sábado, 5 de agosto de 2017

EL REINO AHORA: CAOS / Tony PEREDA



CAPÍTULO 1
HÉROE O VILLANO

   Agosto de 1783. En una cámara oscura, a través de los barrotes de una ventana ingresan los primeros rayos de sol. Casi no es posible divisar lo que yace extendido sobre una litera incrustada en la gruesa pared.
   Una manta cubre en su totalidad moldeando el cuerpo de un ser, un hombre para ser exacto, cuyo brazo extendido cuelga hasta rozar el suelo.
   La mano, de color aceitunada, para nada tersa, da unos pequeños movimientos al azar. Las negras uñas, sin recortar, arañan el empedrado suelo.
   El hombre se rasca la tupida barba hasta que poco a poco la manta cae hacia un lado. Es Milun, el conocido Bordano, quien yace completamente vestido de harapos sobre aquella litera.
   Sus ojos, más oscuros que nunca, se abren lentamente. Otro día ha llegado, parece decir a sí mismo.
   La polvorienta habitación se aclara. Es algo degradante para un caballero, algo cómoda para un bribón. Para Milun es una intriga.
   Sentado sobre la litera, con los pies firmes en el suelo, su tormento comienza. Voces de todos lados atacan su mente.
   “!Auxilio!” La voz de una asustada pueblerina a punto de ahogarse cuyo nombre prefiere olvidar.
   “¡No te atrevas a tocar a mi hija, sucio bastardo!”, la voz de un obstinado obrero sin dignidad alguna.
   “¡No sos  más que una escoria Bordana!“, la voz llena de ira de un petulante miembro de la Corte cuyo estado es incierto.
   “¡No hay duda alguna, eres el caballero de mis sueños!”, la sincera voz de una jovencita algo atrevida y de por sí soñadora.
   “¡Jamás seré tan hábil como tú!”, el quejido de un joven cuya inseguridad poco a poco se convirtió en la sombra de Milun.
   … Y muchas otras voces cuyos pálidos rostros, elegantes atuendos y sofisticados manerismos aún no ocupan un significante lugar en la mente de Milun.
   De pronto un absoluto silencio inunda los pensamientos de Milun. Una voz se abre paso.
   “La fe es lo último que se pierde”. La voz de un líder espiritual, que entra por una oreja y sale por la otra, pero de alguna forma permanece grabada por la eternidad.
   Milun se levanta y su inquietante mirada no logra resistir más.
   “¿Pero qué es este lugar?, ¿Hasta cuándo alguien me ofrecerá una respuesta?”, grita fulminante.
   Detrás de la impenetrable puerta gobierna el silencio.
   Milun se acerca a ella y la golpea descontrolado hasta que su puño revienta. La sangre corre por su brazo.
   “¿Por qué estoy aquí?, ¿Qué sucedió?, ¿Dónde están mis compañeros?”. Una lágrima aparece en su rostro.
   Pero eso tampoco funciona. Nada ni nadie contesta a sus preguntas.
   Su otro puño empieza a temblar.
   “El Duque y el Monseñor Blanco… no hay duda”. 
   Milun cierra los ojos.
   “Debí acabar con ellos cuando tuve la oportunidad…”, se lamenta.
   Sus ojos se abren de golpe.
   “Pero el Duque no pudo sobrevivir semejante caída…”, “¿O es que finalmente me ha vencido?”
   Milun observa la ventana en lo alto, completamente fuera de su alcance.
   “De nada me serviría tratar de escapar. Yo hice lo correcto todo este tiempo. Defendí a mi reino y a mi Rey. No merezco castigo alguno”.
   Sus ojos nuevamente se fijan en la puerta.
   “Debo golpearla hasta que alguien me escuche”.
   Milun se acerca y levanta ambos puños. Se oyen unos pasos acercándose. Logra escuchar el tintineo de unas llaves dando vuelta en la  cerradura
   Milun permanece inmóvil. Quizás sea momento de atacar la mano que lo alimenta pero que jamás se digna a responder a sus preguntas.
   Lentamente la puerta se abre hacia él. Un elegante hombre de sombrero de ala ancha ingresa y se detiene frente a Milun.
   “Lamento la demora”/ dice el caballero.
   Aquella voz suena conocida para Milun. El hombre levanta su cabeza hasta que la poca luz revela su identidad…
   Milun no lo puede creer. Es el Capitán Donoch, quien hace algún tiempo fue como un padre para él.
   “Mi cap… capitán…”, balbucea Milun sin saber qué hacer.
   “¡Hijo, ya todo ha terminado!”/ dice convencido el Capitán.
   Donoch lo abraza a pesar que Milun no se atreve a moverse para evitar dejar escapar su mal olor.
   “Jamás debí permitir todo esto”/ agrega Donoch.
   Milun observa detrás de la puerta. Sabe que Donoch respondería a todas sus preguntas, pero sólo su libertad es ahora lo que interesa.
   Donoch mira fijamente a los ojos de Milun. Tanto agravio no se puede compensar con palabras.
   “Vamos, debes darte un baño. Se te espera en el Palacio”.
   Milun lo mira confundido. Por más que trate de ser fiel a sus orígenes, sabe que el Palacio fue y será siempre su hogar favorito. Pero es algo tan fácil e increíble para él que amerita una explicación.
   “El Palacio… pero el Duque… ¿qué sucedió con él?”.
   “Lo que siempre sucede con todos los traidores…”/ responde Donoch muy frío.
   “¿Muerto?”
   “Para fortuna de todos”.
   Milun baja la mirada. Sus labios disfrutan del sabor de la victoria, pero algo inexplicable dentro de él le produce lástima. Donoch lo mira como si entendiera lo confuso de sus sentimientos.
   “Me alegra”, dice Milun tratando de no mostrar debilidad.
   “Recibirás tu recompensa por acabar con la amenaza”.
   La mirada de Milun salta. Sus ojos  miran en direcciones opuestas.
   “Te has convertido en nuestro héroe nacional”/ sonríe Donoch.
   El rostro de Milun palidece.
   “No entiendo… ¿A qué se refiere?”.
   “Basta de humildad. Una gran fiesta os espera”.
   Ahora sí Milun siente su cabeza explotar y su cuerpo cae sin sentido en los brazos de Donoch.
   “¡Vengan!, ¡Necesito ayuda!”/ grita Donoch.
   Cuatro soldados ingresan y levantan a Milun.
   “¡Necesita alimento! ¡Que le den un baño, y no se olviden que debe vestir su uniforme de gala!”/ ordena Donoch.
   Los soldados se llevan a Milun. Donoch observa la cámara.
   “¡Jamás hubiera podido resistir treinta y tres días aquí!”/ se lamenta.
   En la ventana, un cuervo sentado entre los barrotes emprende el vuelo, abandonando el recinto  empedrado que acogió a Milun todo este tiempo.
   Otras aves se unen a él y comienza el cántico inaudible. El  sol ya ha empezado su labor. La luna es sólo una sombra a su lado.
   De pronto el chispeante cielo azulado comienza a extenderse por toda Frezzia. Las praderas más verdes que nunca, los cultivos florecientes y la faena del ganado saludan al nuevo día.
   A pesar de su exuberante naturaleza, hay una edificación, la cual siempre forma parte del paisaje de Frezzia por donde se mire, el Palacio Real.
   El sueño de muchos, la pesadilla de otros a través de los siglos, el Palacio Real se mantiene firme e imponente. Sus nueve Torres simétricamente enlazadas reflejan a unos gigantes dispuestos a todo por defender su soberanía.
   En una de ellas, un hombre alto de túnica amarillenta con capucha permanece deslumbrado al presenciar tan bello amanecer. Con una mano se descubre la cabeza como saludando a los rayos del sol. Es Arturo, el sabio monje de misterioso pasado.
   Esta vez su semblante es muy diferente; todo indica que está al tanto de la buena noticia.
   “¡Ha llegado el esperado momento!”.
   Detrás de él la silueta de dos hombres se miran el uno al otro.

   De vuelta al recinto empedrado, ya han pasado algunas horas. Frente a un espejo, Milum luce un impecable uniforme blanco. Su barba arreglada y su cabello desenredado colaboran a que ni Milun se reconozca a sí mismo.
   “No merezco esta vestimenta, mucho menos una ceremonia en mi honor. Debo escapar de aquí”.
   Donoch ingresa y cierra la puerta de golpe.
   “Vaya, vaya… sí que hicieron un buen trabajo contigo”.
Milun voltea, ya harto de rodeos.
   “No fui yo quien terminó con la vida del Duque”/ dice Milun atónito.
   “Y eso qué importa. Lo hecho, hecho está”/ responde Donoch con desdén.
   “Jamás mentiría al respecto. Es la pura verdad”.
   “Ya habrá tiempo para eso. Ahora debes aceptar tu premio”.
   “Solo esquiva mis palabras” reclama Milun
Donoch abofetea el rostro de Milun
   “Debes entender que muchos te consideran un héroe. Para otros no eres más que un villano”.
   “Jamás me tildaría de héroe. Cuando fuí incapaz de derrotar al Duque con mis propias manos”.
   “¿Acaso has perdido la cabeza y el respeto a tu Regimiento?” “No sabes lo difícil que ha sido para mí salvarte de una muerte segura”.
Milun agacha la cabeza. Sabe que insistir es en vano.
    “Haré como usted diga, mi Capitán. Lamento haberle defraudado”.
Donoch asiente. Dos soldados ingresan. Milun va con ellos.
Un carruaje dorado espera por Milun en la entrada. Milun y los soldados a su lado se acercan. A pesar del resplandeciente brillo del carruaje, Miluin solo tiene ojos para aquel cielo que fue su confidente y testigo durante la guerra.
Por un momento Milun sólo se conforma con respirar, sin pensar en lo que está por suceder. Una ceremonia a su nombre, todo indica para él que perdió la razón tras las rejas.
Un soldado ya algo refinado abre la puerta del coche.
   “Don Milun, adelante por favor”.
Milun lo mira como burlándose de sus palabras. Pero prefiere subir sin abrir su boca. Los soldados se sientan al frente de él. Milun los observa fijamente. Uno de los soldados abre una caja y extrae la espada de Milun.
   “Don Milun, el Capitán lo ha ordenado”.
El soldado alcanza a Milun la espada. Milun la toma por el mango y siente una sensación que le hace pensar que debe asumir  su responsabilidad por la muerte del Duque.
El carruaje parte. El trote de los caballos levanta polvo a gran velocidad. Al mirar con detenimiento su espada, Milun se traslada al pasado.
Abre los ojos, mientras la lluvia golpea su rostro con fuerza. Con gran esfuerzo logra ponerse de pie. La luz de la luna, casi llena, permite orientarlo. Coloca sus manos al borde de la Torre. Para su sorpresa, al dirigir su mirada hacia el patio inferior, observa el cuerpo inerte del Duque.
   “¿Pero cómo es posible?”/ se pregunta a sí mismo.
Milun se lleva la mano a la cabeza y siente la hinchazón producida por el misterioso golpe.
En eso escucha el llanto en el patio inferior de un hombre más confundido que él, el Rey Aidan.
   “¿Por qué…?”/ exclama el Rey.
Columbio, experto en diplomacia, se acerca al Rey.
   “Su Majestad, os pido resignación”.
El Rey mira a Columbio muy confundido. En eso levanta la cabeza y observa a Milun en la Torre. Milun se paraliza.
   “¡Milun, es Milun el asesino!”, grita el Rey descontrolado.
En la Torre, las manos de Milun tiemblan. El Rey no le quita la mirada.
   “Cálmese, Su Majestad. Pido me conceda un momento”/ suplica Columbio.
El General Riot se acerca al Rey y comprueba que es Milun quien yace en la Torre.
   “¡Deténgalo, no debe escapar!”/ ordena Riot.
Milun trata de moverse pero sus pies no le hacen caso. En eso observa la luna llena y su visión se desvanece.

De vuelta al presente, Milun observa el Palacio Real desde la ventana del coche, el cual cada vez se acerca más a su destino.
   “Debo detener esta locura”/ dice Milun
Con gran agilidad Milun golpea a uno de los soldados en la cabeza con el mango de su espada y amenaza al otro con cortarle el cuello si no sigue sus órdenes. El soldado ordena al conductor detener la marcha. El carruaje se detiene de golpe y Milun patea la puerta, escapando.
Milun corre con toda su fuerza por el sendero, pero debido al encierro, su cuerpo no es el mismo de antes. Los soldados se miran el uno al otro confundidos.
   “Jamás debí despreciar la comida de ese horrendo lugar”/ se lamenta Milun.
Milun da unos pasos. En eso apoyado en un árbol, la silueta de un hombre alto lo observa.
   “¿Adónde crees que vas?”/ pregunta el hombre.
Milun extiende su espada y ve que es Columbio, su antiguo protector. Pero por más alegría que le produzca verlo, para Milun no es momento de cumplidos.
   “Arturo tenía razón. Él sabía que intentarías escapar”/ sonríe Columbio.
   “Estás muy equivocado si piensas que tu diplomacia me hará cambiar de opinión”.
Columbio sacude el elegante chaleco de piel que lleva puesto.  
”Veo que con todo esto has olvidado tus modales”.
 Milun gira los ojos
   “Tanto ejercicio ha reducido su cerebro”/ contesta Milun.
 En eso Pedro se acerca a Columbio
   “No es justo burlarse de un viejo camarada”/ dice Pedro con una sonrisa de oreja a oreja.
 Columbio asiente.
 Milun sorprendido de ver a Pedro baja su espada.
   “¿Piensas que a ti te haré caso?”.
 Pedro eleva sus brazos como si estuviera orando.
   “Ese carácter… algunas cosas nunca cambian…”.
   “Veo que ya te han convertido en uno de ellos. Nadie me hará cambiar de opinión”/ grita Milun
 En eso Papier se acerca a Milun con una espada en la mano y con la otra acariciando su diminuto bigote.
   “¡Si no es por las buenas… será a mi manera!”/ dice Papier.
 Milun lo mira de pies a cabeza. Jamás fue su favorito.
   “Será un placer acabar contigo de una buena vez”.
 Papier ríe y mira a Columbio.
    “¿Están seguros que éste es el héroe nacional?”.
   “¡Te arrancaré ese remedo de bigote!”/ grita Milun.
 Flere se acerca apuntando su espada hacia Milun.
   “Debes estar molesto con todos nosotros. Pero debes saber que durante este tiempo sólo anhelamos tu liberación”.
 Milun fija su mirada en la colorida vestimenta de Flere y ríe a carcajadas.
   “Jamás vi a un payaso sostener una espada”.
 Flere se lanza contra Milun.
 Ahora recuerdo lo contento que estaba con tu encierro.
 Janice se acerca y toma a Flere por el brazo. Lleva un vestido no tan ostentoso como los que solía vestir.
   “No es necesario”/ dice ella.
 Milun ríe.
   “¿Y tu velo?”, ¿Acaso lo perdiste?”
   “Lo reservo para la ceremonia de un viejo amigo”.
   “No habrá ninguna ceremonia. ¡Entiéndalo!”
 Columbio se acerca Janice.
   “Querida. Es tiempo de usar nuestro último recurso”/ dice él.
   “¿Arturo? ¡Ni crean que ese monje lo logrará…! / exclama Milun.
 Columbio, Janice, Flere, Pedro y Papier se retiran abandonando a Milun en el sendero.
   “¡Márchense todos, jamás deseo volver a verlos!”
 Milun cubre su rostro. Solloza.
   “¡No necesito de nadie…!”
 En eso unos pasos ligeros se acercan a Milun. El inconfundible aroma que destila, hace que la cabeza de Milun gire. Llevando puesto un vestido rojo de blondas, Alysse se detiene frente a Milun. Milun la observa anonadado.
 Alysse le regala una sonrisa de complicidad. Sus ojos marrones logran que la mirada de Milun se pierda en ellos.
   “¿Estás seguro?”
 Alysse no logra terminar de hablar, ya que Milun suelta su espada y se lanza hacia ella, tomándola de la cintura. Une sus labios con los de ella por un largo momento.
 Ya calmado, él la mira con esa ternura de siempre.
   “Claro que necesito de ti. Hubiese dado todo por verte tan solo una vez más”.
 Alysse acaricia la frente de Milun.
   “Luces muy elegante. Qué alegría verte sano y salvo”.
   “Te suplico venir conmigo. Marchémonos de aquí”.
 Alysse baja la mirada.
   “Por más que lo deseo, no es el momento”.
   “Nada importa. No soportaría estar alejado de ti nuevamente”.
 Alysse frunce el ceño.
   “¿Y qué hay de nuestro compromiso con Frezzia?”
 Milun niega con la cabeza.
   “Arturo y los otros pueden hacerlo”.
   “La amenaza no ha terminado. El Monseñor permanece en el Palacio”.
 Milun ensancha los ojos.
   “Pero él es culpable tanto como el Duque. ¿Cómo es posible que no esté tras las rejas?
   “El Monseñor no dejó huella alguna de su asociación con el Duque”.
   “Pero Columbio y todos ustedes debieron acusarlo con el Rey”.
 Alysse niega con la cabeza.
   “Columbio estuvo en aprietos con lo ocurrido. Con tanta oposición sus acusaciones hubiesen perjudicado tu liberación”.
 Milun aprieta los puños “Debieron intentarlo. Por mi culpa ese criminal está libre”.
 Alysse toma las manos de Milun.
   “Todo a su tiempo. Ahora lo importante es tu regreso”.
   “Esa ceremonia a mi nombre  es una ridiculez. No fui yo quien asesinó al Duque”.
 Alysse asiente.
   “Lo sabemos. Hemos llegado a pensar que fue el mismo Monseñor. Pero alguien debe recibir crédito por ello”.
   “¿Y por qué yo?, sólo traté de proteger al Rey y a la Reina”.
   “Porque ahora reemplazarás al Capitán Daugherty. La seguridad del Palacio estará en tus manos”.
 Milun baja la mirada, sorprendido.
   “Vamos, todos esperan por ti en el Palacio”/ agrega Alysse.
 Lentamente Milun asiente.
   “Sólo lo haré por ti”.
   “Debes estar exhausto. Al finalizar la ceremonia podrás descansar todo lo que quieras”.
 En el sendero los soldados se sorprenden al ver a Milun regresar.
 Milun ingresa en el carruaje.
   “Dense prisa. Acabemos con esto de una buena vez”/ ordena Milun.
   En el Palacio Real, una multitud de aldeanos se reúnen en el patio inferior, esperando con ansias la llegada del supuesto “héroe”. Esta vez el jolgorio no es el mismo de siempre. Llenos de inquietud por conocer realmente lo sucedido se preguntan unos a otros la credibilidad de lo pronunciado.
   “Se dice que el soldado llegó justo a tiempo”/ dice uno de los aldeanos.
   “Derribó al Duque de un solo golpe”, comenta otro.
   “Acabó la vida de un noble. Es un misterio que se le haya perdonado”/ opina una mujer.
   “Quién sabe lo que se traen estos ricachones. Sólo dicen lo que les conviene”.
 Un numeroso grupo de soldados azules, haciendo línea, evitan que la multitud se aglomere.
 En el balcón principal, el Almirante Guiness y el General Riot se miran el uno al oro.
   “Ya debería estar aquí”, dice Guiness con tono preocupado.
 Riot se mantiene callado. Su mirada esquiva pareciera no importarle en absoluto la ceremonia. En eso se abren las cortinas y el Monseñor Blanco ingresa con su carismática sonrisa.
   “Perdonen la tardanza. Con tantas responsabilidades lo había olvidado”.
   “Espero que pronto el Rey elija un nuevo Canciller. Ya lleva mucho tiempo sin pronunciarse”/ comenta Guiness.
   “Paciencia, amigo mío. La carga que lleva sobre sus hombros se está disipando”.
 De pronto las trompetas resuenan en el patio inferior. La multitud trata de echar un vistazo hacia la barbacana. La curiosidad abunda en ellos.
   “Hasta que apareció”/ observa Guiness.
 El Monseñor asiente. Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro.
 El heraldo ingresa y anuncia la presencia de Sus majestades, el Rey Aidan y la Reina Beatriz. Las cortinas se abren y el Rey y la Reina ingresan cogidos de la mano. Ambos llevan atuendos de color blanco como símbolo de paz en el reino.
 La Reina exhibe la última tendencia en el acabado de su cabello: corto de un extremo y abundante del otro. Se podría decir que los rayos del sol formas un arco iris en su pálido rostro. Su mirada está dirigida hacia la barbacana, también en espera de su fiel amigo.
 El rostro del Rey refleja la agonía de los días pasados. Su barba ha dejado de crecer al mismo ritmo. Sus ojos no están listos aun para la luz del día.
 Todos los presentes se inclinan hacia ellos. Las trompetas continúan resonando. De pronto un inesperado silencio. Todo indica que ha llegado a quien esperan.
 El heraldo toma su lugar y con voz seca se pronuncia.
   “Don Milun”.
 En la barbacana, Milun ingresa con la cabeza en alto, recia mirada y firme marcha. Los soldados se inclinan hacia él como si suplicaran de su bendición.
 El público aplaude de a pocos. Pareciera que su expectativa era otra. Quizás alguien de alta estatura, tez blanca y refinada procedencia. Pero a Milun no le importa el acoso de las miradas. Salvo la de dos personajes con los que compartía momentos agradables hace un tiempo atrás: el Rey y la Reina.
 La Reina no logra ocultar su felicidad al volver a ver a Milun.
   “Qué bien luce”/ dice para sí.
 El Rey se muestra indiferente. Si Milun mató o no a su primo ya no importa ahora.
 Milun se detiene frente a la Torre principal y hace reverencia frente a los monarcas. Levanta su mirada poco a poco a merced de su Rey.
 El Almirante Guiness se aproxima para tomar la palabra, pero el Rey le indica que es él quien estará a cargo. La mirada del Rey dirigida hacia Milun hace que Miluin se compare a un gusano bajo los ojos de un águila.
   “Don Milun, nunca más deberá arrodillarse frente a mí”/ señala el Rey.
 Milun permanece inmóvil. Sabe que no es momento de mostrar confusión.
   “Gracias a vuestro valor y sensatez me mantengo en pie frente a ustedes. El enemigo avanza de manera silenciosa hasta llegar a mi propia sangre, mi propia Corte”.
 Es el momento esperado para que Milun eche un vistazo en el balcón hasta dar con el Monseñor, El Monseñor parece ajeno a todo.
   “Por más que todos los días me pregunto el porqué  de todo esto, jamás hallo respuesta. Pero al no ver más a uno de mis entrañables amigos, el Capitaán Daugherty, todo me indica que he fallado”.
 Continúa el Rey.
 Milun no puede evitar cerrar los ojos por un momento. Aquel hombre siempre hizo  lo correcto, pero seguir instrucciones al pie de la letra pudo ser la causa de su partida.
   “He llevado una venda en los ojos por mucho tiempo. Os pido disculpas a todos, en especial a Usted, Don Milun, fiel caballero”.
 En uno de los balcones, abren su paso Alysse, Columbio y los otros. Ninguno de ellos se perdería este esperado momento. Desde la barbacana el Capitán Donoch observa con entusiasmo.
   “Estaremos muy alertas. Sólo unidos evitaremos este tipo de calamidades. Confío en todos ustedes. Y a Usted, Don Milun, permítame nombrarlo Capitán de Seguridad del Palacio.
 Lágrkmas corren por el rostro de Milun. Este fue siempre su momento anhelado. Pero la  risa del Duque acosando su mente le hace comprobar que no es más que un farsante.
 Milun se inclina con resignación, asumiendo su nuevo rol.
 Las trompetas resuenan a la par del efusivo aplauso del público.
 Desde el balcón, Alysse recoge sus lágrimas en un paño
 En una de las Torres, Arturo se arrodilla en señal de agradecimiento. Detrás de él, Broderick, con el brazo vendado hace lo posible por aplaudir. Junto a él, Roger envuelto en una manta, extiende su cabeza hasta que los ojos debajo de su máscara logran encontrar a Milun.
   “Es momento de irnos”/ dice Broderick.
 Roger no hace caso. Su mirada está en Milun.
 Arturo se levanta.
   “Ya habrá tiempo que estés con él. Y muy pronto con el Rey”.
 Roger levanta la mirada, incrédulo.
   “Debemos darnos prisa”/ insiste Broderick.
 Roger asiente y camina al lado de ambos a través de un pasillo. 

En la cocina un molde recién horneado es cortado con rapidez. El movimiento del cuchillo se compara al de un artista.
   “¡Miccael!” La chillona voz de la Señorita Pía se oye.
 Miccael suelta el cuchillo y voltea aturdido.
 La Señorita Pía clava su mirada en él. A pesar de haber perdido volumen en su cintura, la mirada de hormiga continúa impregnada en ella.
   “¿Hasta cuándo tendré que decirte que tengas cuidado con ese cuchillo?”/ pregunta ella.
 Miccael suelta una carcajada. Se retira el sombrero y su cabello cae sobre su rostro.
   “Lo que suceda conmigo no importa”
 La Señorita Pía niega con la cabeza.
   “No debes culpar a Sharize de su partida. Sabes lo difícil que fue para ella la muerte de su padre”.
 Miccael asiente.
   “Pero claro, mi consuelo jamás significó nada para ella”.
   “Las mujeres podemos ser complicada a veces. Debes respetar su decisión”.
 Miccael se da vuelta y continúa su trabajo.
 La Señorita Pía baja la mirada y con tristeza aprieta un paño que lleva grabado las iniciales de Daugherty

En el patio inferior, los soldados hacen una línea para honorar a Milun. Al terminar la línea, el Capitán Donoch se acerca a Milun.
   “Lo has logrado. Estoy muy orgulloso de ti”.
 Milun trata de sonreír.
   “No lo molesto más, Capitán, tengo deberes que cumplir”/ dice Donoch.
 Milun no acostumbrado aún a ser llamado de esa manera, aprieta el puño.
   “No importa cómo se me llame, siempre seré el mismo”.
   “Eso espero. No quiero arrepentirme de que hayas sido liberado”/ sonríe Donoch.
 Un fuerte abrazo sella nuevamente la amistad entre ambos.

En el balcón principal, el Capitán Jasper se acerca a Monseñor sin dejar de observar a Milun.
   “No es más que un insecto”, dice Jasper enfadado.
   “Mi Capitán, no es manera de recibir al recién llegado”/ observa el Monseñor.
   “Juro que acabaré con él en cuanto tenga la oportunidad”.
   “De ninguna manera. Eliminar un insecto no significa nada. Mi plan es acabar con la colmena”/ dice el Monseñor con determinación.

En el salón de los nobles, Alysse, Columbio y los otros esperan el ingreso de Milun. La mayoría de los invitados murmuran entre sí extrañados por el nombramiento de un simple soldado a capitán.
 Milun ingresa acompañado de su escolta de soldados y saluda con una venia. Columbio aplaude efusivamente y logra que todos los presentes se unan a él. Alysse observa a Milun muy entusiasmada, anhelando estar a solas con él.
 El General Riot y el Almirante Guiness ingresan y se acercan a Milun. Riot mira a Milun con desconfianza.
   “¡Excelencias!”/ se inclina Milun.
 Gjuiness se lanza a los brazos de Milun y besa su mejilla.
    “¡Muchacho, fuimos bendecidos con tu presencia!”/ exclama Guiness.
    “Siempre estaré agradecido con Usted por la oportunidad que me brindó”.
   “Seré viejo, pero no ingenuo”/ sonríe Guiness.
 Riot se acerca a Milun. Su actitud es algo forzada.
   “Te has ganado mi reconocimiento y el de muchos otros”/ dice Riot.
   “Se lo agradezco, Mi General”.
 Riot asiente.
 Broderick ingresa y saluda a todos con una sonrisa. Milun queda pasmado al ver que sobrevivió al ataque del Duque.
 Broderick se inclina hacia ellos. Riot retrocede evitando la mirada de su hermano.
   “Don Broderick, me alegra verlo reconfortado”/ dice Milun.
   “Al parecer los dioses aún simpatizan conmigo”.
   “Lamento lo ocurrido. Jamás lo hubiéramos logrado sin vuestra ayuda”.
 Broderick niega con la cabeza.
   “Sólo fui un estorbo. Acabar con la amenaza del Duque amerita tu reconocimiento”.
 Milun acepta el cumplido, y aprovecha en observar el brazo vendado de Broderick.
 El heraldo anuncia la llegada del Rey y la Reina. Los presentes se abren paso a la vez que se inclinan hacia ellos. Milun, aún acostumbrado a la formalidad, hace una venia.
 La Reina Beatriz regala una sonrisa a Milun. El Rey Aidan se aproxima hacia Milun y posa su mano sobre su cabeza.
   “Salvaste nuestras vidas. No existe aún la recompensa que mereces”.
   “Su Majestad, sólo hacía mi trabajo”/ observa Milun.
   “Eso veo. Si vuestro trabajo es estar alerta, confío a ciegas la seguridad de este lugar”.
   “Haré como Usted mande. Juro proteger a Su Majestad y cada uno de sus habitantes”.
 El Rey Aidan da una palmada en el hombro de Milun.
   “Ahora es momento de celebrar”/ exclama el Rey.
 Las criadas y los mayordomos ingresan con bandejas llenas de bocadillos y copas de vino.
 Alysse, Janice, Columbio, Pedro, Flere y Papier se acercan a Milun.
 Milun da vuelta a los ojos.
   “Si esperan una disculpa, están equivocados”.
   “Más pedante de lo normal”/ observa Papier.
   “Conozco bien a Milun. Siempre expresa lo contrario”/ sonríe Columbio.
   “Eres el héroe nacional; yo de ti estaría saltando en un pie”/ dice Pedro emocionado.
   “en verdad todos estamos muy contentos por ti”/ observa Alysse.
 Milun toma la mano de Alysse.
   “No veo las horas de estar a solas contigo”.
   “Todo a su tiempo. Debes saludar a los invitados”.
 Milun asiente.
 El Monseñor y su séquito de soldados de uniforme rojo ingresan.
   “Hablando de invitados…”/ opina Flere.
 Milun se da vuelta y su mirada se choca con la del Monseñor. El Monseñor lo saluda con una sonrisa.
   “No es más que un cínico”/ observa Janice.
   “Cálmate querida”, susurra Columbio.
 Milun avanza hacia el Monseñor. Alysse se lleva la mano a la boca.
   “Don Milun, el Palacio no era el mismo sin usted”/ dice el Monseñor.
   “Su Excelencia, la fortuna y sus buenos deseos hicieron posible mi regreso”.
   “Sea usted bienvenido. Desde que pusiste un pie en palacio supe que eras muy especial”/ comenta el Monseñor.
   “Os aseguro que mi estadía no será permanente. Me marcharé en cuanto toda amenaza sea destruida”.
 El Monseñor se despide con una venia. Milun se da vuelta. Al Monseñor se le hace difícil disimular la ira en su mirada.
 Broderick se acerca a Milun.
    “Debo presentarte a unos caballeros”.
    “Ahora no, debo pedirte un favor”/ dice Milun.
 Broderick asiente.

Laura, la esposa del General Riot, se encuentra junto a la Reina.
   “Me alegra tenerte presente en esta reunión”/ comenta la Reina.
 Laura sonríe al vacío.
   “Mi llanto se ha agotado”.
   “Comparto tu pesar. En estos tiempos de agobio es muy importante permanecer juntos”/ comenta la Reina.
   “He fallado. Estoy resignada a vivir sin mi hijo”.
 La Reina baja la mirada no encontrando palabras para reconfortarla.

 Broderick se acerca a Riot.
   “Hermano, espero ahora dejes de castigarme con vuestro silencio”.
 Riot sonríe ahogado.
   “Debes sentirte orgulloso de tu protegido”.
 Broderick cierra los ojos, fastidiado.
   “Gracias a ti, me he convertido en la burla de todos”/ agrega Riot.
   “No existía otra manera. Tuve que actuar con rapidez”.
   “¡Y pasar por encima  mío…!”
   “Tu situación no era la adecuada”.
   “¿Y quién eres  tú para decidir por mí?”
   “Sólo deseo lo mejor para ti”.
   “Vaya que eres obstinado. Jamás debiste pisar esta Corte”.
 Riot se retira. Broderick permanece quieto. Columbio se acerca.
   “Ya entrará en razón”/ opina Columbio.
   “Quizás todo lo que dice es cierto”/ observa Broderick.

 En la cocina la Señorita Pía da indicaciones a uno de los mayordomos. Milun se aproxima.
   “¿Podría conceder unos minutos a un viejo amigo?”
 La Señorita Pía queda pasmada al ver a Milun. Milun la toma en sus brazos. La Señorita Pía se ruboriza.
   “Gracias a usted, se evitó una gran tragedia”/ dice Milun.
 La Señorita Pía baja la mirada.
   “Al encontrarme con el Duque vi la puerta protegida. Sabía que eras tú quien estaba del otro lado”/ agrega Milun.
   “Sólo hice lo que me pediste”, responde la Señorita Pía con voz apagada.
   “Lamento mucho no haber llegado a tiempo. Nuestro amigo Daugherty ya no nos acompaña”.
   “Él ahora descansa. Se alegraría al saber que ocupas su lugar”.
 Milun toma la mano de la Señorita Pía.
   “Tuvo la dicha de conocerte. Estará orgulloso de ti”.
   “Debes marcharte. Tu rol requiere mucho de tu parte”/ dice la Señorita Pía con tono seco.
   “Sólo con vuestra ayuda me será posible desempeñar mi función”.
   “Y la de otros… ¿O me equivoco?”.
 Milun la observa detenidamente.

 En el salón de los nobles, el Rey Aidan se aproxima a Columbio.
   “Decidí que se organice esta ceremonia a vuestro estilo”/ dice el Rey.
 Columbio sonríe.
   “Eso veo. Y pensar que creía ser irreemplazable”.
   “De ninguna manera. Cualquiera puede hacer vuestro trabajo”.
 Columbio baja la mirada.
   “Pero nadie más que tú estuvo en lo correcto todo este tiempo. A pesar de mi estúpida ceguera”.
   “Su Majestad, nunca imaginé a vuestro primo actuar de esa forma”.
   “Es por eso que el rol de Canciller no estaría en mejores manos”.
 Columbio ensancha los ojos.
   “Os ruego acepte mis disculpas y regrese a mi Corte como nuestro Canciller”.
   “Su… Majestad…“ Balbucea Columbio.
 Al finalizar la ceremonia, en uno de los pasillos Milun se encuentra con Alysse.
   “No veía las horas. Espero que la Reina no te eche de menos”.
 Alysse sonríe.
   “Olvidé decirte que no soy más la Dama de Honor de la Reina”.
 Milun se queda boquiabierto.
   “Hace unos días la Reina decidió que Janice necesitaba de una dama. Ahora estoy a cargo de ella”.
 Milun sonríe, sarcástico.
   “Estoy seguro que esto fue obra de ambas”.
   “Janice puede ser muy convincente. Al menos ahora tendré más libertad y podré verte seguido”.
   “Agradeceré a la Reina por permitirlo”.
 Milun y Alysse unen sus labios.
   “Tenerte en mis brazos parecía algo imposible”, agrega Milun.
   “Sólo han sido días de angustia desde que te marchaste”.
   “prometí que si regresaba no dejaría pasar el tiempo. Solicitaré tu mano a la Reina”.
  Alysse sonríe muy entusiasmada y descansa su cabeza en el pecho de Milun.

 Al día siguiente, en las recámaras de la Reina, la Señorita Pía sirve el desayuno a la Reina Beatriz.
   “Olvidé la mantequilla. Lamento no ser tan perfecta como Alysse”.
 La Reina extiende la palma de su mano hacia la Señorita Pía.
   “Tonterías. Alysse me engreía demasiado”.
   “Me alegra que Janice goce de su servicio. Ambas salieron muy de mañana”/ observa la Señorita Pía.
   “No me llama la atención. Quizás por eso decidí contar con el servicio de alguien más”.
   “Créame que ya casi tengo lista a su nueva Dama de Honor”.
   “Confío en su buen juicio, Señorita”.
   “Conociendo sus gustos elegiré la más adecuada para Usted”.

 En la nave de la Iglesia La madre de Todos, Milun y los demás se encuentran reunidos frente a Arturo y Roger.
 Roger corre hacia Milun y lo abraza. Milun sonríe.
   ”No esperaba tan caluroso recibimiento”/ dice Milun.
   “Le aseguré que regresarías”/ comenta Alysse.
 Roger retrocede. Arturo abraza a Milun.
   “¡Hijo, bienvenido seas!”, exclama Arturo.
 Milun mira a su alrededor.
   “Veo que poco a poco este lugar ha mejorado”.
   “En tu ausencia, no íbamos a estar pasmados”/ comenta Papier.
 Arturo se ubica al lado de Roger.
   “Has mostrado mucha fortaleza durante todo este tiempo. Todas mis oraciones fueron encomendadas en tu persona”
   “De algo deben haber servido. Casi pierdo la cabeza en ese lugar”.
 Roger baja la mirada. Pedro lo abraza.
    “Ahora entiendo la angustia que habita en Roger”/ agrega Milun.
   “Encontraremos el momento adecuado para su regreso al Palacio”/ dice Columbio.
   “Quizás este sea su lugar indicado”/ dice Milun con determinación.
   “Debes estar bromeando”.
   “¿Acaso garantizas que Roger estará a salvo a tu lado?”
 Janice se coloca delante de Milun.
   “¡Basta! Mide tu palabra con el nuevo Canciller”/ exclama Janice.
 Arturo luce anonadado.
   “¿Pero cómo?, ¿Así de fácil? ¿Y el Monseñor?
 Columbio abraza a Janice.
   “El Rey tomó la decisión. Será él quien informará a la Corte”/ dice Columbio.
   “Sabía que se haría justicia. Te lo mereces”, sonríe Janice.
   “¿Crees que como Canciller podrás detener al Monseñor?  Estás muy equivocado”/ explota Milun.
   “Todos hacemos lo que podemos. Estamos juntos en esto”/ observa Flere.
 Arturo camina hacia una puerta adjunta.
   “Necesitamos toda ayuda posible. Es por eso que alguien más nos acompañará desde ahora”.
 Arturo abre la puerta y Broderick ingresa. Todos se miran sorprendidos.

 Miccael ingresa en los apartamentos del Rey y hace una venia.
   “Su Majestad, lamento mi demora”
 El Rey Aidan desde su escritorio observa a Miccael de pies a cabeza.
   “Hace ya un tiempo llegó a mis oídos un rumor. Antes de precipitarme decidí averiguar con mis allegados de su veracidad”.
 Miccael lo mira sorprendido.
   “Todo indica que eres hijo ilegítimo del Duque de la Motte I”.
   “Su Majestad, yo…”
   “Ahora que un vínculo de sangre nos une, se te concederá tus derechos correspondientes como noble”.
   “No es necesario. Las cosas no tienen que cambiar”/ dice Miccael con firmeza.
   “Eres parte de mi familia, es mi deber que recibas un título y un trato digno en mi entorno”
   “Permítame renunciar a todo eso”.
 El Rey se levanta de golpe.
   “¡Acabo de perder a uno de mis primos! ¡No desaprovecharé la oportunidad de tener uno nuevo!”
   “Como Usted diga, Su Majestad”/ balbucea Miccael.
   “Por ahora recibirás un sueldo. Y una adición por todos estos años. Ya se te informará del estado de tus propiedades. Falta concretar algunos reportes por parte de Casey, tu hermano”.
   “¿Qué ha dicho el Señor Casey a todo esto?“
   “Ha sido imposible contactarlo, por lo que se te asignaría vuestro patrimonio en su totalidad”.
 Miccael queda boquiabierto.

 Mientras tanto en un antiguo recinto fortificado, el Monasterio de las Hermanas de la Soledad, se escucha un ameno cántico a lo largo de sus pasillos.
 En una habitación modestamente decorada yace postrada en una silla la irreconocible Señora Britta. Su cabello hecho añicos y sus mejillas caídas. Viste una túnica la cual trata de amoldar a su cuerpo y así mantener su figura.
 Frente a ella la silueta de un alto caballero.
   “Debes creer en mí. Todo es culpa de la Reina y sus simpatizantes”.
 El hombre permanece en silencio.
   “Vuestro primo, el Rey, no es más que un títere embrujado por ella”.
 El cántico de las Hermanas se escucha a lo lejos.
   “Soy sólo una víctima de aquellas horrendas calumnias. Me mantuve fiel a vos todo este tiempo”.
 El hombre traga saliva de golpe.
   “Tu hermano sólo trató de defenderme y mira cómo terminó”.
 Las maderas de la silla se quiebran con los movimientos de Britta.
   “¡Casey, dime algo, te lo suplico!”
 Casey voltea de golpe hacia ella. Su amarrado cabello cae hacia un lado de su rostro, el cual es algo parecido al del Duque, a diferencia de su ancha quijada. Sus ojos brillas de impotencia.
   “Hasta que no compruebe la veracidad de tus palabras no moveré ni un dedo para sacarte de aquí”, responde Casey con mirada recia.
 Britta tira del elegante atuendo que lleva puesto Casey.
   “Nadie hablará en mi favor. Es todo una injusticia”.
 Casey retira la mano de Britta de su faja de cuero.
   “Sé cómo encontrar respuestas”.
   “Sólo lograrás que te hagan daño”
   “¿Piensas que soy un cobarde?“
   “No, pero esos malditos querrán para ti lo mismo que con vuestro hermano”
 Casey flexiona sus brazos hacia atrás.
   “Todos piensan que soy débil. Esa será mi ventaja”.
   “¿Pero y qué harás?”
   “Visitaré a mi primo. Estando cerca podré acabar con el asesino de mi hermano”.
   “No es tan fácil como piensas”.
   “Nunca me subestimes. Mi estadía en tierras lejanas no fue en vano. Aprendí a manejar la pólvora”.
   “¿Pólvora, y eso qué es?”
   “Mujer, tienes tanto que aprender…”
   “No importa. Sea lo que sea, ¿cómo la conseguirás?”
   “No será problema. Poseo suficiente de ella como para que el Palacio completo arda en llamas…”
 Britta deja escapar una sonrisa. A pesar de tratar el mismo efecto en Casey, él permanece con mirada ida.

   “…Y a todos dentro de él”/ continúa Casey.


VILLANO O HÉROE

En tal situación no existía más que dos alternativas para el investido de blanco. Una: seguir el comportamiento de un vulgar traidor y tratar de abrirse un nuevo camino en la vida. La otra posibilidad: recibir el espaldarazo de los Reyes y de hecho se dio en el acontecimiento.

El soldado, Milun, cae en el veredicto de la opinión popular por su idiosincrasia y que le afecta en su interior. Para la mayoría, villano; para una minoría, héroe. Para él, el cumplidor fiel de sus consignas  sin esperar el reconocimiento, salvo la gratitud por su servicio. [“Sólo hacía mi trabajo”, llegó a expresar]. Entra en la criba del mundo psicológico para ser zarandeado y descubrir quién es. Descubre que está preparado para nuevos retos y nuevas oportunidades. No es un héroe, pero tampoco un ignorado.
Esta actitud, le genera una nueva responsabilidad por su nuevo nombramiento: Capitán de la Seguridad Real.

Todo caudillo con miras a ser revolucionario tiene que cumplir sus objetivos a pesar de las protestas. La Historia es rica en ejemplos: Un Pancho Villa, en México; un Francisco Bolognesi: “Tengo deberes sagrados que cumplir…; un Grau, de quien dijeran los chilenos, “Es un beodo que nos provoca en cada amanecer”, para no ir más lejos.


Milun es consciente de su colaboración y de su pacto de unión con los otros para combatir contra el sistema establecido como oposición (el “proyecto”). Se presenta así un nuevo escenario con nuevos personajes y cargos: Columbio como Canciller, por una parte y Casey, el vengador de su hermano Gian y Miccael, por la otra,  que deja de ser el cocinero del Palacio y es reconocido como hijo ilegítimo del Duque de la Motte I, necesitando  de un título y una pensión, en detrimento del poder del Rey y de su jurisdicción, punto de partida del  desmoronamiento del reino. Nuevos  retos se presentan, por supuesto.

DE MI ÁLBUM
(Baltikum)





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