domingo, 13 de agosto de 2017

CRESPÓN HÚMEDO / Clodomiro GUEVARA V.



CRESPÓN HÚMEDO
(Para el cabo de año del poeta César Vallejo / 15 de abril del 1939)

Un guijarro radioso disparado
por un sagrado brazo
de cumbre a cumbre azul, hasta encajarse
en los mismos riñones de Krusgay,
y que el ansia genésica del Ande
le alumbra en buen día, humanizado,
con alondras en todos sus cogollos…

Tal el mítico origen
de este lírico Manko santiaguino
que hundió su barra de oro
en los altos wanakaures de Indoamérica
fundando el nuevo Kosko de su verso.

De su orto a su tramonto,
el dolor de su propia andinidad
y las muchas transfixiones de la vida,
le hicieron padecer como el que más.

Tuvo clavos buidos en las alas,
tuvo “golpes sangrientos” en la carne
y muy “hondas caídas” en el alma
hasta en llanto aceitar su barro margo
hasta mucho dolerle el pan de Dios…

Pero se hizo un peldaño de sus duelos
para asirse a las nubes apolíneas
y “saquear los viñedos” de las musas,
y pulsarla arteria cósmica,
y forjar con jirones de su vida
esos bloques pujantes de armonía:
“Tungsteno”, “Trilce”, “Heraldos Negros”,
hechas nervio, sangre, célula.

Como gajo avatárico del indio,
la llaga de la Raza fue su llaga,
y a través de esa llaga no encorada
rebasó la realidad simbolizándola.

Poesía irracional, irreverente,
nuclearla, tabórica, inviolada
la de este indio andineño insuperable…

Un día, adolescente,
del suelo belemita
transplantó su arcilla virgen
a la abuela heroica y prócer
del “gorro” simbólico de “halcón”.

Y en la vieja tahona espiritual
que el gran don Nicolás edificara,
molió sus primerizos trigos de oro,
y su “azul sanguijuela” nació allí, tan a las veras,
que el poeta con orgullo se lo dijo alguna vez.

Si Santiago, mi madre, me dio el limo
con todas sus potencias en embrión,
mi abuela Huamachuco me dio el ala
con todo su poder para rumbar…

En Trujillo cobran brío sus jugos homónicos, más tarde
para dar hijos eternos…
Y en plena madurez,
trascendido ya de todas las vertientes culturales,
de repente, desata las amarras del terruño
y cava con sus alas un ¡adiós!

Su “gitano corazón” lo pilotea
a la Atenas de hoy, la Ciudad Luz.
Y en ella el indio aeda,
en potencia celeste indeclinable,
embriagado de ausencia y lejanía
y sangrando por sus hebras más terrenas,
“estiró la rodilla para siempre”
el día que cuaja la injusticia de un deicidio.

Hoy un año que esa lágrima de estrella se ahogó.
Un año que en un golpe de tiniebla
se rompieron las piolas que le ataron a la vida.
Un año que alzóse la pestaña auroral
del día eterno, que tanto y tanto
adquirió tensión de anhelo en su calvario…

Dolido de lo rico que es el mundo en desamor
y seguro de que “sólo
al dejar de ser, Amor es fuerte”,
“la tumbe es dulce”, zurreó.

Y hoy que a ella está ayuntado todo un año,
qué a gusto se hallará en la Eternidad,
donde al filo de todas las mañanas
habrá desayunado para todos
“en una cita universal de amor”…

Padeció y amó
y por todos sus alambres de luz floreció en trinos.
¡Qué mejor gloria!

La sombra,
que al romperse su cruz cayó en América,
aún no se enrarece;
hecha un diente negro
sigue aún torturando los costados.
Ya rayo, tempestad y Marañón,
el Ande llora todavía al hijo dormido tan distante.

 Y yo, yo que me hice un cuenco de sus frutos
para abrevar en él licor de dioses,
tras de mucho dolerme por su ausencia,
hoy con todos mis candiles inflamados
y rezando, contrito, sus estrofas,
velando estoy  su nombre y su recuerdo.

 Y seguiré velando hasta que un día
-por el mismo substrato del ancestro
que eslabona nuestras almas-
me envíe en el aliento de un alisio
las cales más fecundas de sus huesos,
que mi andino “romance” desamarguen
en mi marcha forzada que conduzco
por los bravos caminos que él venció,
cual nuevo “caballero” en rocín flaco,
sin yelmo y sin escudo,
el ristre la zampoña

y el corazón a pie”…

DE MI ÁLBUM
(Baltikum) 




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