LA ESPERANZA POLÍTICA
Vivimos tiempos
de gran desamparo social. Se ha producido una especie de terremoto, esta vez no
provocado por la naturaleza sino por la propia política. Hubo un golpe de clase
de los adinerados, amenazados en sus privilegios por los beneficiados por las
políticas sociales de los gobiernos del PT, que los llevó a ocupar lugares de
los que antes estaban excluidos.
Para ello usaron el
parlamento, como en 1964 los militares. La destitución de la presidenta Dilma,
democráticamente elegida, sirvió a los propósitos de estas élites económicas
(el 0,05% de la población según el IPEA), lo cual implicaba ocupar los aparatos
del Estado y garantizar así su estatus histórico-social hecho a base de
privilegios y de negocios turbios. Habiendo naturalizado la corrupción, no
tuvieron escrúpulos en modificar la constitución e introducir reformas que
eliminaron derechos de los trabajadores y modificaron profundamente los
beneficios de la Seguridad Social.
La corrupción, detectada
primeramente por los órganos de espionaje de Estados Unidos y traspasada a
nuestro sistema jurídico, permitió instaurar un proceso judicial que recibió el
nombre de Lava-Jato. Ahí se detectó la trama inimaginable de corrupción que
atraviesa las grandes empresas, desde las estatales a las privadas, los fondos
y otros órganos, dentro de la lógica del patrimonialismo. La corrupción
identificada fue de tal orden que escandalizó al mundo. Llegó a quebrar estados
de la federación, como por ejemplo el de Río de Janeiro.
Yo mismo y otros muchos
estamos sin recibir nuestros sueldos de profesores universitarios, retirados o
no, desde diciembre de 2016.
La consecuencia es el
descalabro político, jurídico e institucional. Es falaz decir que las
instituciones funcionan. Todas ellas están contaminadas por la corrupción. La
justicia es vergonzosamente parcial especialmente el justiciero Sergio Moro y
buena parte del Ministerio Público, apoyados por una prensa reaccionaria sin
compromiso con la verdad.
Esta justicia revela sin
tapujos una furia incontrolable de persecución al expresidente Lula y a su
partido, el PT, el mayor del país. Se quiere destruir su indiscutible
liderazgo, desfigurar su biografía e impedir de cualquier modo que sea
candidato. Se fuerza su condenación, fundada más en convicciones que en pruebas
materiales, lo que impediría su candidatura, que goza de la preferencia de la
mayoría.
La consecuencia es un
sufrido vacío de esperanza. Pero es importante recuperar el carácter
político-transformador de la esperanza. Ernst Bloch, el gran pensador de la
esperanza, habla del principio-esperanza, que es más que la virtud común de la
esperanza. Es ese impulso que habita en nosotros, que nos mueve siempre, que
proyecta sueños y utopías, y sabe sacar de los fracasos motivos de resistencia
y lucha.
De san Agustín, tal vez el
mayor genio cristiano, gran formulador de frases, nos viene esta sentencia: la
esperanza tiene dos hijas queridas: la indignación y la valentía; la
indignación nos enseña a rechazar las cosas así como están y la valentía, a
cambiarlas.
En este momento debemos
evocar en primer lugar a la hija-indignación frente a lo que el gobierno Temer
está perpetrando criminalmente contra el pueblo, contra los indígenas, contra
la población del campo, contra las mujeres, contra los trabajadores y contra
las personas mayores, quitándoles derechos y rebajando a millones de personas,
que de la pobreza están pasando a la miseria. No se escapa ni la soberanía
nacional, pues el gobierno Temer está permitiendo vender tierras nacionales a
extranjeros.
Si el gobierno ofende al
pueblo, este tiene derecho a evocar a la hija-indignación y no darle paz, sino
exigir en las calles y plazas su salida, ya que está acusado de delitos de
corrupción y es fruto de un golpe, y por eso carece de legitimidad.
La hija-valentía se muestra
en el deseo de cambio, no obstante los enfrentamientos que pueden ser
peligrosos. Ella nos mantiene animados, nos sostiene en la lucha y puede
llevarnos a la victoria. Es importante seguir el consejo del Quijote: no hay
que aceptar las derrotas sin antes dar todas las batallas.
Un dato que debemos tener en
cuenta siempre es que la realidad no es solo lo que está ahí, como un hecho al
alcance de nuestra mano. Lo real es más que lo factual. Lo real esconde dentro
de sí virtualidades y posibilidades ocultas que pueden ser sacadas afuera y
volverse hechos nuevos.
Una de estas posibilidades
es evocar el artículo primero de la constitución que reza: "todo poder
emana del pueblo". Los gobernantes y los políticos solo son delegados del
pueblo. Cuando le traicionan, ya no representan los intereses generales sino
los de las empresas que financian sus elecciones. El pueblo tiene derecho de
sacarlos del poder mediante elecciones directas ya.
"Fuera Temer y directas
ya" no es un slogan de grupos sino de grandes multitudes. La hija-valentía
debe exigir, por derecho, esta opción, la única que garantizará autoridad y
credibilidad a un gobierno capaz de sacarnos de la presente crisis.
Las dos hijas de la
esperanza podrían hacer suya esta frase de A. Camus: "En medio del
invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible".
Leonardo BOFF/ 14 de junio del 2017
DE MI ÁLBUM
(Baltikum)
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