerzas que se oponen francamente, que sería más noble y
humano, sino de fuerzas que se comparan y rivalizan, que es necio y artificioso.
Hoy el hombre no puede ya vivir y avanzar por su propia cuenta, es decir,
mirando de frente, como lo quiere el orden paralelo de las cosas, sino que vive
y se desenvuelve teniendo en cuenta el avance y la vida de los demás, es decir,
mirando oblicuamente el horizonte.
En esta sociedad de records y de colmos el criterio
dominante es el criterio de cantidad. Se busca la cantidad, mayor o menor para
todas las unidades de medida. La calidad de los actos queda, de este modo,
completamente fuera de la vida, o si ella entra para algo, es siempre para
medirla por el sistema métrico decimal. En el box un recto es mejor que otro,
en el sentido en que hizo inclinar un
adarme, en favor del majador, la balanza de la pelea. En el criterio de record,
hasta la gracia, cuando la hay, es apreciada cuantitativamente.
El record, como criterio de vida, nos viene del sport. El
alma filosófica de este criterio, la cantidad, nos viene de los Estados Unidos,
de aquella cultura de “standard”, en que hasta las lágrimas se aprecian y
valorizan porque ellas son o no pueden ser reproducidas en serie. En New York,
una persona que llorase inmensamente, suministrando lágrimas al infinito, sería
una gran fuente industrial, un gran foco de actividad y de vida.
El mundo, conjuntamente con la moda del sport, va
adoptando el sentimiento del record para todas las actividades. La vida es
un match estupendo, plural,
multifacético, como antes fue tenida como una batalla terrible, sangrienta.
(Hay quienes prefieren este último carácter de la vida). Las manifestaciones de este machismo son
innumerables, regocijadas, cómicas, dramáticas, banales, trágicas, metafísicas,
místicas, materialistas, científicas. Sus formas y variaciones no son menos
diversas. Formas de match puras y típicas, ambiguas y disfrazadas. En Cannes se
prepara para estos días un extraño match de juego de damas, sobre un gran
cuadrilátero trazado en una llanura del mediodía y en el que harán de “peones”
blancos unas vírgenes campesinas y de “peones” negros otros tantos adolescentes.
Dos grandes campeones jugarán esta partida y ella no tendrá nada que envidiar,
en gracia fecunda ni en movimiento de eternidad, a las clásicas fiestas de los
viñedos suizos de Vevey.
Es el sport, que nos aporta estos arduos valores a la
vida. Debido a la boga del sport, el menor acto del hombre es un duelo, expreso
o tácito, con el semejante de su prójimo. ¿Estáis de ello contentos? No.
La vida, como match, es una desvitalización de la vida,
como diría Antenor Orrego. Pulpa moral del match es la esclavitud y el
amujeramiento. Yo no vivo comparándome a nadie ni para vencer a nadie y ni
siquiera para sobrepujar a nadie. Yo vivo solidarizándome y, a lo sumo,
refiriéndome concéntricamente a los demás, pero no rivalizando con ellos. No
busco batir ningún record. Yo busco en mí el triunfo, libre y universal de la
vida. No busco batir el record del hombre sobre el hombre, sino la superación,
centrípeta y centrífuga, d la vida. Una cosa es el record de la vida y otra
cosa es el triunfo de la vida. La vida no es guerra ni farsa de guerra. Apenas
es estímulo y noble emulación. Pero el match reposa, necesariamente, sobre un
estímulo y una emulación demasiado externos y estrechos. Este hombre se entrena
más porque sabe que su contendor está, a su vez, mejor entrenado. Demsey se
prepara y trabaja más para pelear con Tunney que para pelear con Wills. En la
vida se vive y se avanza, no porque viven y se desenvuelven los otros, sino por
el sentimiento, libre y solo de vivir. Si no hubiera más que un hombre en el mundo,
ese hombre viviría solo, sin contendores, sin émulos y ni siquiera
convivientes.
El match supone, pues, al vecino y al espejo. El match se
hace, otras veces, por amor propio, por patriotismo, por ganar dinero, por
tantos otros móviles estúpidos y egoístas, en que la malicia del hombre se
mezcla al buen sudor del animal.
Variedades, N. 1021, 24 de setiembre de 1927.
DE MI ÁLBUM
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